IX.

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Llegó el helado invierno en Inglaterra. Y en una tarde lluviosa, Susana murió.


A su regreso, Terry la encontró en cama, muy debilitada, escupía en pañuelos bañados de sangre. Ella no quería que él los viera, pero, en una ocasión, mientras ella dormía, Terry tomó el pañuelo que firmemente sostenía en su puño. Lo desdobló. Y entonces reconoció la enfermedad. Algunos pétalos de rosas y espinas empapadas en sangre.

"Esto es mi culpa..."

Terry se ocupó de ella todos los días, mas no tenía salvación. Aquella tarde, antes de que Susana soltara su último suspiro, Terry descansaba en una silla, a su lado, cuando fue despertado por su propia tos. Rápidamente, buscó un pañuelo para ocultar las flores, pero fue interrumpido por la voz de Susana, tomándolo desprevenido. 

—Ya no trates de ocultarlo. Terry la miró. Ella estaba despierta, pero sus ojos a penas podían mantenerse entreabiertos. Sin mirarlo a él.—Sé lo que te ocurre. Lo estuve sospechando desde hace un tiempo. Porque yo también lo tengo.—Cerró los párpados y una lágrima saltó.—Hanahaki.

Terry tomó asiento en la cama y juntó su mano con la de ella.

—Lo siento. De verdad lo intenté.

Ella asintió con una leve sonrisa. 

—Lo sé. Yo también.—Después de una pausa, volvió a abrir los ojos. Y disfrutó de ese momento en el que Terry la miraba solamente a ella, con sus manos entrelazadas.

—Dime, Terry, ¿por eso fuiste a verla a América? ¿Cómo te sientes cuando estás al lado de ella? No mientas. 

—Me siento vivo. 

Susana sonrió, ya esperaba esa respuesta.

—Susana, sé que si hubieras querido, habrías encontrado a tu amor verdadero también.

Ella rio con desdén.

—Yo ya lo había encontrado, estuvo a mi lado el tiempo que pudo. Yo era parte de él. Pero él era de alguien más.—Susana acarició la mejilla de su amor no correspondido, entre lágrimas que no dejaban de brotar. Bajó lentamente su palma hasta el pecho de él, donde se encontraba un corazón débilmente latiendo, entristecido.—Tú eras mi estrella. Ahora te libero. Tienes que encontrar a tu estrella, antes de que sea demasiado tarde. Terry, te amo, y por ello no quiero que termines como yo. Perdóname. 

Y su mano descendió en un movimiento fugaz. Terry la tomó y la besó. Mojándola con sus lágrimas.

—Te perdono. Y perdóname tú a mí. Descansa en paz, Susana Marlowe. 


🍂




Era libre. Finalmente, Terry era libre. 

Una pensaría que correría directo con el amor de su vida, pero no fue así.


Tras el funeral, Terry quedó destrozado. Se fue de la mansión Grandchester sin dejar ni una nota. Y durante un tiempo, nadie supo de él. Viajó de un sitio a otro, pisando lugares que sus ojos nunca habían visto jamás. 

En la capital de Francia, se detuvo en un mercado de pulgas, llamó su atención una aglomeración de gente. Estuvo recorriendo varios de los puestos andantes por un rato, hasta que vio algo que lo sorprendió en gran medida.

Candy Candy - Final Alternativo [Años más tarde...]Kde žijí příběhy. Začni objevovat