Tal vez un poco irónico, pero es lo que me sale como forma de protegerme.

—Ese siempre fue el problema, no puedes tomarte nada en serio —quita el cabello de su rostro con un movimiento rápido y me mira de forma desafiante.

—Tus prejuicios fueron el problema, me dejaste, aprende a soltar ahora —recomiendo con una irónica amabilidad.

Ella abre la boca para responder, pero Dylan la interrumpe antes de que pueda hacerlo:

—Ya, por favor, ha sido claro y te lo dijo bien: no quiere hablar contigo. No. Son dos letras, no es tan difícil de entender.

Maia me lanza una última mirada despectiva y se voltea hacia donde están sus amigos, que antes también eran los míos y ahora ni siquiera me saludan.

¿Qué les habrá dicho? No lo sé, pero pensar en que solo se alejaron por mi sexualidad me tuvo sintiéndome como mierda por varios meses.

Solo Fabri y Lula estuvieron allí, ellos también se alejaron de los demás, pero no me dijeron qué pasó, jamás hablamos de eso.

—Lo siento —murmuro para los chicos en cuanto estoy seguro de que ella está lo suficientemente lejos—. La noche se arruinó para mí, debería irme a casa.

—¿Quieres que nos vayamos a otro sitio? —acepta Lúa de inmediato— Podemos hacer algo más tranquilo.

—No, ustedes quédense, yo pediré un Uber y...

—Si venimos juntos, nos vamos juntos —niega Dylan—. Busquemos a las chicas.

—No, de verdad no quiero arruinarles la noche...

—Vinimos aquí a pasar tiempo contigo, si tú no estás cómodo nos vamos a hacer algo distinto —mantiene firme su postura, mientras con la mirada busca a Indra y Freya.

—Busquemos arriba —Lúa jala mi mano lejos de la barra y Dylan nos sigue de inmediato.

Subimos por una angosta escalera que está junto a los baños, y en cuanto llegamos al segundo piso me doy cuenta de que es infinitamente más bonito.

La música es más tranquila y el espacio es abierto, hay gente sentada en una gran cantidad de sofás de madera y lucecitas tenues le dan una energía bonita al lugar.

Algunas personas bailan, las demás solo beben, fuman y hablan.

—Me gusta más aquí —digo liberando mi mano de la de Lúa.

—¿Te quieres quedar?

—Sí, está bien —cedo cuando por fin divisamos a las chicas.

La verdad es que no quiero dejar que Maia me arruine la noche, pero sí me cambió el estado de ánimo. Terminamos hace mucho, jamás ha querido hablarme pero siempre está dando vueltas, y la conozco tanto que sé que solo lo hace porque está herida. No quiero justificarla, solo es que los cuatro años de relación que tuvimos fueron bonitos, yo sé que ella es una buena persona, y por eso me hizo sentir tan mal la forma en que reaccionó.

Supongo que la odio porque aún la quiero, pero no voy a estar en condiciones de perdonarla nunca.

—¿Seguro? —Dylan intenta cerciorarse.

—Sí —me río por la extrema atención que me ponen todos—. Ya les dije que aceptaré el contrato, dejen de esforzarse tanto.

—Me ofendes —se indigna rápidamente—. Soy un hijo de puta el noventa por ciento del tiempo, pero a mis amigos los cuido con mi vida, siempre.

—Es verdad —lo apoya Lúa—. No creas que tienes trato preferencial, él simplemente es así.

—¿Y tú?

El sexto integrante Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα