𝗖𝗔𝗣. 𝗩𝗘𝗜𝗡𝗧𝗜𝗗𝗢́𝗦

Start from the beginning
                                    

—Antes pensaba que mostrar mis emociones era señal de debilidad. Las guardaba en lo más profundo y eso solo me hizo daño. He aprendido a manejar con total cuidado los síntomas de la depresión.

Estaba emocionada por su gran valentía al enfrentar sus emociones y asegurarse de trabajar de la mano de la psicoterapeuta.

—Aceptar que algo no está bien en nosotros es un gran avance, aunque a veces nos cueste mucho tiempo reconocerlo —solté un pequeño suspiro nostálgico ante mis propias palabras y David asintió.

Continuamos hablando sobre sus mejoras en el tratamiento. David llevaba cinco meses siguiendo el tratamiento que yo le había indicado después de algunos estudios y análisis.

Me alegraba que, por un momento, me sintiera cómoda con una persona especial por la que sentía atracción. Incluso sin tocarlo o besarlo, nuestra interacción seguía siendo íntima y profesional, resguardando lo que comenzamos a sentir el uno por el otro.

Era consciente de que sería difícil llegar a tener algo amoroso con él, incluso después de su salida del hospital. Las relaciones en sí eran bastante complicadas debido a las diferencias en personalidades, valores, creencias, pensamientos y edades, pero algo dentro de mí me decía que debía dar ese peligroso paso.

David me hacía sentir libre, como si estando cerca de él pudiera hacer y deshacer cualquier cosa que estuviera en mi mente sin tener miedo a lo que pasaría después.

La alarma de mi teléfono comenzó a sonar, avisando que la sesión había terminado.

—Hemos terminado por hoy —dije al suspender el sonido que emitía el teléfono.

—El tiempo parece ir más rápido cuando estoy cerca de usted, Doctora Loren —confesó.

—Lo sé —me encogí de hombros—, me lo han dicho tantas veces —bromeé y al instante me levanté de mi silla.

David sonrió al entender que solo estaba bromeando y me tomó de la mano al estar frente a mí de nuevo, para después dejar un pequeño beso en ella.

—Usted le alegra el día a muchas personas con su sola presencia —aseguró con amabilidad.

No pude evitar sonrojarme con sus palabras. Era casi imposible que mi corazón no latiera más rápido al sentir su intrigante mirada fija en mí.

—Hasta luego, David.

Tomé mis cosas con rapidez y caminé hacia la puerta, pero antes de llegar, David se adelantó para abrirla por mí.

Entendía por qué me desagradaban sus elogios, pues después de tanto maltrato por parte de Adrián, mi autoestima y percepción propia estaban muy distorsionadas respecto a lo que estaba acostumbrada la antigua Loren.

«Extraño mi estabilidad emocional…», pensé algo desanimada.

Hacía mucho tiempo que mi mente no tenía paz. Cada día descubría nuevas cosas malas que había hecho Adrián; una más aberrante que la anterior, como si hubiera destapado una coladera infinita de verdades. Definitivamente, era un mentiroso compulsivo, capaz de manipular todo a su antojo en cuestión de segundos y de parecer creíble con su papel de víctima.

Mis pensamientos solo me recordaban que debí irme antes, cuando sucedió el aborto, pero entonces fui incapaz de hacerlo, debido al trauma que había dejado en mí. Las cicatrices no solo estaban en mi piel, también se mantenían en mi ser, como una profunda llaga que al simple roce, la sensibilidad de la carne era capaz de causarme el mismo dolor que sentí al principio.

Pero incluso en el mejor momento de la relación, Adrián no me habría dejado salir de su vida, como ahora lo hacía. Me tenía atrapada en su perverso juego suicida, del que temía no poder escapar nunca.

Estaba tratando de volverme loca para sacar provecho y poder decir que parezco de mis facultades mentales, para así desaparecerme de la vida de Madison, Mariana e incluso David. Tenía que ser fuerte, de lo contrario, terminaría cediendo.

Al llegar a mi piso designado, pasé mi gafete para que las puertas pudieran abrirse, pero otro pequeño mareo me golpeó, haciéndome detener en el marco del ascensor.

«¡Dios mío…!», me quejé en mi mente.

Tendría que hacerme un chequeo urgente para ver qué estaba pasando en mi cuerpo.

Caminé hacia mi oficina, ya que aún tenía pacientes por atender, algunos de nuevo ingreso y otros internos con casi el mismo tiempo que David o incluso más.

El hospital, aunque era uno de los mejores, seguía siendo un lugar solitario que se mantenía vivo por la esperanza de los mismos pacientes de querer mejorar sus problemas mentales y así regresar a casa con sus seres queridos. Cada nuevo ingreso era doloroso para ambas partes: el que entraba y el que esperaba afuera, deseando que todo saliera bien y que el tratamiento fuera lo menos agresivo posible, como para doparlo.

Entré a la oficina con prisa y agarré mi botella de agua, necesitaba refrescar mi boca porque tenía un sabor desagradable. Al probar mi aliento con la palma de mi mano, me di cuenta de que no olía mal, pero las náuseas seguían ahí.

Me detuve un momento, tratando de entender qué estaba pasando. ¿Podría ser que el mareo y las náuseas estuvieran relacionados? Decidí tomarme unos minutos para recuperarme antes de empezar con mis pacientes. Respiré profundamente, tratando de calmar mis nervios.

Después de un breve descanso, me sentí un poco mejor y decidí comenzar con las siguientes consultas. Aunque todavía me sentía un poco mal, me esforcé un poco por cambiar mis pensamientos a algo más productivo.

—Doctora Loren, vine a dejarle los expedientes de los nuevos pacientes —dijo Karen al entrar a la oficina.

—Gracias. Por cierto, ¿podrías hacerme un favor? Lleva estos documentos al archivo —pedí, entregándole los folders que se encontraban en mi escritorio.

Los había dejado ahí antes de irme y ya no eran necesarios. Entre ellos estaban los pocos datos que sabíamos de David.

Ella asintió sonriente y se retiró, cerrando la puerta detrás de ella para darme privacidad.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Where stories live. Discover now