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—Sí, mamá —rodé los ojos.
Llevaba cuatro horas hablando con mamá y mis hermanos, era extraño hacerlo sin poder recordar sus rostros.
—Por favor, cuídate y no bebas alcohol —dijo en la otra línea.
Hoy sería la fiesta de bienvenida al nuevo curso de la preparatoria Hawkins, organizada por el equipo de baloncesto. No tenía tantas ganas de ir pero como porrista era una obligación y aún más sabiendo que asistirán todos, incluyendo hasta los chicos de grados más bajos.
Estaba terminando de ponerme mi uniforme —obligación llevarlo— mientras tenía el altavoz puesto escuchando todas las preocupaciones de mi madre. La entiendo perfectamente, ella no esta aquí y digamos que los Wheeler les prestan más atención a Holly que a los demás, incluyéndome.
—Y no aceptes nada de nadie a menos que sea una bebida cerrada.
—¿Grace Byers asistiendo a una fiesta de populares? —mi hermano mayor se unió, hablando en un tono de burla.
Desde que ellos no están aquí, mis hermanos han cambiado demasiado, en especial Jonathan que ahora habla en un tono extraño, igual que los chicos frikis que se drogan en detrás del gimnasio. Es duro escuchar a mi hermano de esa manera sabiendo que era un chico dulce y con ganas de salir adelante.
Estoy segura que mamá no se ha dado cuenta de eso.
—Oh, ya llegó el amigo de Jonathan —se distrajo con el sonido del timbre.
Podía escuchar las risas de ambos; según tengo entendido, él es el chico que lo metió en esa porquería.
Seguí alistandome mientras escuchaba como Once le preguntaba a Will porque estaban tan energéticos, al igual que mamá les pedía que dejaran de bailar en la alfombra.
Mike tocó la puerta de mi habitación, sabía que era él por la forma en la que la toca —brusco y escandaloso—. Quité el seguro y lo deje pasar, sin mirarme se dirigió a mi baño y busco uno de los perfumes que me regalo Once que según le pertenecían a Hopper.
—¿Quieres oler a señor? —asomé mi cabeza por la orilla de la puerta.
Me saco el dedo corazón y yo de inmediato lo imite.
Mike es con el que me llevo mejor, supongo es porque soy casi igual a mi hermano en algunas cosas.
—Ya no tengo desodorante y bañarme no es una opción.
—¡Mike! —abrí los ojos como platos. Y susurré. —estoy hablando con mamá, te están escuchando todos, incluyendo a ce...
—Mierda, mierda.
Me alejó de su camino, tomó el telefono y colgó la llamada con desesperación.
