—L-lo siento, ¿me dijiste algo? —pregunté confundida.

—Dije que ya puedes bajar del auto —repitió, soltando un leve suspiro.

El amigo de Madison abrió la puerta trasera del automóvil con amabilidad para que pudiera salir. Lo hice de inmediato, evitando mirarlo, avergonzada de que viera mis ojos hinchados.

Caminé con pasos acelerados hasta llegar a la puerta, la cual fue abierta por Mariana antes de que siquiera la tocara. Al verme y notar mi tristeza, no dudó en recibirme con un fuerte abrazo.

Era evidente que estaba angustiada por nuestra repentina tardanza, ya que ninguna de las dos le dio aviso de a dónde iríamos después del trabajo y ya habían pasado varias horas.

—¿Por qué tardaron tanto?—Mariana miró a Mad con enojo—. Loren, cariño, ¿por qué traes los ojos hinchados? Mad, dime a dónde fueron —espetó.

—Mamá…—Frunció el ceño, fastidiada por cómo la trataba.

—Fuimos a mi casa a recoger mis cosas, pero Adrián estaba ahí y…—Mostré la maleta.

—¿Qué hicieron, qué? ¿Te hizo algo? ¿Qué te hizo?—Interrumpió mi explicación.

—No me hizo nada, no te preocupes, Mar —contesté.

—Entonces responde, ¿por qué estás así?

Me miró molesta.

—F-fue una pelea, una absurda pelea.

—No es cierto, no le mientas, Loren —murmuró Mad, cruzando los brazos—, ese maldito le apuntó con un arma.

—¡¿Qué?!—gritó Mar, asustada.

—Pero no me hizo nada —terminé de explicar.

—¿Cómo es posible…?

Sabía que iba a enojarse, pero no medí las consecuencias.

—Lo lamento, Mar, puse en peligro a Mad —dije cabizbaja.

—Loren, Mad no estaba en peligro, yo sé a qué mujer crié.

—Exacto, antes de que intentara tocarme un solo cabello… le hubiese arrancado la cara —afirmó Mad.

—¿Están bien? ¿Mad? ¿Loren?—Nos volteó a ver lentamente, algo preocupada.

—Yo me lastimé un poco la pierna, pero estoy bien —respondió Mad.

—Yo… estoy algo confundida.

—¿Confundida?—pregunté.

Me senté en el sillón al igual que Mar, ambas nos mirábamos ya que teníamos preguntas pendientes; era difícil hablar con ella sin llorar.

El llanto del pequeño Alberto alarmó a Mad, quien no dudó en ir a asegurarse de que todo estaba en orden con él.

—Dulces sueños, necesito ver a mi bebé antes de dormir —dijo antes de dirigirse a la habitación.

Era demasiado tarde, casi dos de la madrugada, y Mariana necesitaba una explicación, pero no tenía el valor suficiente para seguir mirándola unos segundos más.

—Loren, sabes que puedes confiar en mí.

—De verdad lo lamento, solo estoy causando problemas y creo que es mejor que me vaya —mi labio inferior temblaba en cada palabra, estaba nerviosa.

—No puedo obligarte a que te quedes, pero ten en cuenta que aquí ya tienes una familia, una que realmente te ama.

El amor que Mariana le tenía a su pequeña familia era inmenso: una fortaleza para seguir adelante, su mayor tesoro, y ahora me hacía parte de ella.

Nos dimos un fuerte abrazo en medio de unas cuantas lágrimas, y luego de ese momento especial, comenzó la plática que no quería tener.

—Loren, ¿qué pasó dentro de la casa? Sé que no nos conocemos de toda la vida, pero quisiera tener tu confianza.

Suspiré.

Aparte de mi psicóloga, la única persona que sabía todo lo que había pasado con Adrián a detalle era Mariana, ya que sentía como si fuera mi madre y había sido de gran ayuda desahogarme con ella.

—La tienes, Mar, ustedes han sido lo mejor que me ha pasado en años y no sé cómo pagarles todo —explicaba.

—¿Entonces? Dime qué pasa, por favor.

—No lo sé, todo fue tan raro…

—¿A qué te refieres?

—A que le dije una mentira y no hizo nada, pensé que se atrevería a golpearme, pero comenzó a decir cosas sin sentido.

—¿Qué tipo de cosas?

—Negó sus engaños y dijo que si me sentía mal, como si estuviera desorientada de la realidad.

Era muy confuso, ni siquiera podía describir con exactitud todo lo que había pasado, ya que no entendía el porqué de su comportamiento.

—Eso es un milagro, después de la bofetada que te dio por una estupidez, pudo lastimarte de nuevo.

—No, no me entiendes, ni siquiera se defendió cuando le di el puñetazo.

—¿Qué dices?

—En serio, solo dijo que me iba a arrepentir de todo.

Su mirada sombría y las palabras que dijo, eran algo difícil de entender o descifrar.

—Loren, ese imbécil está tramando algo.

Ahí estaba mi respuesta.

—¿Cómo qué?

La miré de nuevo a los ojos.

—No lo sé, tendremos que esperar a que actúe. ¿Cuándo tienes que firmar el divorcio?

Pensé un poco, tratando de recordar la fecha, pero mi cabeza no daba para más.

—En unos días, el trámite ya está hecho.

—Entonces habrá que investigar…

Asentí pensativa.

—¿Quieres un té? Estás helada y muy pálida.

Tenía razón, llevaba días sin alimentarme correctamente y me sentía débil, aunque ya no necesitaría el tranquilizante.

—Sí, gracias.

Mariana se dispuso a preparar el té, mientras yo la observaba con paciencia. Era extraño, algo dentro de mí me decía que esa sensación la había vivido antes, como si fuera un deja vu.

—¿Pasa algo?—preguntó Mar.

—No, cosas sin sentido —respondí.

Mariana me entregó la taza tibia en las manos y con una leve sonrisa dijo:

—A veces las cosas que pensamos que no tienen sentido, son las que más lo tienen.

Tal vez era el té o el olor de la calidez con la que lo había hecho, que me decía sentirme segura.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें