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25 de octubre de 1814

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25 de octubre de 1814

Benedict comenzó a colocarse su camisa sobre los trazos que Alicia había realizado sobre su piel desnuda, pensando en que era triste que ella pintara sobre él a sabiendas de que en la mañana tendría darse un baño y su esfuerzo se perdería. Él quería que se conservara como pasaba en los lienzos, quería quedarse una de sus pinturas como recuero para la eternidad.

—¿En qué piensas? —Alicia interrumpió sus pensamientos.

—En nada. —Respondió él no para restarle importancia, fue porque le gustaba retar el intelecto de Alicia, en especial cuando tenía que ver el qué tanto lo conocía. Puede que no hubiera transcurrido mucho tiempo desde aquel primer encuentro, pero sentía que la conocía desde hacía años.

—Mientes. —Alicia dejó su pincel sobre la mesa y cruzó los brazos sobre su pecho que, a pesar de ser pequeño a comparación de otros, era perfectamente proporcional y bonito. —Anda, Benedict, dilo.

Benedict se dedicó a verla un momento. Ella era tan linda, casi imaginaria, como si su mente la hubiera creado para ser perfecta de todas las maneras posibles; su físico, su voz, la forma en que se movía e incluso como respiraba le parecían maravillosas.

Alicia... La encantadora Alicia Stuart, dueña de sus pensamientos desde que la conoció.

Alicia... Quien despertaba en él millones de pensamiento no del todo puros, pero jamás ofensivos.

—¿Por qué usas siempre adornos en la cabeza? —La boca de Benedict lo traicionó de una forma que jamás podría haber imaginado, porque ni siquiera estaba viendo ese punto de ella.

Al menos no le preguntó "¿Por qué eres tan bonita?", eso si hubiera sido vergonzoso.

—Eso no era lo que pensabas, pero está bien. —Alicia se burló de él mientras guardaba todos sus implementos de arte de regreso al cofre donde pertenecían, después lo tomó y se dio media vuelta para dirigirse al armario de roble donde lo ocultaba para asegurarse de que nadie lo tomaría mientras no estaba. —Me gusta usar adornos en la cabeza. —Habló llanamente, flexionando un poco las rodillas para dejar el cofre en la parte más alejada del armario y cubrirlo con las sabanas que ahí había. —Eso es todo.

—¿Todo el tiempo? —Ya había preguntado y quería saber hasta el más mínimo detalle ahora que Alicia estaba dispuesta a hablar.

No es que en sus multiples encuentros no hubiera estado dispuesta o se mantuviera callada, era en realidad que hablaba y elegía cuidadosamente sus palabras para no hablar de lo que hacía en el día y Benedict lo permitía porque la última vez que quiso insistir, Alicia literalmente salió huyendo y no la pudo alcanzar porque Mags se interpuso en su camino.

Y tenía preguntas, más allá sobre su vida diaria cuando no estaba en el Jezabel, quería saber por qué conocía tan bien esa casa. Cada rincón del lugar Alicia lo conocía, lo que cada armario tenía, incluso los mejores escondites ella ya los sabía, mientras que Benedict solo tenía idea de una pequeña porción del lugar y era porque ella se lo había mostrado.

Dreams {Benedict Bridgerton}Where stories live. Discover now