Darla Jonas tiene un don especial, un don que muchos no podrían entender. Darla Jonas tiene el don de ver los colores del corazón. Puede saber cuándo una persona esta triste, feliz, dice la verdad o una mentira, o si siente emoción o si la finge. A...
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LAVANDA.
Las carcajadas sonora de mi tía y mi mejor amiga, llama la atención de las trabajadoras del taller de la rubia, estas curiosas oprimen una risa y veo como vuelven a su trabajo.
Avergonzada y derrotada, subo mis piernas a la silla, las abrazo y hundo mi cabeza entre ella.
¿En verdad me llevo hasta la policía?
¿Tenía que ser tan extremo?
Suelto un sonido ronco de mi garganta y se desplomo en donde me encuentro sentada.
¿Quién es ese De Luca y por qué me hizo eso?
—Esperen... Espere... Esperen...— la voz de la castaña suena entre cortada, bufo al verla y esto no puede ser peor.
—Así tal cual paso, encima, esta niña se pone hablar con un delincuente.
—¡Que no era un delincuente!— me paro a defender a Jefferson— Lo atraparon por error, ya se los dije.
—Ajá y los que tengo son de leche.
—Aish... me desesperan.
Jessa se para de su puesto, me toma de los hombros y me lleva a su oficina, una vez allí, tomamos asientos en el sofá.
—¿Estas segura que es él? El del corazón raro.
—Sí, es él. Me dijo que quería conocerme, no sabía que iba a ser allí.
La castaña no puede de la risa y se tapa la mano con la boca, por otro lado, mi tía nos sirve café y unas galletas de chocolate.
—A decir verdad, me callo muy bien.
—¿Qué? — escupo la masa de chocolate y esta le cae en la cara de Erín, ella al sentir las migas en su cara, se limpia y su carcajada es más grande.
La van a escuchar en la china.
—¿Acabas de perder la cabeza, Jessa?
—Es sincero, cualquiera en su lugar hubiera hecho lo mismo, además, es un caballero al hablar.
