36| Wabi Sabi [Parte 1]

Začať od začiatku
                                    

—¡No sabía que iba a desmayarse! ¿Cómo iba a preverlo?

Miro a un lado enfocándome en el feo color azul que reviste las paredes para amortiguar la ira colándose por mi sistema, aunque el miedo no la deja tomar protagonismo por mucho tiempo. Mi pecho se comprime y hago el ademán de sentarme cuando una voz me lo impide.

—¿Familiares de la señorita Niza Daisy Hess? —cuestiona una enfermara con voz átona y llego hasta ella en dos zancadas.

—Sí, nosotros.

Nos mira escéptica con sus ojos empequeñecidos por el cansancio.

—¿Alguno de ustedes es familiar directo de la paciente?

Mi hermano me alcanza y compartimos una mirada vacilante, hasta que tomo la palabra.

—Soy su novio.

Las letras se quedan ancladas a mi lengua y resultan extrañas mas no molestas. Al contrario, es como si siempre hubiesen pertenecido a mi boca.

—De acuerdo—concede—. Por el momento solo uno puede verla.

—Ve tú, anda—me insta Bryce dándome una palmada en la espalda y sigo a la enferma alta cuando se gira y comienza a andar por el largo pasillo.

—¿Está bien? —inquiero con el miedo evidente en mi tono.

—Sí, está bien. La hemos trasladado a una habitación para mantenerla en observación el resto de la noche—contesta sin emoción.

No respondo, la garganta me aprieta tanto que duele. Me doy cuenta de lo nervioso que estoy cuando llegamos a la puerta de su habitación, el número 106 pegado a la pared adyacente en letras negras y claras.

— Procura no alterarla—me sugiere la enfermera—. En breve asistirá el médico encargado de dar seguimiento a su caso para realizarle unas cuantas preguntas.

—¿Tendré que salir para el cuestionario? —indago reticente.

—Eso será decisión del médico—ataja y gira sobre sus talones sin emitir otra palabra.

Permanezco frente a la puerta. Lo que normalmente me tomaría minutos convencerme para enfrentar, se reduce a una fracción de segundo en el que la necesidad de comprobar su bienestar sobrepasa cualquier rastro de indecisión. Giro el pomo y entro sin vacilar.

Niza está sobre la camilla con los brazos conectados a esos aparatos que tanto detesto a través de agujas que mancillan su piel, tan pálida como el color blanquecino de las sábanas y con el fiero rojizo de su cabello contrastando con el armonioso esquema de color del hospital.

Salgo de mis cavilaciones cuando gira el cuello para enlazar su mirada con la mía y mi pecho se cierra. Me cuesta verla así, como la materialización de un mal sueño, porque sus ojos normalmente vivaces y repletos de una curiosidad desmedida por la vida, están apagados por los golpes, tanto físicos como emocionales, y me abruma.

—Clay—me llama con un hilo de voz y una sonrisa diminuta que no llega a sus ojos.

—¿Cómo te sientes? —cierro la puerta a mi espalda.

Me acerco hasta quedar al borde de su cama y tomo sus dedos entre los míos para darles un apretón que me corresponde sin pensarlo dos veces, como si fuera una reacción natural.

—Como esa vez en la que Betsy me lanzó por los aires luego de enojarse conmigo—resuella y el comentario es tan tonto que me hace sonreír.

—¿Por qué tu yegua se enojó contigo?

—Por atizarla demasiado—se remueve y hace un gesto de dolor—. Quería ganar esa carrera, pero me traicionó—dice ofendida—. Estaba tan cerca.

Indeleble [+18] [Libro 1 de la Bilogía Artes] DISPONIBLE EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now