Prólogo

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Invierno de 1963

Si le preguntaran a Sehun que era lo que menos le gustaba de Venecia siempre respondería que la vida era lo suficientemente aburrida como para no volverse depresivo: le parecía injusto haber nacido con un aspecto ordinario. Su cabello azabache era común como el de todo el pueblo y lo único que solía considerar bello de sí mismo eran sus manos. Aunque, si bien se tranquilizaba a sí mismo por el hecho de saber que nadie tenía algo especial que lo hiciera sobresalir, o eso era lo que creía antes de conocer en el club de Karate de su instituto a Kim Junmyeon. Él sí que era especial: aun cuando no lo quisiera podía sobresalir tanto como deseara.

Se convirtió en su mejor amigo luego de quedar hechizado por su angélica voz al presentarse en su club el primer día, desde entonces se volvieron inseparables; si no estaban almorzando juntos en el colegio, estaban en el club; si no era el caso alguno de los dos se encontraba en la casa del otro jugando videojuegos.

Llegó el invierno, y con ello los sentimientos del azabache se desbordaron. No podía ocultar lo que era más que obvio y eso le aterraba. Se encontraba entonces, enganchado observando el combate de su mejor amigo contra un chico dos años mayor, pero, a decir verdad, solo estaba observando al rubio como si se tratase de una obra de arte.

Frotó ambas palmas de sus manos sobre su rojizo rostro como si eso fuera a calmar toda la adrenalina que corría por todo su ser, encorvó su espalda deslizando sus dedos hasta su nuca, convencido de marcharse. Abriendo despacio sus parpados rogando que el rubio se encontrase fuera de su campo de visión, pero inevitablemente él seguía ahí; latente, luciendo tan enérgico como era de costumbre, con sus delicados cabellos rubios húmedos moviéndose con gracia ante cada movimiento ágil que realizaba tras golpear a su oponente, de una manera en la que la comisura de sus labios se expandía y mostraba los dientes en una hermosa sonrisa. Lo mantuvo, suspirando y en sus ojos notó un brillo de fascinación cuando sus manos impregnaron el cuerpo ajeno. Tal vez alguno de todos los puntos fue la causa de su enamoramiento, de cualquier forma, ya no había nada que hacer: había quedado completamente enamorado de Junmyeon.

Por supuesto que a Junmyeon le encantaba ganar en cada acción que realizaba, veía al mundo como si se tratase de una competencia para demostrar que él siempre era el mejor. Con él en el equipo todos sabían que ganarían. Y Sehun por su lado, desprendía una sonrisa cada vez que anunciaban que su amado era el ganador, un suspiro se asomaba al verlo acercarse, orgulloso de sí mismo.

En una de sus tantas peleas en donde Junmyeon resultaba triunfador, el azabache tomó un par de toallas de los estantes, observando como el rubio intercambiaba lugar con un chico en la banca, arrojó amistoso, una toalla en su rostro. –No le gustaras a las chicas si te ven sudando.

- ¿En qué momento dije que quería gustarles a las chicas? –Replicó burlón sin apartar la mirada. Aunque fue una respuesta de lo más común, inevitablemente hizo que el cuerpo de Sehun sintiera como si una descarga eléctrica se deslizara por su cuerpo deteniéndose en su cerebro y en su corazón.

–Eres un idiota. –Murmuró apartando la mirada, en lo que frotaba el cabello del contrario con fuerza, frunciendo tiernamente la nariz en modo de desaprobación al notar el alboroto de su cabello. –Luces horrible.

Trató de arreglar el desastre, sacudiendo el cabello ajeno antes de sentarse a su lado. El torneo terminó sin que Sehun pudiera darse cuenta, pues en su mente se encontraba divagando en lo que dijo Junmyeon "¿No le gustaban las chicas de forma romántica o ya tenía a una chica que le gustase?", en cualquier caso, prefería que fuera la primera opción.

Observaba de reojo a su acompañante, esperando el momento oportuno para poder cuestionarlo: cosa que fue imposible ya que el rubio terminó en un profundo sueño tan pronto como su cuerpo se recostó en el asiento delantero del autobús.

-Jun despierta... -Susurró, pues ya habían llegado a su destino. Sacudió poco segundos después los hombros del hombre que parecía ser el bello durmiente. –Vamos, somos los últimos en bajar.

Echó un vistazo rápido por la ventana sorprendido por lo tarde que era a juzgar por los escasos rayos de sol, una vez más sacudió a su amado hasta que el contario soltó un largo bostezo acompañado de un murmuro incomprensible. Sehun acto seguido, ayudó a que se sostuviera de pie para que finalmente bajaran del autobús.

Camino a casa sintió como si el tiempo se detuviera; parecía como si toda la población de Venecia hubiera dejado de existir en ese instante o eso era lo que le creía Sehun. Tomó una bocanada de aire, cerró los ojos con fuerza y respiró profundo. Meditó seriamente si era conveniente lo que quería decir o si era una rotunda estupidez, no lo pensó más. Se detuvo abruptamente para llamar la atención de Junmyeon.

- ¿A ti te gustan los chicos?

El rubio soltó un suspiro, sorprendido, se encogió de hombros ante la pregunta acercándose lentamente al azabache para decir. –Tendrás que esperar hasta mañana para conocer la respuesta.

Él se limitó a solo asentir dejando que el silencio invadiera el espacio de aquella noche. Al día siguiente a Sehun le pareció extraño el no escuchar el usual alboroto que solía provocar el rubio en el instituto, sus clases extrañamente se prolongaron, evitando así que pudiera encontrarse con algún compañero de Junmyeon: el cual no tenía ganas de entrenar pues su cuerpo está agotado por el torneo, pero, aunque el susodicho lo sabía, una parte de él quería encontrarse con el rubio.

-Disculpe. -Agitado por haber corrido, trató de regularse entre respiraciones entrecortadas. El ambiente en el salón de deportes era tenso y todos los presentes evitaron su mirada perdida, cosa que Sehun ni siquiera le importó, pues estaba muy ocupado buscando con la mirada a Junmyeon sin éxito alguno. - ¿Jun aun no llega?

-Él ya no vendrá. Tuvo que mudarse de improviso esta mañana. -Su entrenador giró el rostro hasta él e hizo una breve pausa para añadir. -Creí que ya lo sabías.

No lo pudo creer. Intentó asimilar cada una de las palabras del entrenador, un dolor inexplicable en el pecho invadió su ser poco a poco, él no podía irse, no de esa forma. Debía de tratarse de una broma de mal gusto, pero nadie reía. Lo que provocó que una ola de emociones invadiera su ser, y con ello, unas profundas ganas de romperse y largarse a llorar en cuestión de segundos: mientras tanto en su ser se arrepintió profundamente por haberle hecho aquella pregunta.  







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Hola, espero que estén disfrutando de la lectura. 

El siguiente capitulo lo publicaré el martes 12 a las 7:00 pm horario de México. 

Esta historia forma parte del fest "Un Romance de Novela", organizado por @Victoria-CB

Pasiones (In)CorrectasWhere stories live. Discover now