Familias que crecen.

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Varias horas después.

En Los Ángeles.

—Perdona que hayamos aparecido así de improvisto, mamá.

Después de un difícil viaje y con un gran agotamiento, Lizzie entraba a la casa de sus padres en busca de alivio paternal. Alex lloriqueaba en sus brazos y una Maddie estaba agarrada de su vestido como si su pequeña vida dependiera de ello. Segundos después, David cruzaba la puerta con Leah y Olivia dormidas en sus brazos. El hombre se apresuró a dejarlas en distintos sillones por miedo a que se le cayeran por falta de fuerza.

—Lizzie, hija, no quiero escuchar que te disculpes por algo así nunca. Para eso estamos tu padre y yo, para que ustedes puedan recurrir a nosotros ante cualquier inconveniente, además, tú sabes que me encanta tener a las niñas aquí —Jarnett recibía a toda su familia con un poco de preocupación mezclado con felicidad por tener de vuelta a su hija y a sus nietas en la enorme y solitaria casa que solo ella y su marido ocupaban—. ¿Sabes algo de Melanie? —preguntó la mujer de inmediato.

Jarnett se había enterado de lo sucedido por la llamada que su hija le había hecho antes de subirse al avión para hacerle saber que en unas horas iban a estar aterrizando en Los Ángeles e iban a necesitar de la ayuda de ellos para sobrevivir estos días.

Lizzie agitó su cabeza de forma negativa.

—_____ se fue con Scarlett y Florence al hospital antes de que papá llegara a buscarnos. Me costó convencerla de que nos dejara, pero en el estado que estaba Scarlett no podía permitir que Florence lidiara sola con ella —era de lo único que estaba segura—. Solo sabemos lo que Scarlett nos contó cómo pudo del llamado que recibió —entre tramites, gritos, llantos y sollozos, la norteamericana había contado todo lo que sabía—. Al parecer, se trata de un ataque al corazón, pero no sabemos bien —finalizó con tristeza mientras asentía a la seña que le hizo su padre, haciéndole saber que iba a acostar a las dos otras niñas—. En cuanto termine de darle de comer a Alex, me voy para allá... —un bufido de Maddie la frenó e hizo que la rubia mirara a la pequeña pelinegra.

— ¿Qué pasa con mi nieta y su hermosa carita de enojada? —Jarnett se anticipó a su hija y agachándose como pudo y con el tiempo que su edad la dejaba, se puso al nivel de su nieta mientras su hija se acomodaba en una silla para darle el pecho a la Williams Olsen menor.

Maddie empezó a gesticular y a revolear sus brazos enojada hacia cualquier dirección. Lizzie giró los ojos y no evitó una sonrisa por ver a su hija del medio así. La pelinegra no era para nada celosa con sus hermanas, excepto cuando se trataba de la atención de Lizzie. Maddie quería que la rubia fuera solo para ella y para nadie más.

— ¡Má con Ale! ¡Mi con Ale! ¡Lee con Ale! ¡Ale todo! ¡Maddie nada! —ups, alguien estaba celosa—. Yo... ¡má! ¡Wiwi! ¡Wiwi! Nada —se quejó de la falta de atención de la rubia ante sus necesidades—. Yo... ¡má! ¡Vión! ¡Máaa! Y nada y Ale todo —evidentemente alguien le había quitado su lugar preferido en las piernas de su rubia madre y ni hablar de la cara que puso cuando vio a su hermana menor succionando del pecho de su madre. A lo _____, agachó su cabeza y se quedó callada mientras miraba al piso.

Jarnett miró a Lizzie, conteniendo una sonrisa.

— ¿Me parece a mí o alguien está celosa de su hermana? —la empresaria asintió, acariciando con su mano la cabeza de Maddie.

—Maddie, cielo, ven con mamá —exigió Lizzie, recibiendo una suave respuesta negativa de cabeza. Y para colmo, la pequeña traicionera se tiró a los brazos de su abuela como si fuera una bolsa de papas completando el rechazo hacia su madre. Jarnett la acurrucó entre sus brazos, dedicándole una sonrisa a su hija mientras Lizzie giraba los ojos—. Es idéntica a _____ —rebuznó, tratando de que ya una dormida Alex soltara su pecho—. Con ellas todo es un doble esfuerzo —dijo con alegría. Si había algo que le encantaba era contentar a sus tres pelinegras.

No soy para ti - Elizabeth Olsen y tu (G!P)Where stories live. Discover now