Prólogo

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El impacto del frío era presente al salir del coche, más la adrenalina en su sistema no le permitía detenerse a si quiera sentirlo.

—¡Sigue corriendo, Nib!— grito el hombre castaño, asegurándose que nadie los siguiera.

Entrando a las afueras de Arcadia Oaks, se adentraron en el bosque con la esperanza de perder de vista a quienes los estaban siguiendo. Se desviaron por varios caminos y arbustos, esperando que funcionara.

La mujer pelinegra, llevaba en brazos un bulto del cual se aferraba a no soltar. A medida que corrían, miró a su esposo. Quien se miraba más agotado de lo normal, el sudor en su frente reflejaba el esfuerzo que estaba tomando.

—Damián, debes descansar— comienzo a caminar hasta parar sus pasos.

—Nibia, no podemos hacerlo— contesta con dificultad — Ellos llegaran, tenemos que irnos cuanto antes —A pesar que sus pies flaqueaban, estaba dispuesto a correr— No dejare que les pase nada.

La mirada de amor se atravesaba en la bella dama, quien nunca creyó encontrar al indicado para ella. Pero como todo cuento con final feliz, sabia que el suyo se estaba por acabar.

—Damián —hablo captando su atención— Se como podemos solucionar esto— se acercó poco a poco a él— Pero tendrás que hacer lo que te diga... — con dolor, sus brazos se fueron flexionando al pecho de su esposo, tendiendo esa tela azulada.

—No, no— repetía una y otra vez— Cariño, todo saldrá bien. Solo hay que seguir el plan y estaremos en un lugar mejor. So-solo debemos seguir, juntos. Como lo prometimos.

—Ambos sabemos que es lo que quieren— contesto amargamente— Me quieren a mi y eso les daré. Podré librarme de ellos...— los brazos anchos de Damian se extendieron por completo— Solo estaré tranquila si tu estarás ahí para ella— con delicadeza, tendió en él a la pequeña bebé de tan solo un año. Quien a pesar de la persecución, seguía dormida en los brazos de Morfeo.

La mirada esmeralda de hombre reflejaba tristeza, sabía con exactitud como solucionarlo. Pero se rehusaba a perderla y no volverla a ver.

Asintiendo con la cabeza, sin más palabras. Se tomo la decisión. Nibia miro por ultima vez a su pequeña, roso sus dedos por su delicada cabeza. Memorizando a detalle todas sus facciones.

—Mi pequeña Andra— sonrió con lágrimas en sus ojos— Serás una gran guerrera.

Encontrándose de nuevo con su mirada. Azules y esmeralda se miraron una vez más como despedida, rompieron el momento juntando sus labios, se sellaron en muestra de su afecto. Marcando, que aunque las circunstancias lo tenga que separar, su amor siempre vivirá.

—¡Quiero que la encuentren! ¡Traigan la viva para que la maté!— ese grito junto un alboroto los hizo separar. Damián estaba aterrado, no quiera soltarla. Más su promesa no la rompería.

Con todo el dolor del alma, soltó a Nibia. Ella le sonrió tristemente, su esposo la imitó. Mirando una última vez a su familia. Tomo aire y se dispuso a concentrarse. A su alrededor, una neblina rosa empezó a invadirla, cambiando su apariencia por completo.

Miro al lado contrario al que pensaban ir, dispuesta a luchar por su familia, por ella y su legado. Empezó a caminar tan lento, asimilando lo que se estaba por venir.

—Te amo, Nibia.

Esas simple palabras, la hicieron quebrantar por dentro. No permitiría que la mirase así, tenía que demostrar que ella podía.

—Yo también te amo, Damián.

Esas fueron sus últimas palabras antes de adentrarse a la oscuridad del bosque hasta perderse entre las sombras de ella misma.

El castaño retuvo sus lágrimas, miró a su pequeña intentando sonreír. Ella seguía tan sumida en su sueño, que solo se acurrucó más en sus brazos.

—Iremos a casa, Andra.

Y sin vuelta atrás, Damián siguió corriendo. Como estaba acordado el plan en un principio, dispuesto a proteger a toda costa a la persona que le recordará al amor de su vida.

ɪɴᴇᴠɪᴛᴀʙʟᴇ ʟᴇɢᴀᴄʏ [ᴊɪᴍ ʟᴀᴋᴇ ᴊʀ]Where stories live. Discover now