"Un Matrimonio De Tres" Su Hyeok X Chaong San X Gwi Nam

Capitulo 1: ¿Qué paso ayer?

Capitulo uno:

¿Felicidad o martirio?

Dentro de una habitación con escasa luz, la pantalla de un celular se iluminó, seguido del ruido de una infinidad de mensajes sin contestar.

El incesante ruido del aparato logró interferir en uno de los sueños de los chicos que dormían plácidamente sobre la cama matrimonial de uno de los hoteles más lujosos del país.

El muchacho aún adormilado soltó un bostezo, quejándose por lo bajo del ruido que penetraba sus oídos. Letárgico, extendió la mano mientras murmuraba incoherencias, sintiendo la superficie de la cómoda donde había dejado cargando su teléfono.

«¿Dónde está?» pensó, frunciendo el ceño cuando no pudo encontrar el dispositivo inteligente. Tocó a tientas más de una vez, sintiendo sólo el frío de la madera de cedro, hasta que sus dedos rozaron la carcasa de su llamado despertador. «Aquí» se giro sobre si mismo dejando su espalda en el suave colchón, permitiéndose soltar un suspiro al desactivar el ruido del dispositivo.

Se perdió un rato en el silencio del lugar, relajándose momentáneamente en el calor de su entumecido cuerpo. La fatiga que le produce la somnolencia le pareció por un momento letal, su conciencia desorientada no le permitía darse cuenta de los grandes por no decir desorbitantes detalles de los que no era conciente en ese momento. Ni mucho menos del dolor que empezaba a invadir su cuerpo, calando con fuerza sobre las partículas de sus huesos, erizando sus vellos y enrojeciendo su piel.

—¿Qué hora es? —se preguntó, abriendo lentamente sus ojos mientras su pupila se dilataba por la luz que se filtraba a través de las persianas.

Se incorporó con suavidad, llevando una mano a su cabeza, donde una oleada de punzadas lo envolvía. Retiró la mano al darse cuenta de que el dolor persistía y notó algo desconocido envolviendo su dedo anular.

—¿Qué es esto? —murmuró, entrecerrando los ojos para examinar con mayor precisión lo que parecía ser un anillo delicado—. ¿Un anillo?

Inseguro, se enderezó en la cama, observando detenidamente el anillo de color plata en su dedo. Se preguntaba cómo había llegado ahí mientras sus ojos somnolientos recorrían la habitación.

No reconocía ningún objeto ni mobiliario, todo, absolutamente todo, era tan diferente a su habitación. Nunca había tenido una televisión propia, ni un armario tan grande que abarcara toda una pared. Su habitación no era tan espaciosa y las paredes no eran de un tono rojo tan intenso.

Esa no era su habitación.

—¿Quién demonios encendió la luz? —escuchó gruñir una voz desconocida para él. Una voz ronca y profunda que resonó en la habitación.

Desorientado, giró lentamente la cabeza en dirección a la fuente del sonido. La persona apenas se estaba incorporando entre las sábanas, apoyándose en sus antebrazos y cubriendo su desnudez con una manta roja sobre su espalda. Cheong sintió un nudo de angustia en su estómago al darse cuenta de que no estaba solo en la cama.

Pero algo hizo clic en su mente. ¿Acaso él...

También estaba desnudo?

—Oh, Dios —murmuró, agarrando la manta con una mano y levantándola para verificar si estaba equivocado. Anhelaba fervientemente estarlo, pero al parecer no era así—. Oh, Dios mío.

Estaba como dios lo trajo al mundo.

La sequedad en su boca era evidente ante la impactante realidad que se desplegaba ante sus ojos. No tenía la más mínima idea de cómo había llegado a ese lugar, o peor aún, a esa cama compartida con un completo desconocido, y lo que era aún más desolador, desnuda.