XI | El peso de la pérdida

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—Tenemos la sospecha de que la han secuestrado —soltó Nashira de sopetón en cuanto la puerta se cerró detrás de ellos.

Orión no despegaba la vista de Alkaid, analizando al detalle cada uno de sus movimientos, al igual que los de su hermana pequeña, aunque esta última no le preocupaba demasiado.

En una pelea cuerpo a cuerpo sería capaz de derrotarla con facilidad, pero su hermano era una historia totalmente distinta.

Alkaid palideció al escucharla, y se dejó caer en una de las sillas que había rodeando la alargada mesa ubicada en el centro de la habitación. Orión no pasó por alto ese minúsculo detalle. Sintió una picazón en el pecho.

Estaba claro que Fayna sabía elegir bien sus compañías, porque había sido capaz de encontrar incluso su propio ctónic protector.

Intentó no darle demasiadas vueltas a esos pensamientos, ya que estaban basados en la envidia... o en los celos, y en esos momentos era lo último que necesitaban.

—Debemos encontrarla —habló Sabik con decisión.

A diferencia de su hermano, ella seguía de pie y tenía las manos en forma de puños. Su mirada rojiza desprendía preocupación al igual que la tensión que emanaba su pequeño cuerpo.

Nunca se había parado a pensar en la relación que podría tener Fayna con aquellos dos ctónics a parte de ser él su entrenador de boxeo y ella la recepcionista del local.

Aunque menos aún entendía porqué estaban tan dispuestos a brindarles ayuda.

—Primero tenemos que encontrar un portal.

Todos se giraron en su dirección al oírlo hablar.

Orión se pasó una mano por el pelo antes de pasar los dedos por su frente, intentando alisar las arrugas que se le formaban en aquella zona cuando se frustraba. Debía planificarlo todo bien, debía ser esta vez el mejor estratega del juego, debía —necesitaba— ser el ganador de la partida.

No podía permitirse perder a Fayna, porque se perdería a sí mismo también.

Soltó un suspiro antes de continuar.

—Tengo que entrar a Echeyde —aclaró.

El resto pareció comprender sus intenciones, aunque por la mirada de Nashira sabía que, aunque lo entendiera, no estaba de acuerdo con él.

Tenemos que entrar en Echeyde —recalcó el plural la espectro.

La mirada que le echó era una mezcla extraña entre enfado y alivio.

Orión sabía que, por un lado, que estuviera dispuesto a cruzar esas líneas por Fayna la tranquilizaba... pero también era consciente de que le había molestado en sobremanera que no contara con ella en su plan. También era su amiga, casi como una hermana para ella.

De manera inconsciente, el tigot encorvó los hombros hacia delante y bajó la cabeza.

Por el rabillo del ojo vio como Alkaid abría la boca para decir algo cuando la puerta del despacho se abrió de golpe, provocando que cerrase la boca al momento.

Una mujer robusta, con un par de brazos musculosos y tatuados, se encontraba en el marco de esta analizando a cada uno de los que se encontraban ahí.

Al terminar su inspección, carraspeó sonoramente.

—La casa de los Guayota está en llamas.

Todos los presentes de la mesa se levantaron sin siquiera molestarse en preguntar qué era exactamente lo que había ocurrido. No obstante, Orión, desafortunadamente, no pasó desapercibido frente a su sanguinaria mirada.

Yin. El bien dentro del malWhere stories live. Discover now