La luz al final del túnel

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2023

Un proceso de separación no es nada fácil, y es muy largo. De hecho, puede que ese proceso empezara muchos años antes de que alguien se lo planteara seriamente. La mayoría de las veces, cuando alguien decide separarse, la relación ya está en la UCI como dice mi querida Rocío de Creada. Igualmente, desde que alguien empieza a pensar en la separación, pueden pasar años hasta que se materializa. Probablemente, nadie que esté en una relación que funcione, pensará en romperla ni en querer salir de ella.

Las enseñanzas recibidas del entorno no ayudan. Existe la creencia, primero, de que hay que tener una pareja; y, segundo, que tiene que ser para toda la vida. "Hasta que la muerte nos separe" (ojo, que no quiere decir que no sea posible). Se confunde el amor para toda la vida con costumbre.  Algo se remueve en el interior al conocer la ruptura de otras parejas que se creían duraderas.

Las relaciones, como la vida y la naturaleza, son cíclicas (otro aprendizaje de Rocío). Si se aprendiera esto desde la infancia, se aceptarían mejor los cambios en todos los sentidos.

La pareja es algo vivo y, como tal, se tiene que atender. Hay que revisar día a día que los valores de cada parte continúan en vigor; que los mínimos exigibles (de los que habla la psicóloga María Esclapez en su libro Me quiero, te quiero) que cada persona se propuso en su momento siguen siendo respetados. Es un error creer que lo que fue sólido al principio va a continuar así durante años por inercia.

Además, una mujer, probablemente habrá crecido con la idea del príncipe azul y de las películas románticas. Y quizás con el ejemplo de una madre que cuidó de su familia descuidando su vida personal y profesional y delegando la adquisición y la administración del dinero en el marido.

Hay  mujeres cuyas madres les transmitieron muy sabiamente el mensaje de que fueran autónomas e independientes y de que tuvieran su propio dinero. No sólo que lo ganaran con su profesión, sino que dispusieran de él sin que tener que rendir cuentas a nadie. Sin embargo, otras aprendieron de las suyas que es más importante el trabajo del marido y que está bien que la mujer gane menos para cuidar de la familia. Y está bien, siempre que realmente sea una decisión voluntaria y no impuesta, incluso aunque ella crea que la está eligiendo libremente.

La vida es curiosa. Años atrás, hice un curso (el mismo en el que me miré a los ojos en un espejo). En una de las tareas, teníamos que hacer un regalo a cada miembro del grupo con lo que tuviéramos en el entorno. Alguien, que pasó a ser mi amigo desde entonces, me dibujó un mando a distancia con el siguiente mensaje: "Toma el mando de la vida. Cambia. Apaga. Enciende." 

Hace poco, quedé con este amigo. Mientras me arreglaba, me puse a buscar unos pendientes en un joyero que no suelo usar y que guardo en el cajón de la mesilla. Detrás, enrollado, encontré el regalo que me hizo en 2011. Luego se lo enseñé, y se le puso la piel de gallina. Ya no lo recordábamos. ¡Cuánto sentido cobraba el mensaje de entonces en la actualidad para mí! Por fin he tomado el mando de mi vida, o me he puesto a ello. He dejado una relación que no me hacía feliz, que se había convertido en una espiral tóxica; intenté durante años reconducirla con todas mis fuerzas, pero llegó un momento en que me di cuenta de que no nos llevaba a ningún lado. No tenía sentido seguir prolongándola. Fui consciente de que me estaba costando mi salud mental y tenía que elegir entre la relación y yo. Y me elegí a mí.

Me he puesto a mí en el centro. He escuchado mis derechos vitales, y estoy siendo coherente con mis valores (Walter Riso). Por fin, estoy actuando por lo que ellos me dicen y no por buscar la aprobación de figuras de autoridad, por complacerlas, por miedo a enfadarlas, a hacerles daño. Estoy aprendiendo a poner límites (en más de cuarenta años, nadie me había enseñado nunca), a decir NO, y a que esta negativa, conlleva unas consecuencias. Hace poco, leí esta frase de Víctor Amat que lo sintetiza muy bien: "Decir no y aguantar bien las consecuencias." Por eso, cuesta tanto ser asertivo. Porque se trata de anteponer los derechos propios a los derechos de los demás, y hemos aprendido que esto está mal, que es egoísta. Pero resulta que se pueden atender los derechos personales sin dejar de atender a los del prójimo. Es más, se necesita atender los derechos personales para poder cuidar de los del resto porque, si no, llegará un momento en que esa traición a los propios derechos ahogue a la persona, y no sepa (o no quiera) identificar de dónde viene esa sensación. Se tendrá que elegir qué derechos de los demás se quiere atender, no es saludable pretender llegar a todos y cada uno. También hay que respetar que los demás cuiden de sus propios derechos y no siempre accedan a nuestras necesidades o peticiones.

Es triste y muy duro despedirse de lo bueno que se tuvo, de lo que se creía tener, y de lo que se pudo haber tenido. Pero esto no es real. Porque hubo amor, hubo muchos momentos buenos, pero también los hubo malos. La vida no es la suma de momentos felices de las fotos del álbum, aunque, afortunadamente, nuestro cerebro, tiende a recordar estos y no otros peores (si ya se han superado).

La historia de tantos antes o después.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz