Su hermosa melena rubia natural con esos ojos que tanto me han cautivado, aparecen en mí mente y crea una frustración en mí. Siento como se forma una presión en mi pecho y gruño.

Rebecca piensa que es por ella, pero es todo lo contrario. No puedo hacerle esto. No puedo pensar en Jude cuando estoy con ella. Respeto a Rebecca como persona y como mujer y seguir con esto, sería faltarle el respeto.

Yo no soy como ella. Ella puede estarse aprovechando de mi imagen, pero yo no quiero seguirlo haciendo con ella. Sí, es solo sexo para mí y para ella es mayor visualización ante los medios, pero no está bien. Me siento sucio por dentro y es como si decepcionara a todo en lo que creo.

Rebecca me intenta quitar con desesperación el bóxer, pero la detengo.

—¿Qué haces? —me pregunta, con la respiración pesada.

Nos gira, dejándome a mi a espaldas y ella a horcadas sobre mí. Se mueve sobre mi miembro, complaciéndose, mientras yo no quiero que siga. Hasta aquí llego yo.

Tomo sus caderas y hago que detenga sus movimientos.

—Logan, no me hagas esto. Necesito que alguien me complazca y si no eres tú, va a ser alguien más —me amenaza.

¿Quién se cree ella para amenazarme?

—Ese es un chisme con el que se regocijaría la prensa, ¿no es así? Ya veo las primeras planas: "Logan Miller, doble campeón del Gran Premio de MotoGP, es engañado por Rebecca Palmer por falta de satisfacción sexual" —la aparto de mí y me levanto molesto.

Estoy molesto porque sé que es capaz de hacer algo así.

Me paso las manos con frustración por el cabello.

—¡Logui! ¿En serio me crees capaz de eso? —pregunta ofendida.

Me vuelvo hacia ella y la miro con ironía.

—Uno, —espero con seriedad— no me llames Logui. Solo hay dos personas en el mundo que me pueden llamar así, nadie más —mi corazón se acelera al pensar en Jude. ¡Joder! Todo vuelve a ella. Siempre lo hace—. Dos, eres capaz de ello y mucho más.

Se levanta con rapidez de la cama y se acerca apresuradamente a mí.

—Pero, Logan, soy tu novia —posa sus palmas sobre mi pecho desnudo. Yo retrocedo. Hay desaprobación en sus ojos, pero lo ignoro—. Nunca traicionaría tu confianza así.

—No somos novios, Rebecca. Eso es lo que le hiciste creer a los medios.

—¡Claro que no! —niego con la cabeza.

No me lo puedo creer.

Es tan cara dura...

—¡Es la verdad! No pasaron ni cinco minutos de nosotros habernos acostado cuando subiste esa maldita historia a Instagram. Todos hablaron de ello por semanas y hasta mi familia me preguntó varias veces si estábamos juntos por todas las estupideces que estuviste subiendo.

—¡No eran estupideces! Es lo que sentía.

Usado. Usada. Eso es lo que somos. Pero yo no puedo más. Estar haciendo esto me está destruyendo por dentro y no dejo de pensar en quien no debería.

Supongo que todo este remolino de recuerdos se debe a mi preocupación por ella desde que vi las noticias la semana pasada. Yo...quise llamarla, pero no pude. Quería escuchar su voz y no tuve el valor. Por eso, decidí enviarle un mensaje, al que obviamente no respondió. No ha respondido el mensaje de ninguno de nosotros y eso solo hace que me alarme más.

—No me mientas en la cara, Rebecca. Puedes usarme por mi imagen o cualquier cosa, pero al menos ten la decencia de no mentirme a la cara —le recrimino.

Los Kilómetros Entre NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora