— Ay Jorge, eres un cabeza dura. Si hubiéramos venido en la tarde, quizás no estarías tan mal como ahora — dice Sofía, al estar sentada al lado de la camilla en el box de atención.

— Por favor, no me regañes. Quédate conmigo, no te vayas.

— Tonto, me voy a quedar aquí, no iré a ningún lado.

Al rato llegaron unos camilleros que trasladar a Jorge a otro lugar. Sofía estaba asustada, no sabía qué estaba pasando, hasta que llega el médico para informarle que el apéndice de Jorge reventó y presentaba una peritonitis que debía operarse inmediatamente, además de quedar hospitalizado por unos días post operación, para evaluar cómo evoluciona. Todas las explicaciones que le daba el médico, le dan a entender a Sofía, que era algo grave.

Sofía, inmediatamente logra hacer unos contactos para que la abuelita de Jorge pueda viajar desde Capilla, consiguiendo un chófer que la traslade. Luego, llama a un compañero del bar Kazua para informar que no irá a trabajar en un buen tiempo. Finalmente, realizar los trámites para que los cobros hospitalarios, sean cargados a su cuenta.

Cuando Sofía se encontraba sola en esa fría sala de espera, mientras aguardaba que le informen como ha salido la operación, comienza a llorar, puesto que estaba asustada.

Ya era de madrugada, cuando el médico le indica que Jorge salió de pabellón, la operación fue sin complicaciones, pero tenía que mantenerse en observación hasta mañana, antes de trasladarse a una sala donde pudiera recibir visitas.

Ella había pasado toda la noche y esa mañana en el lugar. Era viernes, pero no fue a clases, no podía estar tranquila sin ver antes a Jorge. No había comido nada desde ayer, no tenía apetito debido a la preocupación, pero se obliga a almorzar en la cafetería del hospital, para evitar estar débil. Mientras toma asiento en una de las mesas del lugar, ve a una anciana que aparecía por la entrada buscando a alguien, así que ella rápidamente levanta la mano para que la vea.

— Ay, mi niña, ¿Qué pasó? — dice la mujer afligida al acercarse.

— Tranquila abuelita, lo operaron, tenía el apéndice reventado y paso a peritonitis. Dijeron que lo tendrían en observación

— ¿Lo has visto?

— Aún no. Pero me dicen que ahora en la tarde lo pasarán a una habitación privada.

— Me asustó mucho cuando fueron por mí. Pensé en cosas muy malas — comienza a llorar.

Sofía la abraza para consolar a la anciana.

— Perdona abuelita, no debería haber enviado a buscarle... es que, tenía miedo...

— Hiciste muy bien, te lo agradezco mucho. Yo te pagaré el transporte y ahora tengo que ver los gastos de la operación de Jorge.

— No Abuelita, ya todo está pagado, usted no se preocupe. Venga, almuerce conmigo. — sonríe Sofía.

— Mi niña, esto es muy caro, no nos podemos aprovecharnos de ti de esa manera...

— Abuelita, realmente no es nada, solo quiero que esté tranquila. Por favor se lo pido.

— Bueno mi niña, comamos algo por mientras, luego hablaremos de eso.

Ya por la tarde le informan a Sofía y la Abuela de Jorge, que él fue trasladado de habitación y podía recibir visitas.

Subieron hasta un tercer piso, en donde estaban las habitaciones privada, como había solicitado Sofía.

Jorge estaba somnoliento y tenía los ojos entrecerrados.

— Payasito... ¿Cómo te sientes? — se acerca Sofía y toma de su mano.

— Como si me hubieran abierto el abdomen —  ríe suavemente.

— ¿Te duele?

— No. Estoy muy drogado, pero me dijeron que estaré aquí por varios días.

— Bueno, ahora tienes que descansar — comenta la abuela al acercarse a la cama, con una mirada preocupada.

Jorge mira sorprendido, no entendía por qué ella estaba ahí.

— Abuela ¿Qué haces aquí?

— Yo la mandé a buscar — interviene Sofía.

— ¿Y para qué hiciste eso? Solo la asustaste — responde Jorge.

— No seas insolente con Sofía. Agradécele todo lo que ha hecho — le regaña.

— Está bien abuelita. Jorge tiene razón, no debí haberle avisado, solo creí que podría ser más grave, y supuse que a usted le habría gustado saberlo — Sofía estaba avergonzada y baja la mirada.

— Claro que sí — contesta la anciana y le da palmaditas en el brazo.

— Solo estaba sorprendido. No estaba culpándote de nada... te lo agradezco pilluela — Jorge le mira de manera tierna y le toma la mano para acariciarle con el pulgar.

Ya por la noche el horario de visitas termina, Sofía lleva a la Abuela de Jorge hasta un hotel que se encontraba cerca de la Clínica, para luego regresar a su casa y poder dormir, estaba agotada.  

Mi único pecado, fue quererte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora