4. Érika la del corazón roto

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Eros

-Bien, -me llevo la copa de vino a la boca y doy un sorbo corto. -hablemos de ti. 

-Eres muy directo, ¿te lo han dicho antes? -dice irónica, pegando su espalda a la silla y cruzándose de brazos. -Tienes suerte de que tenga algo dentro que me dice que eres de fiar. 

-Supongo que es porque soy encantador. -sonrío dejando la copa. 

Las luces del estanque del restaurante se encienden, dándole al agua un color morado que no pasa bajo percibido ante sus ojos. Noto como le da una mirada rápida al agua para volver toda su atención a mí. -Me creas o no, te conozco desde el primer momento en que llegaste a este mundo, y sé tantas cosas de ti que te asustarías. Pero...

-Siempre hay un pero. 

-Hace dos años te perdí la pista, por completo. Desapareciste de todos lados. 

-Déjame adivinar, quieres saber qué pasó. 

-Así es. 

-¿Y qué me darás a cambio? -alzo una ceja al escucharla, se acerca a la mesa apoyando sus codos sobre ella y y cambiando su mirada, de una seria a una juguetona. 

-Te he traído a un restaurante de lujo en Roma, creo que es más que obvio que yo invito. 

-Me parece justo, ¿Qué fue lo último que sabías de mí? 

-Que estabas prometida con un tal Dóminic y que habíais comprado una casa. 

-Dóminic me dejó plantada en el altar frente a nuestras familias el día de la boda. 

-¿Que hizo qué? -me agarro la tela del pantalón bajo la mesa para que no note que estoy cabreado. 

-Pasaron horas hasta que su madre consiguió hablar con él, le dijo que llevaba meses hablando con alguien y que habían cogido los billetes de la luna de miel que yo pagué para irse con la otra. También le dijo que yo no intentase hablar con él ni mucho menos intentar encontrarlo. -su mirada se mantiene fija en mí, seria, sin dejar que ninguna emoción pase por su rostro. -Me dejó sola y con una hipoteca que yo tendría que pagar durante años. A partir de ahí empezaron las peleas con mis padres, me fui de casa y no tuve más remedio que mudarme a la que habíamos comprado. Poco después me enteré que la que era mi mejor amiga se había ido con Dóminic, ella era su amante y todas mis amigas se enteraron poco después de la boda y no me lo dijeron. 

-¿Y no sospechaste cuando no fue? 

-Según ella y sus padres tenía cuarenta de fiebre, vómitos y dolores de cabeza muy fuertes. 

-¿Y por eso desapareciste dos años? 

-Aún no he acabado. 

-Perdón, continúa. -digo a la vez que el camarero nos trae la cena. 

-A los cinco meses mis padres se divorciaron, yo me cabreé con ellos y ninguno me habla. Mi abuelo murió después de estar semanas en el hospital y me heredó su dinero y su coche, o eso es lo que sé, tampoco me he parado a leer el testamento, ni tengo pensado hacerlo. No tenía ni la menor idea del dinero que él tenía, pero no el suficiente como para pagar la hipoteca de la casa. Me echaron del trabajo, corté relación con todo el mundo y me encerré en mi misma hasta tal punto de tener ataques de ansiedad todos los días durante dos meses. 

-¿Nadie te ayudó? 

-Mi ex suegra, que al menos se preocupaba un poco por mí, decidió mandarme al psicólogo y al psiquiatra. Ya no tengo ataques de pánico, pero sí de ira. Murió de diabetes y, antes de eso me regaló este brazalete. -me enseña su muñeca, hay una joya de oro que rodea su piel en forma de corona de laurel. 

No sé por qué, pero me hace sonreír ligeramente. 

-Pero bueno, ¿Qué se le va ha hacer? Si siempre fui Érika la del corazón roto. -se encoge de hombros y aparta la mirada para ver el estanque. 

-Te llamaban así en el colegio, ¿verdad? 

-¿Cómo lo sabes? 

-Te recuerdo que sé muchas cosas de ti, Érika MacBeth. 

-Excepto esa parte de mi vida, y.. ¿Qué hay de ti? ¿Me dirás al menos tu nombre? 

-Eros, me llamo Eros. -envuelve sus espaguetis en el tenedor sin mirarme. 

-¿Y qué ha sido de tu vida? Porque, al parecer, tú sabes de todo sobre mí, y yo solo sé tu nombre. 

-Me he pasado la vida de pareja en pareja, ninguna duró más de dos semanas, y, aunque a veces encontraba a la indicada, por algunas cosas u otras la perdía, y pasaba mucho tiempo hasta que la volvía encontrar. Era un bucle infinito. 

-¿Y cómo era ella? 

-Preciosa, la más bella de todas, pero no se hacía destacar, nunca le gustó ser el centro de atención. Pero le gustaba mucho lucir bien, ir a restaurantes caros, llevar las mejores galas de vez en cuando... Pero no siempre. Su dualidad era lo que más me llamaba la atención de ella. 

-¿Y era guapa? -la miro a los ojos y no puedo evitar sonreír al recordarnos en los sesenta casi en la misma situación. Sentados en un restaurante lujoso contándonos nuestras vidas. 

-Siempre lo fue. 

-¿Por qué tengo la sensación de que me estás describiendo a mí? 

-¿No es muy egocéntrico de tu parte? 

-Para nada. -acabamos de comer y, mientras ella ve el paisaje nocturno por la ventana, yo la admiro en silencio. -¿Martini o Larios? 

-Ballantines. -sonríe sin mirarme. 

CupidoWhere stories live. Discover now