Jérémie: "Dios se ha elevado".

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Llegamos a lo que parece ser una ciudad antigua con bares y tiendas en piedra, en la plaza se encuentra gente bailando y cantando con gaitas..

No se ve tan mal - habla mi conciencia - ¿Comienza a gustarte la idea? - contestó.

Ella detiene el auto y lo apaga (con lo mucho que le costó prenderlo) - ¿Aquí es? - le pregunto.

- Ah no, no, la casa de William queda por el acantilado, solo necesito comprar algo, ven conmigo - me pide, pero no logro abrir la puerta, ella lo nota, así que eleva una pierna, a lo que me asusto y por encima de mi le da una fuerte patada a mi puerta, abriendola, me pica un ojo mientras sonríe y baja. No puedo evitar hacer una mueca - Vaya plan de escape - habla la irritante vocecita.

Con pocas posibilidades y sometiendome ante la situación, bajo del auto y sigo lentamente a la chica mientras ella camina rápidamente parando de vez en cuando para saludar a los pueblerinos. La mayoría se me quedan viendo y parece que desean hablarme pero yo los evito, no tengo la más mínima intención en establecer una relación con estas personas.

Caminamos por un costado de la plaza, donde descansan algunos bailarines y toman lo que supongo es la bebida tradicional de la región, prestó especial atención a las bailarinas, quienes me ven con curiosidad, las inspeccionó de arriba a abajo, son realmente hermosas. Parece que tendremos con que divertirnos estos meses, habla la vocecita de mi conciencia (al fin estamos de acuerdo en algo), sin esperar un segundo les picó un ojo y sonrió, ellas ríen entre ellas y mueven sus faldas, señal de nerviosismo.

- Esperame acá, no me demoro - me dice la chica, seguido sube apresurada por los escalones que se dirigen a lo que supongo es una tienda, al ser pequeña le cuesta subir cada escalón, aún así al llegar abre la puerta fuerte y entra saludando.

Volteo para ver a las bailarinas de nuevo y pegó un brinco en mi lugar, mientras me toco el pecho para calmar mi corazón, pues ellas se acercaron en cuestión de segundos y ahora se encuentran formando un círculo a mi alrededor, sonriendo. Sorprendido subo una mano a mi cabello y lo muevo para "acomodarlo", a lo que ellas responden muy bien acercándose más.

- ¿Cúal es tu nombre?, ¿No eres de acá, verdad?, ¿De donde eres?, Eres muy guapo, ¿Ella es tu novia?, ¿Cuántos años tienes?, ¿Vienes con amigos?, ¿Estás de paso? - Me preguntan todas al tiempo, sin darme un momento para responder a todas y saciar su curiosidad.

- Soy William y vengo de Londres - les respondo sonriendo.

- Soy Dina, ¿Vas de paso?, ¿Cuánto tiempo te quedarás?, Soy Margareth, ¿Conoces el lugar?, ¿Vienes por trabajo?, Yo amo Londres....

Empiezan a acercarse más y más, temo por mi vida un segundo hasta que escucho a lo lejos: Chicas andando, la noche es joven, hay que bailar!. Un hombre al otro lado de la plaza las llama, algunas acuden a su llamado, las restantes intentan invitarme pero no deseo ir de fiesta hoy, el viaje fue largo y solo quiero llegar a la casa y descansar en una cómoda cama. Me tomó algunos minutos convencerlas de ir sin mi y después de una promesa de visitarlas pronto, se marchan.

Después de unos minutos empiezo a cansarme, decido subir y entrar a la tienda para conocer el motivo de demora de mi chofer. De inmediato el olor a cemento y metal inunda mi fosas nasales, acostumbrarme a la luz tenue del lugar me lleva algunos segundos, pero al hacerlo logró identificar los escaparates de tuberías y llaveros, con clara desproporción, Al parecer no hay nadie, indica mi querida conciencia, si, no me digas no lo habría deducido.

Al fondo de la tienda hay una pared gigante llena de herramientas para construcción, algunos ya oxidados, intuyó rápidamente que al ser un pueblo pequeño no da mucho auge una ferretería de este estilo. Al continuar con mi inspección del lugar encuentro mucho polvo y como ya dije bastante desproporcionalidad, tanta que mi ser perfeccionista desea ordenar todo por tamaño y color, hasta que escuchó atrás mío un objeto caer.

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