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Conozco a Kaito Kuroba desde los 16 años, le gusta: el chocolate, la magia, hacer bromas, especialmente a Hakuba; los acertijos; ver la luna desde el tejado; hacer trampa en el pool; jugar a las cartas y asombrar a las personas. Creo que también le gusto, nunca ha dicho lo contrario, pero tampoco me lo ha dicho a mí. Su cabello es castaño oscuro llegando al negro, sus ojos son amatistas y es una pulgada más bajo que yo, odia que se lo recuerde, aunque verlo molesto se me hace tierno.

Nos conocimos por culpa de nuestras madres, una cita a ciegas en realidad. Querían asegurar nuestro futuro lo más pronto posible. Mi madre quería encontrar una pareja adecuada para mí, su madre quería un alfa que cuidara de él y lo ayudará en su celo.

Pero no él, él no quería un alfa; yo no quería un Omega.

Recuerdo cuando iniciaron nuestras citas: había un odio mutuo, ninguno quería una relación forzada y por conveniencia. Kaito no quería a un Alfa en su vida, ya lo había dejado claro un montón de veces en la primera cita y su madre claramente no lo escuchaba; yo no quería una pareja, porque no me interesaba estar en una relación de ningún tipo y no entendía la necesidad de estar con alguien más.

Las primeras citas fueron incómodas, él no hablaba y a pesar de intentar sacar temas de conversación triviales, no lo lograba, nuestros ojos vagaban por el lugar para no topar nuestras

miradas. Debo admitir que no me molestaba encontrarme con aquellos ojos lilas al momento de intentar evitar el contacto visual.

Un día, en la cuarta cita, mi maldición se hizo presente. Él comentó:

— Deberías abrir una funeraria.

Alcé una ceja y lo miré incrédulo ante el comentario, él mantenía sus manos en sus bolsillos y observaba el revuelo dentro del restaurante a causa de un homicidio ocurrido en el elevador.

— Los muertos caen a tus pies, te iría bien —agregó burlándose.

— ¿Ya habías oído de...? —alcancé a formular antes de que él me interrumpiera.

— Eres el detective de secundaria más conocido en Tokio, hijo de un novelista de talla mundial y la mejor actriz de su generación, el Sherlock Holmes moderno—contestó exaltando los puntos importantes de mi biografía posiblemente de internet. De cierta forma no me extrañó que tuviera información sobre mí, yo tenía una carpeta sobre él al momento de nuestra primera cita—. Conozco a otro detective de secundaria y de seguro no se compara contigo.

— Gracias —contesté al ver que él no se enfocó, al menos en ese momento, en los rumores que aludían a que soy "parca" y cada sitio que visito la muerte va conmigo.

— Me iré para allá —apuntó a un extremo donde había un grupo de dos niños y una niña, todos con cara de miedo— No quiero ver un cadáver y ellos no deberían verlo tampoco.

Por un tiempo permaneció con los niños, lo vi jugar y reírse, sonreír más que nunca. Hasta ese entonces mostraba una cara de pocos amigos y no había logrado ver una sonrisa sincera de él. Supongo que fue una de las primeras cosas que me llamó la atención.

Luego se dio unas vueltas alrededor mío y sacó a la luz un par de detalles que yo no había notado en el cadáver, tenía mayor perspicacia que toda la policía reunida.

Me gustó saber que tenía más aristas que solo ser un Omega perfecto que habían puesto en su biografía de la carpeta.

Una de las principales cualidades era su atractivo y que era bastante hogareño, además su madre mencionaba que era alguien risueño, juguetón y con ideas firmes, pero noble.

Y con eso me pregunté cuántas cosas más podía tener Kaito ocultando bajo la etiqueta de "Omega perfecto" que habían presentado. Además, al investigar por mi parte me enteré que era muy popular en su escuela y extrovertido, pero tras cierto incidente había estado muy retraído durante una época, aunque rápidamente volvió a ser el mismo chico de siempre.

Mi otro hilo rojo [Shinkai]Where stories live. Discover now