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Cuando me decidí a que me quería dedicar en la vida, mi madre se opuso por completo. Ella no quería que me alejara de la familia por ser cirujana y tener que meterle todo mi tiempo a esa universidad, a demás de ser una de las carreras más caras, aunque mejor pagadas.
En mi mente rondaban siempre los sueños que tenía y uno de ellos era salvar vidas con mis manos especiales.
Siempre fui buena con la cuchilla.
Debía levantarme de la cama antes que se me hiciera tarde, no podía faltar a clases después de que Karen me viera trepar la ventana ayer. Digamos que no soy buena escalando porque llego a soltar leves gemidos de frustración en el proceso.
Guardé las cosas en mi mochila y bajé para tomar una manzana del frutero. Todos estaban comiendo en silencio, cosa que me asusto un poco.
Los Wheeler nunca están en silencio.
—Buenos días —saludé canturreando mientras tomaba asiento al lado de Mike.
Nadie respondió, simplemente siguieron con sus cosas.
Me giré para ver a Nancy, ella preparaba su café. Odia la cafeína pero desea dar ese aspecto de periodista interesante, aunque ya lo dé sin necesidad de esa cosa que te envenena el alma.
Aclaré mi garganta y mordí mi manzana, bajando la vista. —¿Nos vamos Mike?
—¿Eh? —el pelinegro pareció salir de su trance. —Oh, lo siento, llegaré un poco tarde, hoy es la campaña del club.
—Está bien.
Ahora miré a Nancy. Pareció notar mi mirada porque de inmediato alzó la de ella, sonrió de lado y siguió con lo suyo.
—¿Irás conmigo Nance?
—Lo siento Grace, debo terminar unas cosas con unos amigos.
Bien, ahora estaba sola y pasaría mi día sola.
Debería comenzar a acostumbrarme.
Por más que intentara ocultar mi expresión de tristeza, era una persona muy transparente para lograrlo; cualquier cosa que no diga con palabras, las digo con gestos.
—Bien, entonces... —me levanté de la mesa, tomando mi mochila y bebiendo por última vez un poco de jugo de naranja. —Nos vemos en la noche, espero y ganen Mike, y espero que te vaya bien, Nance.
—Sí, gracias —contestaron los dos, indiferentes.
Esperaba que me dijeran lo mismo pero ni siquiera se tomaron la molestia de hacerlo. No sabía que les pasaba hoy, pero nunca se habían comportado de esa manera conmigo, ni siquiera la señora Wheeler.
Salí de la casa lo antes posible. Debía irme en bicicleta para llegar a tiempo.
