𝗖𝗔𝗣. 𝗩𝗘𝗜𝗡𝗧𝗜𝗧𝗥É𝗦

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—¿Usted es la doctora Philips? —preguntó con un semblante cansado, mostrando claros signos de cansancio en su rostro.

—Así es. Mucho gusto, ¿usted es…?

—Soy el marido de Madeline, Gabriel —respondió.

Nos saludamos con un apretón de manos y comencé con mis preguntas de rutina antes de acercarme a ella.

—¿Desde cuándo tiene estos síntomas?

—Hace tres semanas o un poco más. Ya no sé qué más hacer para ayudarla. No quiere hablar conmigo, no come, no sale de la habitación y… —su voz se quebró y pude notar las lágrimas que comenzaban a acumularse en sus ojos—. Solo quiero que esté bien, quiero que sea feliz.

—Entiendo. Haré todo lo que esté en mis manos para ayudarla, lo prometo —aseguré.

—Gracias, Doctora.

—Dígame, ¿tienen problemas? ¿Han estado peleando? ¿Han sufrido alguna pérdida familiar?

Negó lentamente.

—Hace dos meses comenzamos a planificar embarazarnos. Tengo un mejor empleo y acabamos de pagar nuestro departamento. Por eso ella dejó su trabajo, para poder dedicarse a ser ama de casa cuando tuviéramos a nuestro primer hijo —explicó, con lágrimas en los ojos.

—¿Fue doloroso para ella dejar su trabajo?

—No, para nada. Estábamos muy bien, lo juro.

—Entiendo. ¿Cuándo fue el intento de… suicidio?

—Hoy por la mañana. Ha estado todo el tiempo aquí desde que la encontré tirada en el suelo. Me duele verla así. Yo realmente la amo.

Me conmovía verlo tan vulnerable. No había duda de que él la amaba con cada fibra de su ser.

—Estaré pendiente de ella si es posible toda la noche. Tengo que hablar con la enfermera ahora mismo para ver qué procedimientos han realizado.

Él asintió y regresé al mostrador, donde se encontraba la enfermera encargada, Mónica.

—Buenas tardes, Mónica. ¿Puedes darme el registro de Madeline Castro, por favor?

—Claro, dame un momento —respondió con amabilidad.

Las dudas crecían en mi mente. ¿Qué la había llevado a intentar quitarse la vida? No creía que fuera algo fácil.

—Toma —me entregó los documentos de Madeline.

Comencé a leerlos rápidamente. Le habían realizado un lavado gástrico y también le estaban administrando un tranquilizante.

—¿Le han hecho pruebas? ¿Despertó agresiva? —pregunté.

—Le mandé a hacer pruebas de sangre y de orina. Aún no tengo los resultados. Y no, solo estuvo preguntando por su marido. Está bastante estable —respondió.

—Bien, hablaré con ella. Quiero esos resultados en cuanto los tengas en tus manos. Siento que esto es más grave de lo que parece —le dije.

Ella me miró extrañada. —¿Crees que lo haya engañado y siente culpa?

—No, creo que tiene miedo de algo. Luego nos vemos —respondí, antes de dirigirme hacia la habitación de Madeline.

Su número de habitación era la cinco. Caminé en esa dirección, sabiendo que cada una de ellas significaba un procedimiento diferente. En este caso, se trataba de un intento de suicidio grave. Si su marido no la hubiera encontrado a tiempo, las sustancias le habrían cobrado la vida en cuestión de minutos por los daños internos que haría en sus órganos.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Where stories live. Discover now