2. Hambre

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Tengo hambre.

Qué frase tan normal,
tan recurrente,
tan simple,
sin sujeto ni predicado,
y qué frase tan punzante.

Tienes hambre,
acabas de comer,
aún no has digerido esa comida
y vuelves a comer.

Tu mente te pide más,
Te obliga a comer más,
Te nubla el pensamiento,
porque quiere y debe conseguir más.

¿Te das cuenta de lo que has hecho?

Has devorado todo.
Has acabado con la existencia de algo.
Has hecho aquello que no deseabas hacer.
Has caído en la tentación.

Sin embargo, también existe lo opuesto.

La sequía,
la incapacidad,
la inanición.

No puedes comer más,
quizás no quieres.
Dudas de tu mente,
le pides explicaciones a tu corazón,
pero todo es oscuro.
Un remolino sin respuesta.

Hay algo que no te están contando.
Te das cuenta de que no eres dueño
y amo de tu cuerpo.
Tan solo un esclavo con cadenas invisibles.

Comes y oyes a la gente:
"Cuánta masa,
no es más que grasa.
¿No se cansa de comer?
Es un pozo sin fondo.
¿Quién se va a fijar en ti?"

No comes y oyes a la gente:
"Qué delgadez,
no es más que hueso,
¿Quién se va a fijar en ti?"

Ni lo disimulan,
ni lo susurran.
Lo gritan bien alto.
Porque el cielo es muy amplio
y tiene que llegar a los oídos de las nubes.

Sientes la culpa de tener hambre,
o de no tenerla.
De ser incapaz de retenerlo,
o de tenerlo.

Sientes que hasta la mejor comida,
aquella que alimentó tu alma,
tiene espinas, pimienta y azufre.

Sientes que aquel bocado,
cuesta más que escribir
estas palabras sobre la hoja.

Comes hasta que no puedes más
y el círculo vicioso te lleva al otro extremo.
No comes porque no encuentras
algo que llene tu alma.

Y ahora dime,
pequeño cuervo,
¿con qué hambre te identificaste tú?
¿El hambre de comer o el hambre de saber?

INNER MEWhere stories live. Discover now