Capítulo 21. Un regalo

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Cuando despertó, Draco tenía la sensación de que se había pasado el rato soñando con Harry Potter. Su cerebro había actualizado todos los datos de Nilak y ahora lo veía claramente como el Niño-que-vivió.

Le mortificaba la pregunta de cómo lo había engañado. No llevaba gafas ni cicatriz cuando se conocieron. Supuso que llevaría un encantamiento de camuflaje o algo por el estilo. Lo que realmente no entendía era el por qué.

¿Por qué el salvador del mundo mágico y héroe condecorado de guerra se estaba escondiendo en un pueblucho de Alaska? ¿Por qué no estaba en Inglaterra disfrutando del prestigio y de su séquito de agotadores fans? ¿Y por qué no había podido ser sincero con él? Al hacerse esa pregunta, lo vio claro. Seguramente Potter primero desconfió de él, por eso se había mostrado tan grosero. Debía pensar que Draco tenía un plan maligno y quería descubrir de qué se trataba, como en aquella época de Hogwarts que Potter no paraba de perseguirlo por los pasillos como perro al acecho. Seguramente luchó contra todo su ser para odiarlo y por eso se alejaba constantemente de él, no querría que se le pegase nada de su maligna presencia. Pero tuvo que caer. Por más que estuviera hablando del mismísimo Harry Potter, Draco había visto verdad en esos ojos verdes. Tenía que haber sentido la complicidad en los besos, en esas pullas que acababan en caricias, en los gemidos durante el sexo. Aunque Draco fuese perfectamente consciente de eso, no podía perdonarlo. Más aún, si había jugado con los sentimientos de ambos, no había disculpa alguna que lo pudiera salvar. El capítulo de Harry Potter había acabado. No quería volver a saber nada de él. Jamás. Hasta él mismo se sorprendió al saber que ya no era venganza lo que buscaba. Ni siquiera la dulce venganza lo tentaba. Solo quería volver a casa, con su madre, y olvidarse de todo y todos. Centrarse en su vida, en Europa, que era donde pertenecía; y en su madre, que era a quien de verdad quería, la única persona sobre la faz de la Tierra que nunca le iba a fallar.

Tardó más de lo que dignamente le habría gustado reconocer darse cuenta de que tenía una maldita escoba mágica a su disposición. Potter había desaparecido (o eso creía), así que sólo le quedaba empacar las pocas pertenencias que quería conservar, y las chocolatinas Twix, y despedirse de Caos. Como ser no hablador, era al único al que no podía guardar rencor por el engaño. Además, la verdad es que siempre le había hecho compañía. Incluso en este estado deplorable en el que se encontraba ahora mismo.

Se estaba tomando su tiempo, algo lo retenía ahí, por alguna extraña razón, así que decidió dejar la maleta en la puerta y salir a dar un paseo con Caos. Se airearía y se despediría metafóricamente de ese pueblo que lo había acogido unos meses atrás (si "acoger" cuenta como eufemismo del año para "engañar").

El tiempo había mejorado, la lluvia del día anterior había derretido bastante nieve y el "total white look" habitual de Inovik ahora resplandecía con el verde de los árboles bañados con los rayos del sol del amanecer. Muy poético todo.

Un par de horas fueron más que suficientes para despejarse y decidir que irse sin despedirse de nadie era lo mejor. En primer lugar, no quería caer tan bajo como para ir a pedir explicaciones. En segundo lugar, nadie se había acercado a la cabaña (a excepción del valiente Gryffindor de turno, léase el sarcasmo del adjetivo). En tercer lugar, no quería seguir alargando ese episodio agónico. Volvería a Francia, con su madre, donde se encargaría de que se recuperase y trazarían sus propios planes para mantenerse a salvo. Una vez asentados y salvaguardados, se preocuparía por aumentar la fortuna Malfoy. Es cierto que sus cifras seguían siendo envidiables, pero ni de lejos como antes de la guerra. Si algo había descubierto sobre finanzas a su corta edad, era que las guerras eran sumamente caras de mantener. Voldemort no solo había abusado de la hospitalidad de los Malfoy, también de su generosidad en cuanto a temas crematísticos se refería. Su padre creía que así los mantenía a salvo de la ira del Señor Tenebroso. Qué ironía. Lo que consiguió fue atraer al Señor Tenebroso a las puertas de su hogar y, finalmente, una condena permanente en el peor tugurio del mundo: la cárcel de Azkaban.

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⏰ Last updated: Jun 21, 2022 ⏰

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Draco en AlaskaWhere stories live. Discover now