𝗖𝗔𝗣. 𝗗𝗜𝗘𝗖𝗜𝗢𝗖𝗛𝗢

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Finalmente, me acerqué al mostrador; frente a mí había una pareja preocupada que parecía esperar noticias de su ser querido. Me acomodé, dejando el café y la carpeta a un lado. Observé a mi alrededor, tratando de calmar mis nervios mientras intentaba descifrar cómo abordar mi situación.

—La estaba esperando, Doctora Loren —dijo la jefa de enfermería, Rosy.

—Sí, disculpa, me detuve en la cafetería un momento. ¿Hay algo nuevo por aquí? ¿Qué tan inquietos comenzamos?

Rosy me regaló una tenue sonrisa y rápidamente tomó los últimos informes sobre los pacientes que habían ingresado en la última hora.

—Hay tres niños con vómito por intoxicación, un adulto mayor con dolor en el pecho y cervicales por una caída, y una adolescente en trabajo de parto, pero aún tiene dos centímetros de dilatación. Todos están estables por el momento. Acabo de hacer cambio de turno, así que los siguientes serán míos —me informó con la mirada cansada, parecía llevar varias horas trabajando.

—Bien, estaré atenta.

Me entregó el informe, y procedí a leerlo con más cuidado.

La jefa de enfermería se fue hacia otra área y aunque esta no era la mía, tenía mucha práctica ya que la mayoría de mi internado había sido en urgencias y urgencias pediátricas.

Era consciente de la importancia de mi papel en el equipo de atención médica y estaba lista para asumir cualquier desafío que se presentara.

Me dirigí a la primera habitación donde se encontraban los niños con vómito. Al entrar, pude ver a los pequeños acostados en camillas, con expresiones de malestar en sus rostros. Me acerqué a cada uno de ellos para verificar sus signos vitales y hacerles preguntas sobre su estado, ellos solo querían irse a casa y jugar con sus regalos de cumpleaños; eran trillizos.

Después de evaluarlos, determiné que su condición no era grave y, probablemente, se debía a una intoxicación alimentaria: tal vez algo en la comida estaba echado a perder. Les administré sueros intravenosos para prevenir la deshidratación y les indiqué reposo y una dieta suave hasta que bajara la diarrea. Informé a sus padres sobre el diagnóstico y las medidas a seguir, ofreciéndoles tranquilidad y apoyo, ya que por el momento no necesitaban permanecer en observación.

Luego de varios minutos, me dirigí a la habitación donde se encontraba el adulto mayor. Realicé una evaluación física completa y ordené una radiografía de tórax y cuello para descartar posibles fracturas o lesiones internas, aunque no presentaba más molestias en otras zonas. Mientras esperábamos los resultados de las radiografías, apliqué medidas de alivio del dolor y aseguré que estuviera lo más cómodo posible.

Al recibir los resultados, confirmamos que no había fracturas ni lesiones graves. Recomendamos terapia física y analgésicos, y le proporcionamos instrucciones sobre cómo cuidar sus lesiones en casa. Además, le sugerí que hiciera seguimiento con un especialista para garantizar una recuperación completa.

Habiendo pasado más de una hora y con el café enfriado, antes de atender a la chica embarazada, fui a calentarlo en el microondas, ya que el sueño comenzaba a manifestarse.

Después de que terminó de calentarse, me dirigí a la habitación donde se encontraba la chica mientras intentaba terminar de beberlo lo más rápido posible. Me aseguré de tocar suavemente la puerta para no asustarla y entré con cuidado.

—Hola, soy la doctora Loren, me dijeron que todavía no estás lista, ¿cómo te sientes?

—Estoy bien —susurró, secando algunas lágrimas de sus mejillas.

—¿Estás segura? ¿Ya te revisó la obstetra?

Se miraba apagada, y no parecía ser por la llegada de su bebé.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Where stories live. Discover now