Abrí los ojos despacio intentando acomodarlos a penumbra del lugar donde me encontraba. Lo primero que vi fue un techo negro con una lámpara enorme y antigua justo encima de mí. Giré la cara y vi los ojos oscuros que tantas veces me habían desconcertado. Su pelo negro estaba muy revuelto y tenía cicatrices de pequeños arañazos por todo el rostro, pero su sonrisa torcida cuando vio que estaba despierta hizo que se me olvidaran todas las preocupaciones.

—¿Sabes qué empiezo a estar un poco harta de que tu voz aparezca siempre en mis sueños?

—¿Qué? —preguntó con cara de desconcierto mientras un leve rubor teñía sus mejillas.

—Nada. 

Me incorporé despacio con su ayuda, pues aún me encontraba un poco débil. Me di cuenta que estaba en el despacho del profesor Sanderson, cosa que me dio tranquilidad. Peter se incorporó y tomó asiento a mi lado. Cogió mis hombros mientras me miraba con tal intensidad que, esta vez, fui yo la que se sonrojó. Una de sus manos subió hacia mi mejilla, haciendo que cerrase los ojos disfrutando del cálido contacto de su piel. 

Justo cuando iba a preguntarle que estaba pasando se acercó rápidamente hasta que sus labios encontraron los míos. 

En el pasado, cada vez que una parte de mi piel entraba en contacto con la de Peter una pequeña corriente recorría mi cuerpo, una sensación tan dulce que me causaba a la vez nerviosismo, emoción y desconcierto. Justo en el momento en el que nos besamos, esa sensación se vio incrementada hasta el infinito. 

Poco a poco la intensidad fue aumentando. Nuestras lenguas se buscaban mientras mi mano acariciaba su mejilla con cuidado de no lastimarle tocando sus heridas. Tomó mi cuello con firmeza, como si nunca quisiese dejarme ir. Una cálida sensación comenzó a emanar de todos los poros de mi cuerpo y pensé en que ojala no se acabase ese momento. 

—Pero qué...

La voz de Kevin hizo que nos separáramos rápidamente, intentando disimular. Nos miraba con extrañeza mientras Lily aparecía a su lado con cara de felicidad mirando hacia algún punto encima de nosotros. Levanté la cabeza y pude ver decenas de bolas de luz fucsias y blancas que revoloteaban mientras se desvanecían poco a poco.

—¿Qué está pasando? —pregunté, asustada— ¿Quién esta haciendo esas luces? El don blanco no estaba...

—Desaparecido.

El profesor Sanderson entró en la habitación con las manos en los bolsillos y una sonrisa preocupada. Con un gesto de la mano indicó a Lily y Kevin que saliesen del despacho. La rubia se dio cuenta enseguida y tomó a su amigo del brazo que aún seguía embobado mirando las pocas bolas de luz que aún quedaban sobre nuestras cabezas.

—Anna, tendrás que perdonarme. Hemos estado todos muy equivocados. 

—¿Equivocados?

—Nuestro mundo, nuestra especie, es muy joven comparado con la edad del universo. En este tiempo no hemos podido desentrañar todos los misterios que envuelven los dones que poseemos. Intenté buscar una explicación lógica a la forma en la que podías ver nuestras luces mientras otros perseguían una profecía que encajaba perfectamente con sus propósitos.

Se sentó en el escritorio mientras limpiaba sus gafas. Mi cabeza aun daba vueltas y sentía que podía volver a desmayarme en cualquier momento. Me fije en que las luces estaban apagadas, pero entraba un poco de claridad por el ventanal.

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Unas horas —contestó Peter—. Conté al profesor lo que pasó y me dijo que no te llevase al hospital, que no tardaría en llegar. De todas maneras no creo que allí hubiesen sabido que hacer.

Etéreo [Saga Luces de colores 1]Where stories live. Discover now