6. Frágil como una bomba

133 15 0
                                    

Eros

Antes de que de un paso más dentro de la casa, Érika me detiene. -Espérame fuera. -dice poniendo una de sus manos sobre mi pecho. -Si escuchas gritos entra. -susurra en mi oreja quitándome las bolsas y empujándome fuera para cerrar la puerta en mis narices. 

-Vale... 

Érika MacBeth

-¿Qué tal los niños? -pregunto dejando las bolsas sobre la encimera. 

-Bien. -responde Natalia. -¿Y tú? 

Me freno en seco al escucharla preguntarme eso, pero enseguida me recompongo para que no sientan que en verdad me afecta esta situación. No tengo ni idea de por qué están aquí, pero me temo lo peor. 

-Será mejor que no guardes eso, Érika. -al escuchar mi nombre en la voz de Dóminic después de dos años lo único que siento es nada, ni ganas de vomitar ni de llorar. Ya no me produce ningún sentimiento, no siento nada por él. 

-¿Qué quieres decir? -pregunto abriendo la nevera y metiendo los yogures. Me giro para verles. 

-Me ha llegado esta carta del banco. -la deja sobre la mesa. -Llevas más de seis meses sin pagar la hipoteca. 

-No tengo dinero para hacerlo. 

-Lo sé, ya lo he pagado yo por ti. 

-¿Y qué quieres? ¿Un aplauso o unas palmaditas en la espalda? 

-Quiero hacer un trato contigo. -cierro la nevera de golpe y suspiro. 

-Queremos que te vayas de la casa y nos la des, a cambio no tendrás que pagar la hipoteca nunca más, ni facturas ni nada por el estilo. -dice Natalia, a lo que yo solo me río. 

-¿Qué os hace pensar que voy a aceptar? 

-Te pagaremos lo que costó la casa desde un principio. -abro los ojos al escuchar eso. -Tienes tres días para abandonar la casa antes de entrar en problemas legales Érika. -dice Dóminic levantándose del sofá. -No tienes opción al no. 

Los dos se van de MÍ casa dejando la puerta abierta. 

Eros

Saco el cigarro de mis labios exhalando el humo mientras estoy apoyado en el capó del coche de Érika. 

La puerta de su casa se abre y por ella salen esos dos, Dóminic y Natalia. 

Pero siento algo extraño. -¿Qué le habéis dicho? Habéis tardado poco. 

-No creo que debas meterte. 

-Créeme a mí, voy a meterme. -me acerco a él interponiéndome en su camino. -No sé qué pudo ver en ti. Y no sé qué es lo que ve ella en ti después de hacerlo algo tan rastrero a una chica tan perfecta. 

-No sabes de lo que hablas. 

-¿Y tú sí? -pregunto alzando una ceja. 

-Sí, sí que lo sé. 

-Pues si sabes tanto sabrás cuando callarte... -cierra la boca sin poder hacer nada. -Y supongo que también sabrás de dónde salió esto. -levanto su brazo viendo una pequeña marca negra con forma de casco. La marca de Hades. 

-Eh, sin tocar tío. -se aparta de mí y va con esa chica. 

"Tú y yo tendremos una charla bastante larga Ares. "

Tiro la colilla y la piso antes de entrar en casa de Érika. 

-¿Qué hago ahora? -susurra de espaldas a mí, apoyando las manos en el borde de la encimera. -¿Qué coño hago? 

-¿Venirte a vivir conmigo? Por ejemplo. -se gira y me mira con los ojos de una niña pequeña que necesita que la abracen. 

-¿En serio harías eso por mí? -dice con algo parecido a la esperanza en su voz. -No me conoces. 

-Érika, ya te he dicho que te conozco mejor que nadie. -por un momento parece que va a abrazarme, pero algo se rompe en ella y su expresión cambia tan rápido que me asusto. -¿Estás bien?

Simplemente me ignora y se tumba en el sofá de espaldas a mí abrazando un cojín. 

-Puedes quedarte esta noche si quieres. -dice encogiéndose en su sitio. 

-Oye oye, no pienses que vas a hundirte en la miseria delante de mí, levántate. 

-Déjame en paz por favor. 

-Lo siento linda, pero va a ser que no, venga, arriba. -tiro de ella hasta ponerla de pie. 

-¿Y qué quieres hacer? -dice poniendo los ojos en blanco, su vista parece algo cansada. 

-Hagamos algo para cenar, cocinemos juntos. Y mañana te prometo que al despertar solo tendrás que vestirte para irte de aquí conmigo. 

-No pienso dejar que recojas todas mis cosas por mí. 

-No me importa lo que digas, lo haré digas lo que digas. 

-Bueno, si te hace ilusión... Pero quiero que dejes el estudio para mí. 

-Está bien. -me estrecha la mano y una pequeña sonrisa se asoma por su boca. No puedo evitar acercarla a mí y abrazarla. Su cuerpo se tensa automáticamente, como un resorte. -Tranquila, -susurro. -solo relájate. 

Apoya su frente en mi pecho y su respiración comienza a entrecortarse. -Voy a empapar tu camisa de Armani. -dice secándose las mejillas. 

-Ni un millón de camisas de Armani me harían más feliz que al verte sonreír Érika. -se separa de mí riéndose un poco y, joder... Le hace un favor al mundo, a mi mundo. 

Y, aunque esa risa haya durado tan solo unas milésimas, me hace querer ser la persona más graciosa del mundo para evitar que cualquier rastro de tristeza se acerque a ella. 

Demonios... Había olvidado lo que era tenerla a mi lado. 

...

-Eri, ya he acabado, ¿Necesitas...? -abro la puerta del estudio viéndola sentada en en el suelo metiendo pequeños cuadros en una caja mientras se aguanta las ganas de llorar. -Hey, ¿Qué pasa? 

-No puedo. -dice rompiendo a llorar delante de mí. -No puedo hacerlo. -se tapa los ojos con las mangas de su chaqueta gris, empapándolas. 

-Érika, mírame. -niega con la cabeza, agachándola como si fuese a regañarle. -Érika. -levanto su cabeza con suavidad. 

Y sin poder evitarlo acerco mi boca a la suya con delicadeza para no asustarla, pero con seguridad para no dar pie a la duda. 

Cuando nuestros labios se rozan, ambos sentimos esa corriente eléctrica recorrernos de arriba abajo. Ese tipo de corriente que te hace no querer quedarte con las ganas. 

"No pienso quedarme nunca con las ganas de besarte, Érika. " lo repito en mi mente tan alto como puedo con la esperanza de que me pueda escuchar en su cabeza y comprenda de una vez que ella es la única que merece la pena. 

Pero mientras yo pienso en todas estas ñoñerías de enamorado, es Érika la que toma las riendas y decide no quedarse tampoco con las ganas de besarme. 

Es un beso corto, lento, dulce y delicado. Pero con una seguridad tan fuerte en el fondo que debería asustarme. 

Me mira sonrojada y despeinada, algo muy característico en ella. -Puedes hacerlo, solo déjame ayudarte. -hablo agarrando sus manos. 

-Pero tengo que hacerlo yo sola. 

-Sé que puedes hacerlo, pero no quiero que te sientas obligada a hacerlo.

-Necesito hacerlo, por favor, necesito tomarme mi tiempo con esto. 

Acaricio su mejilla con mi pulgar limpiándole una lágrima que resbala por su mejilla. 

CupidoМесто, где живут истории. Откройте их для себя