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Mientras caminaba directo al que sería su primera visita como director a un aula de los de último año, pensaba en el dinero que se tiene invertido en la institución, así como en lo que falta y en lo que se necesita mejorar. En primer lugar, deseaba abrir una piscina e iniciar un equipo de natación escolar, también aumentar las áreas verdes para que los alumnos puedan tomar aire fresco durante sus clases y un cambio de menú en la cafetería.

Llegó al salón donde daría una breve presentación sobre si mismo, conocer a los alumnos y a los profesores, también echar un vistazo a las aulas y ver en qué condiciones se encuentran.

Tocó la puerta pidiendo permiso al profesor que estaba apenas poniendo sus cosas en el escritorio, se paró frente a los alumnos que, al verlo pasar por la puerta en automático se callaron y estuvieron atentos a cada movimiento. Habían pasado no más de 5 minutos cuando la puerta fue tocada interrumpiendo apenas su saludo, nada importante como le haría creer a quien fuese que estuviera afuera interrumpiendo.

Cuando la puerta fue abierta luego de que el profesor a cargo de la clase dijera un fuerte y claro "adelante", la figura de un muchachito se hizo presente, juró que en ese instante la sangre paró de circular por su cuerpo, pues lo primero que pudo ver fueron unas largas piernas cubiertas por unas mallas de red blancas, unos gruesos muslos, tan apetecibles y una corta falda plegada, dirigiendo por último su mirada al rostro de quien osaba interrumpir su presentación.

—Creo que es un poco tarde, ¿no lo cree?— dijo con voz firme, haciendo que la reacción del chico fuera un poco graciosa. Intimidar y mostrar dominancia, eso le encantaba.

Realmente no espero que aquel joven le respondiera luego de parecer ver un fantasma, sus mejillas estaba un poco rojas, y a juzgar por su actitud un poco cohibida podía deducir que estaba bastante apenado.

—S-Si lo siento, ¿P-podría p-pasar?— dijo con un ligero tartamudeado. Le pareció adorable.

—Claro, adelante, puede pasar, y no se olvide de pasar por un reporte de conducta a mi oficina cuando las clases finalicen.— respondió con una sonrisa ladeada y un deje de burla en su voz, le encantaba estar al mando de las situaciones, ordenar y hacer cumplir su palabra era asombroso.

—¿Que?, ¡¿pero por qué?!— la voz del ojiverde se mostró más fuerte y con un tono molesto, le encantó la forma tan osada que tuvo de contradecirlo.

—¿Llegar tarde a una clase no es motivo suficiente? Creo que necesita ser más respetuoso y acatar las ordenes que se le dan, joven...

—Styles— respondió haciendo un ligero puchero en sus labios, labios que eran un tono rojo y parecían ser las cosas más suaves del mundo. Ni siquiera va a cuestionarse porque pensó aquello.

—Debe aprender a ser más respetuoso, Styles. Ahora, pase y tome asiento, ya interrumpió lo suficiente.— ordenó volviendo su vista al frente, ladeando de nuevo una sonrisa al ver como el chico avanzaba entre los asientos hasta llegar casi al final, y si se fijó un momento, solo un pequeño momento en como su falda se balanceaba haciendo ver sus muslos, no tenía que saberlo nadie.

Para cuando termino con su deber con esa aula y otras 5, volvió a su oficina esperando a que la hora de descanso para los estudiantes terminara, dejándose caer en la cómoda silla de cuero marrón, cerrando un momento los ojos y relajándose, eso hasta que su celular timbró en su bolsillo.

Dear Mr T. Where stories live. Discover now