II: Que Yahveh esté contigo

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Después de una agradable siesta, el rizado despierta, pero con un pequeño detalle el pequeño ojiazul ya no se encuentra a su lado.

El rizado se levanta, poniéndose los zapatos, acomodando sus rizos y saliendo de su habitación.

Después, va a la cocina, donde está Doris preparando el desayuno junto con el castaño, el cual está sirviendo el zumo de naranja.

El rizado abraza a la mujer por detrás con cariño, dejando un tierno beso en su mejilla.

—¿Como estas Doris? ¿Tu rodilla está mejor?

—Si cielo, ya me encuentro mejor.

El rizado siempre se acuerda de todos los pequeños detalles de todo, como que su querida Doris había golpeado su rodilla recientemente con un mueble mientras intentaba abrir una ventana alta.
El cariño que el ojiverde siente por la mujer es inexplicable, la quiere incluso tanto como a su propia madre.

Una vez el rizado se asegura de que la pelinegra está en correcto estado, mira a Louis, el cual ya lo estaba mirando atentamente.

—Buenos días judío de mierda— dice el rizado con una sonrisa, para luego tomar una manzana y darle un mordisco.

—Buenos días Nazi de mierda— el ojiazul sabe que si hubiera sido otra persona decir eso hubiera sido el suicido, pero por favor, habían dormido en la misma cama.

—Touché— dice el rizado, señalando al castaño con la manzana.

La pelinegra solamente mira la escena, atónita de lo que está pasando, riendo a veces.

—Bueno, iré a ducharme, suerte con eso— el rizado les guiña un ojo y sale de la cocina, dirigiéndose al baño, pero encontrándose en el camino a su hermanita sentada en el suelo llorando.

El rizado se agacha a su altura para echar algunos mechones de su pelo detrás de sus orejas.

—¿Que ha pasado enana?

—Me h-he caído juga-jugando— la morena solloza, así que el rizado, con preocupación, toma su rodilla, observando que tiene esta toda raspada, así que la toma en brazos y la lleva hasta el baño, donde saca un botiquín y comienza a limpiar las heridas.

De un momento a otro, un ojiazul se hace presente, viendo la escena con detenimiento, observando que no está limpiando la herida correctamente.

—Uhh, no lo estas haciendo bien.

—¿Que?

—Le secarás la piel y tardará más en curar si lo haces con alcohol, prueba esto— el castaño le acerca un frasco transparente, con un líquido de igual forma dentro— esto hará el mismo trabajo, pero no se secará la piel, y en unos días seguro que ya ha cicatrizado.

El rizado lo toma con una sonrisa, asintiendo.

—Ya verás que te vas a poner buena pronto, ¿si?— el rizado trata de calmar a su hermana, la cual todavía llora levemente.

—Pequeña, tu hermano te va a curar, y luego, podrás ir a jugar afuera, pero ten más cuidado— La pequeña sonríe un poco y asiente.

Una vez la morena está curada, volvió a salir fuera.

El rizado se recuesta en el lavabo, suspirando.

—¿Estas bien?

—Uh, si, solo... solo tomaré un baño.

El rizado se saca su camiseta, notando la atenta vista del castaño en su torso desnudo.

—¿Te vas a quedar ahí mirando? Lo digo porque si te vas a quedar te traigo una servilleta para la baba— comenta el rizado en tono burlón.

Todo por ti [Larry Stylinson]Where stories live. Discover now