Todo a a peor

6 0 0
                                    

Yo no entendía que pasaba. Los médicos me preguntaban si quería atentar contra mi vida, a lo que mis voces me decían que dijese que no. No era yo misma. <<Aquí no hay micrófonos>>, me decían, pero yo lo había interpretado como un ataque personal.
Durante los días siguientes, los médicos intentaron primero convencerme  de que era mejor si tomaba medicamentos. En el hospital cada día se celebraba la denominada tertulia matinal. En ella, los pacientes se sentaban en círculo alrededor de un psicólogo que moderaba la tertulia. Casa cual, uno tras otro,contaba cómo se sentía. Casi todos los pacientes, por supuesto, se sentían fatal. Tenían depresión aguda o eran -como yo- paranoicos o padecían de otra grave enfermedad mental. Pero allí teníamos que decir cómo estábamos.
Allí estabas obligado a tomar medicación, lo cual trae efectos secundarios, los cuales me afectaban.
Poco a poco, después de empezar con la terapia medicamentosa caí en depresión. Hasta el día de hoy no se con seguridad cuál fue la causa. ¿Era depresión postesquizofrénica que muchas veces sigue al episodio psicótico y luego, en el transcurso de los meses siguientes, decrece gradualmente? ¿O la causa de de la depresión era la medicación, cuyo efecto era en verdad fulminante? Junto a todos los otros efectos secundarios agotó en mi la libido. No me volví impotente pero tuve más interés por la comida que por el sexo.
Me decían que todo lo que me pasaba era por el Trastorno límite de la personalidad, pero habían cosas que no notaba del todo bien.
Fui a psiquiatras privados y me empezaron a decir sobre la esquizofrenia paranoide. Eso demostraba que los demás psiquiatras me mentían y engañaban para que no supiese que me pasaba y ser más vulnerable para la CIA.
Después de mi estancia en el hospital seguía dedicando una tarde tras otra a ver mediocres películas de romance, ya que no podía salir de casa por mi agorafobia y a los fulminantes medicamentos.
Luego empezaron los síntomas de que en los artículos de los periódicos y programas de televisión me mencionaban, leían mis pensamientos.
Me volví a Benidorm, ya que les prometí a mis padres que trabajaría allí en verano y el dinero no me venía nada mal.
Yo iba muy medicada para allí pero realmente necesitaba trabajar y ya de paso ver a mis familiares.
Las depresiones que padecía me hacían sufrir mucho más que la psicosis. En la psicosis yo era una persona activa, cargada de energía, a veces incluso casi maníaca. No tenía constancia de estar enferma. Sentía que la razón estaba de mi parte y consideraba reales los peligros imaginarios. Tampoco de descubren en la fase psicótica las ilusiones de los sentidos. Luego vi de golpe y con toda claridad que había sido víctima de una perniciosa enfermedad. Mi autoestima se derrumb9 por completo. Además sufría los típicos síntomas de la depresión: tenía sueño, estaba apática, abatida, reducida de toda actividad y me torturaba el miedo existencial y la falta de perspectivas. Y por otra parte los enormes efectos secundarios de los medicamentos me paralizaban.
Lamentablemente los antidepresivos apenas surgieron efecto.
Ya tenía claro que todas las personas eran de la CIA, no me fiaba de nadie, así que cansada de sentirme observada, ingerí una sobredosis que me llevó al hospital. Allí seguían sin decirme que tenía y lo mucho que hicieron fue mandarme a aquél hospital de día, teniendo solo consulta con el psicólogo y el psiquiatra. Me echaron de el hospital con la excusa de que no quedaban camas de sobra cuando sabía que era para que me mantuvieran vigilada.
La gente de mi alrededor daba la sensación que reaccionaban a lo que pensaba. Me sentía observada y seguía escuchando aquellas voces. Cada día tenía más ganas de morirme. No podía con todo así que empecé a escribir un blog expresando lo que sentía para desahogarme y contar un poco lo que me pasaba.
Solo tenía de motivación un sitio que me dijo la psiquiatra que se llamaba "comunidad terapéutica". Era al parecer una especie de hospital con jardines y más gente donde se convivía 6 meses. La idea no me desagradaba, habían enfermeros, psicólogos, psiquiatras... Quizá me venía bien.
Ya no podía comer nada de fuera por si me lo habían envenenado. A mis padres les manipularon para animarme a salir a la calle donde me dí cuenta que habían francotiradores acechándome. Estaba envuelta en un caos.

Mi esquizofreniaWhere stories live. Discover now