Tabú [Editando]

Dime Algo

―Bien ―Jimin suspiró, rendido―. Durmamos entonces.

Yoongi sintió cómo Jimin se removía sobre la cama. La mano en su abdomen y el calor sobre su espalda se alejó desplazándose sobre la cama, y se molestó sintiendo de inmediato la inesperada soledad en su lado de la cama. Se giró sobre su lugar y buscó con sus manos la cintura de Jimin, atrajo su pequeño cuerpo contra él y lo apegó a su pecho.

Los cabellos de Jimin le picaron la nariz y la barbilla, y lo acercó aun más intentando, desesperadamente, encontrar nuevamente ese calor que el cuerpo de Jimin podía concederle.

Jimin se quedó quieto, con los brazos de su marido envolviéndole el cuerpo, y sintió la suave respiración sobre su oreja.

―¿Es mal momento para decir que quiero ver a mis padres? ―quiso saber.

Yoongi abrió los ojos, se lo pensó un momento y suspiró. No necesitaba más humillaciones.

―No lo sé.

[...]

Se removió ansioso sobre su lugar y suspiró de forma frustrada. Sentía de verdad que el tiempo había retrocedido inevitablemente, creyó de verdad que su vida iba a seguir adelante como se suponía que debía pasar, pero no supo en qué momento comenzó a sentirse una vez más como un pequeño frustrado haciendo los deberes del colegio.

Sabía lo que vendría después de haberse revuelto los cabellos y casi darse de topes contra el escritorio. Giraría la cabeza para que la luz del sol que entrara por la ventana le quemara los ojos, se los tallaría con los puños apretados y gruñiría mientras por debajo de la mesa intentaba estirar tanto como podía ambas de sus piernas, en un mal intento por relajar su postura y destensar cada uno de los músculos en su espalda baja. Miraría otra vez con la vista más acostumbrada hacia la ventana, y observaría atento a los trabajadores moverse de un lado a otro con sus uniformes bien puestos.

Suspiraría, tal vez se levantaría para poder estirarse con más libertad, pero volvería a sentarse antes de que alguno de sus padres entrara a la pequeña oficina para asegurarse de que seguía haciendo los deberes.

Soltó un bufido y casi se dejó caer sobre el escritorio. Y estuvo a punto de levantarse cuando la puerta se abrió sin previo aviso, obligándolo a quedarse quieto en su lugar.

―Yoongi ―lo llamó.

Yoongi soltó un fuerte suspiro entre aliviado y frustrado, Jimin no supo darse cuenta de la diferencia.

―¿Jimin, qué haces aquí? ―preguntó, en un gruñido bajo, haciendo ademanes con las manos para indicarle que se apresurara a cerrar la puerta.

Jimin sonrió, no como la manera en la que siempre lo hacía, Yoongi apenas percibió la manera en la que las cejas de Jimin se curvaban un poco hacia abajo y sonreía con nerviosismo. Traía a su hijo atado contra su pecho, vestido con un diminuto traje azul cerúleo. Lo vio abrazarle con un solo brazo mientras utilizaba su mano libre para cerrar la puerta, se peinó los cabellos que caían sobre su frente y pasó un pequeño mechón de pelo detrás de su oreja, abrazó a su bebé con ambos brazos y caminó dando pacitos hasta acercarse.

―Quería saber si tenías hambre ―murmuró Jimin, mirándole atento―. Estaba preocupado.

―¿Esa fue tu excusa? ―murmuró de vuelta Yoongi, negando, suspirando―. Dime una sola vez en la que me hayas servido un plato.

Jimin apretó los labios, jugó con los pies de su bebé y se meció esperando poder tranquilizar los balbuceos de hijo.

―¿Cómo podría? ―preguntó, acercándose un poco más―. Cuido a Minho todo el día.