Capítulo 24: Extranjero

Mulai dari awal
                                    

-Apágala-murmuró entre sueños con un tono áspero.

Me aparté el mechón de cabello que se me había adherido al rostro a causa del sudor que emanaba a raudales por los poros de mi piel y me giré hacia el  lado contrario para coger el móvil y desconectarla. Él, libre de mi peso, decidió acomodarse boca abajo y meter las manos bajo la almohada mientras un perezoso sonido salía de su garganta.


Acalorada, quise destaparme, pero me di cuenta entonces que el nórdico estaba arrugado a los pies de la cama. Dejé caer la cabeza sobre la almohada en un golpe seco y suspiré sofocada por el incesante calor que no podía quitarme de encima. Notaba el sudor frío en la nuca y en mi baja espalda. Me esforcé por mantener los ojos abiertos, fijos en el techo, intentando que la pesadilla que ya no recordaba, no se apoderara de mi mente de nuevo.

-Hace calor. -Me sorprendió de repente la voz ronca de Nate, y giré la cabeza hacia él. Creí que se había vuelto a dormir. No recordaba en qué momento se había desecho de la sudadera y se había quedado con una camiseta negra de manga corta.

Me quedé enganchada por unos segundos admirando la zona en la que la prenda se había subido y arrugado, dejando a la vista la piel de su costado.

-¿Estás despierta?-preguntó abriendo los ojos al ver que no contestaba. Había vuelto la cabeza en mi dirección. Nos miramos.

-He tenido una pesadilla-dije-, aunque no la recuerdo, pero sé que lo era. Aún noto la angustia en la boca del estómago. También sé que...-Su escrutinio me hizo perder la capacidad para elaborar sencillas frases. Nunca me había mirado así. Nunca se había detenido en mi rostro tanto tiempo, al menos no siendo yo consciente de ello. Parecía perderse entre mis mejillas, en los pellejos de mis rugosos labios –inevitablemente había sucumbido a una de mis manías-, en el diminuto lunar casi inapreciable de mi nariz que a veces veía divertido imaginármelo como un piercing, o en el tono ensombrecido bajo mis ojos que le arrebataban un poco de vida. Abrumada, aparté la vista de nuevo hacia el techo, aunque eso quizás solo le dio otra parte de mí para observar.


-Tienes el sueño muy profundo. Duermes con la boca entreabierta y a veces roncas-solté repentinamente luego de un silencio, esperando que se desconcentrara y volviera en sí. No quería que me mirara. Temía que no le gustara lo suficiente lo que viera cuando a mí nunca me había importado demasiado mi aspecto.

-A ti te dan espasmos-contraatacó tranquilo después de "recuperarse" y pude oír de nuevo el ritmo sosegado de su respiración que parecía haber estado pausado.

-Mentira...

-Sabes que es verdad, y haces ruiditos.

-¿Ruiditos?

-Sí. Ronroneas, como un gato. Siempre lo has hecho. Es divertido escucharte...-susurró eso último para sí con una media sonrisa.

-No eres capaz de despertarte aunque se te caiga la casa encima. No puedes saber eso.

-Cuando no duermo bien, me entero de todo.

-Tú siempre duermes bien, quiero decir, sabes desconectar. Yo le doy mil vueltas a la cama, y a la cabeza, antes de quedarme dormida. Y ahora con lo de Maya...

-Hace unos meses que tengo problemas con eso.

-¿Por qué?-se me escapó automáticamente.

Se lo pensó durante un instante.

-Digamos que...-Dudó otro más, suspiró y al final, añadió con inocencia-: Tú me has quitado el sueño.

Sin poder preverlo, me pillé acurrucándome de costado hacia él, echando un vistazo a su boca. Rápidamente mi mente se centró únicamente en ella y sus palabras, y de algún modo para acompañar, mi corazón ralentizó el ritmo de los latidos e intensificó  cada uno, estrellándolos contra mi pecho. Nate tenía los labios deshidratados y agrietados, pero para mí, aun así, apetecibles. Cerré los ojos e imaginé que le besaba, humedeciéndolos, intentando no dejarme llevar por esa necesidad y hacerlo, porque no era el momento. No ese día. Un cúmulo de emociones me invadió y cogí una bocanada de aire como reflejo, como si eso las fuera a frenar. El persistente calor que nos dábamos mutuamente empezó a inquietarme. Apreté los párpados con más fuerza, resistiendo, cuando con sus dedos me acarició lentamente el cabello por encima de la oreja. El cosquilleo que me provocó, hizo que todos mis músculos cedieran a su caricia y me relajara.

Prohibidos: Esclavos del tiempo.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang