28| Adagio.

206K 15.1K 26.6K
                                    

Niza

Los oídos me zumban y es como si el tiempo se hubiese vuelto una masa densa y espesa, transcurriendo muy lentamente.

Respiro.

Clay respira.

Es el mismo compás.

Doy aire y él me lo quita en la misma medida que me lo da.

La música del concierto todavía se escucha apaciguada en estas cuatro paredes, como si estuviésemos en otra dimensión mientras permanecemos encerrados en este diminuto cuartito.

Toco el pecho de Clay prácticamente a ciegas, no sé si es su corazón, pero algo late a través de todo su cuerpo y lo percibo en la palma de mi mano. La luz de la lámpara de su celular es alta, pero no lo suficiente para discernir más allá de sombras y siluetas, sin embargo, puedo ver con nitidez el miedo en sus orbes, puro, profundo y abrumador.

Como si estuviese encerrado en su terror, consumido en sí mismo.

Y fue como verme por primera vez en el claro reflejo de un cristal.

—Está bien—susurro a media voz, temiendo que alguien nos escuchara, aunque nadie pudiera hacerlo.— Está bien, estoy aquí.

Toma mi mano que reposa sobre su pecho y la aprieta con fuerza, un leve temblor removiendo sus extremidades. El corazón me estremece, en parte por dolor y por impotencia, que lo aplasta sin piedad.

Clay me ha visto en medio del desastre, me ha visto derrumbarme hasta reducirme a los escombros una y otra vez hasta volver a armarme con las pocas piezas que conservo de mí misma; ahora que es él quien está del otro lado de la balanza, ¿qué más puedo hacer?

—Est...

—Ya lo sé—replica con la voz rota.— Estoy bien.

Le lanzo una ojeada mientras hace una mueca y comienza a moverse de nuevo, poco a poco, todavía sofocado por el terror, pero lucha por anteponerse, por vencerlo y continuar, porque cuando tienes un ataque de pánico, es lo que haces.

Es como estar dentro de una parálisis de sueño en la que el temor de imposibilita moverte, las voces de tu cabeza y los fantasmas de tus miedos te asechan, te rodean, te cazan, hasta que, poco a poco, logras mover un dedo, después una mano, un pie, una pierna y pronto, el resto del cuerpo.

Se aleja y apoya las manos en el suelo. La música del concierto se detiene, escuchamos voces y pasos ir de aquí para allá y rezo porque nos puedan sacar de aquí. Toma su celular, revisando no sé qué cosa.

—¿Qué haces?

Se frota los ojos y parpadea antes de seguir tecleando.

—Mando un mensaje.

—¿A quién?—cuestiono cubriéndome los ojos con el brazo cuando me apunta con la potente luz de su lámpara.

No tiene tiempo de responderme. Hay un ruido pesado proveniente de fuera, como si arrastrasen algo sobre el suelo que capta mi atención. Clay se incorpora con pesadez, como si sus brazos y piernas estuviesen entumidos, y me ofrece una mano en la penumbra para ponerme en pie que no dudo en tomar.

La puerta se abre enseguida, la repentina invasión de luz me cala los ojos y los hace escocer y es solo cuando el efecto pasa que vislumbro a Nadir en el marco de la puerta. Tiene el rostro compungido por la ira y los enormes ojos oscuros destilan la misma emoción corrosiva.

—¿Se puede saber qué mierda hacen ustedes dos encerrados aquí?—profiere con los dientes apretados.

Lanzo una rápida ojeada a Clay llena de pánico, pero él se mantiene imperturbable, como si su episodio de pánico nunca hubiera ocurrido.

Indeleble [+18] [Libro 1 de la Bilogía Artes] DISPONIBLE EN LIBRERÍASDär berättelser lever. Upptäck nu