En cuanto el sol salió las puertas del establecimiento se abrieron, los trabajadores limpiaron las ventanas y las mesas casi en perfecta sincronía dejando ver sus brillantes uniformes de cuadros rosados, el estante de la recepción se decoro con tiernos pastelillos y los retratos con fotos de animales y flores relucieron en las paredes blancas, la cafetería Kimochi ya estaba abierta.

Rápidamente comenzó a llegar la gente, siempre se ponían en la recepción siendo recibidos por la amable recepcionista Kaede Akamatsu quien siempre presumía una sonrisa hermosa y dulce junto a grandes ojos brillantes rosados y una cabellera amarilla envidiable, también estaban los camareros que llenaban al local de personalidad: la adorable Himiko que siempre asombraba con pequeños trucos de magia mientras recibía la orden, la alegre Angie con su gran energía, el apuesto y amable Rantaro, la sensación Tsumugi quien siempre vestía de un personaje de ficción diferente cada semana, la malhumorada pero noble Maki, el tierno pero travieso Kokichi que realmente era un milagro si lo veías trabajando, Kibo siendo el nuevo recluta, tan torpe como se puede ser y la amable pero estricta gerente, Kirumi Tojo.

Se decía que visitar la cafetería era toda una experiencia única, ya que siempre algo pasaba ahí, además, su atmosfera dulce y los deliciosos postres que servían junto a su café ya eran todo un regalo por sí mismos.

— Vamos viejo, no me dejes solo en esto — Insistió Kaito mientras seguía jalando el brazo de su amigo.

— ¿No será demasiado caro? Además, ese lugar siempre me dio mal rollo — Respondió Shuichi sin quitar la vista de su libro.

Los dos llevaban casi una hora afuera de la universidad, habían quedado de pasar más tiempo juntos ese día ya que, aunque eran mejores amigos desde la primaria, no se habían visto mucho después de entrar a la escuela, pues cada uno había ido por una carrera diferente, Kaito por astronomía y Shuichi por criminalística.

— ¡Eso es lo mejor! ¡Dicen que es casi regalado! Sé lo mucho que amas el café, vamos

— Bien ¿Y después qué?

— Eh... ¿El cine?

— Esta bien — Shuichi metió su libro en la mochila y se fue caminando viendo después como Kaito lo alcanzaba.

— No te vas a arrepentir, ese lugar es asombroso

— Siento que terminare vomitando arcoíris

— Ey, quien vomite primero pierde

— ¡Que Asco!

La cafetería no estaba tan lejos, solo fueron unas 4 cuadras hasta llegar, Kaito ya había puesto su brazo en lo hombros de Shuichi para guiarlo mientras le contaba a Shuichi cómo le iba en la universidad, pues su mecánica siempre había sido así, uno hablaba y hablaba por horas mientras el otro se quedaba callado escuchando.

Finalmente llegaron al lugar, parecía medir cerca de 60 metros cuadrados desde afuera, había grandes ventanas que dejaban ver el interior y la puerta estaba al final de estas, encima de ella el letrero de blanco y rosa que titulaba "cafetería Kimochi" y a lado de la puerta la estatua de lo que parecía un conejo de peluche de color blanco y rosa con un vestido y una varita mágica.

Kaito lo guio por la entrada, justo al otro lado de la puerta estaba la recepción, lo primero que a Shuichi se le hizo extraño fue que hubiera una recepción, pues no suelen haber de esas en una cafetería normal, aun así respondió cuando Kaede le pregunto por su nombre completo, luego le enseño una tableta con botones de colores: Rojo, Azul, Verde, Rosa, Negro y Amarillo; Pensó en que color poner y en si eso era importante, levanto la mirada viendo los brillantes ojos rosados de la chica y termino presionando el color Rosa, por otro lado Kaito presiono el Azul y finalmente los dejaron ir a tomar asiento.

Lo segundo que Shuichi noto fue que el lugar tenia muchas cámaras, una por cada esquina ¿Por qué una cafetería necesitaría tanta vigilancia?

Se sentaron en una mesa a lado de la ventana, casi de inmediato llego Angie por su orden.

— ¡Atua les da la bienvenida! ¿Qué desean sus corazones? — Soltó la linda chica mientras sacaba su libreta.

— Aquí incluso hablan raro — Bromeo Kaito mientras veía su carpeta de menú — Yo quiero una tarta de queso y... té de manzanilla ¿Tú, Shuichi?

— Eh... ¿Un rollo de canela y un capuchino?

— ¡De inmediato! — Angie volvió a guardar su libreta, dio una reverencia y rápidamente se fue a por una puerta lejana que decía "Cocina"

Tercera cosa rara para Shuichi, las cafeterías no suelen tener cocinas, trato de calmarse mientras volvía a escuchar a Kaito, esta vez le contaba de un chico que estudiaba en la facultad de a lado y que le aterraba, decía que quizás era un brujo o algo similar, la vista de Shuichi se fue alejando un poco viendo por la ventana cómo alguien salía de la cafetería y pateaba con fuerza el hidrante que estaba en la banqueta, parecía que no había tenido un buen día.

Después de unos minutos, Angie regreso con el pedido, le paso su té y la tarta de queso a Kaito y el capuchino junto al rollo de canela a Shuichi, dio otra reverencia y se fue.

Kaito no tardo en comenzar a comer su tarta, su expresión de sorpresa y comenzó a comer con más rapidez, parecía realmente disfrutarlo, Shuichi al verlo tomo el rollo de canela y le dio una mordida, era increíblemente esponjoso, podía sentir como se derretía en su boca y la azúcar decoraba su lengua, por suerte le habían dado otros dos en el platillo.

Los dos chicos se concentraron tanto en comer que dejaron de hablar y así duraron en toda la visita, el café también parecía perfecto, calentado al grado exacto y con la textura deseada, la comida era esplendida, pero no fue la mejor parte de la visita para Shuichi.

Cuando terminaron todo, Kaito levanto la mano para llamar a Angie y pedir la cuenta, pero extrañamente Angie no estaba en ningún lado, en su lugar llego un chico bajo con una libreta.

— Disculpen, mi compañera Angie no se encuentra disponible ahora, yo tomare su cuenta ¿Son un té de manzanilla, dos tartas de queso, un capuchino y seis rollos de canela? — Pregunto el chico anotando todo

— ¡Sí, así es!

— Venían con hambre

— Mis mayores felicitaciones a los chefs, los postres son esplendidos

Ante esto el camarero soltó una sonrisa algo cínica como si hubiera encontrado alguna ironía que le diera gracia, pero ninguno de los dos chicos lo noto, especialmente Shuichi, a pesar de no poder apartar la mirada.

Se había quedado hipnotizado por el chico, su cabellera morada que le llegaba hasta los hombros y se dejaba llevar por el viento del aire acondicionado, sus grandes y hermosos ojos morados que nunca le devolvieron la mirada, su piel pálida que parecía brillar con el uniforme rosado, sintió sus mejillas calentarse y su corazón palpitar con fuerza como nunca lo había hecho antes.

Cuando salieron de la cafetería para ir al cine, Shuichi ya no pudo escuchar a su amigo, su mente recorría todo el recuerdo del camarero, cada detalle quería recordarlo, como si su vida dependiera de ello.

☕Love Cups☕ Saiouma/OumasaiWhere stories live. Discover now