★Capítulo 8★

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—Bueno, no será lo mismo, pero ahora me puedes llamar.

—Eli, yo te quiero mucho, pero...

—Pero no me amas.

—Yo no estoy listo para enamorarme otra vez, y estoy seguro de que no voy a estar listo en un buen tiempo —explico intentando que la voz no me falle—. Si no puedo con una relación estando cerca, mucho menos voy a poder a la distancia.

—Lo entiendo —intenta que su voz suene firme, pero no lo consigue—, digo, me duele, pero tú nunca me has hecho falsas promesas, yo sabía bien dónde me metía y...

—No significa que no siento nada por ti, tú me hiciste muy bien, el problema soy yo.

Creo que está llorando, no puedo ser tan malo como para ni siquiera mirarlo. Aunque me haga sentir incómodo y culpable, se lo debo por todas las veces en las que me hizo entender que yo no era el problema.

Levanto mis ojos hacia él y estiro mi mano a la suya, sus ojos lagrimean pero su rostro se mantiene neutro.

—Lo siento, te juro que te merecías más.

Él niega de inmediato, limpiando sus ojos rápido.

—Fue lindo, nos divertimos, nos apoyamos, está bien si termina de una forma bonita. No quiero que te lleves ninguna culpa, vete libre, disfruta de lo que vas a vivir porque te lo mereces.

De verdad se merece a alguien que lo ame, ojalá yo hubiera podido porque es una buena persona. Si hubiera podido amarlo, hubiésemos sido felices, no tengo ninguna duda.

—Gracias, de verdad.

—Deja de agradecer y dame un abrazo —Me jala por la mano que acabo de extenderle y yo dejo que lo haga.

Un último abrazo, la primera despedida de las que me quedan por delante.

★★★

Despedirme de mi mamá y mis amigos fue extremadamente difícil, no dejé de llorar y ellos tampoco. No sabía qué decir, sentía un vacío muy feo, ni siquiera tenía idea de cuánto tiempo pasaría hasta que pudiera verlos otra vez.

Casi no hablamos en el aeropuerto, solo lloramos y nos abrazamos tantas veces como pudimos.

En cuanto mi mano temblorosa tomó la valija para alejarme definitivamente, supe que ahora tenía la presión de transformarme en un adulto.

Me sentí solo, sin respaldo, sentí que no estaba listo.

—¿Necesitas dinero? —me pregunta Guillermo cuando vamos a subir al avión.

—¿Qué?

—Eres una estrella ahora, no puedes andar contando monedas para comprar una botella de agua.

El poco dinero que tenía se lo dejé a mi mamá, una de sus amigas la va a recibir en su casa mientras se recupera de su brazo para que no esté sola. Eso resuelve lo de la casa por un tiempo, pero en algún momento tendré que resolverlo de verdad.

—Le dejé el dinero a mi madre —respondo con sinceridad—. Usted me dijo que dónde vamos a vivir tenemos todo lo necesario.

—Sí, Emi, pero igual necesitas tener dinero siempre, te conseguiré una tarjeta al llegar.

—Pero si aún no hago nada, luego no la voy a poder pagar.

—La empresa la paga, así funciona con los demás también.

—Bueno, gracias —acepto, tímidamente.

Emi – en línea

Me estoy subiendo al avión, no te voy a responder por un rato.

El sexto integrante Where stories live. Discover now