Capítulo 13

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El rubio permaneció en el cuarto del baño, no quiso salir de ahí por nada en el mundo, se recosto contra los azulejos del baño y cerro sus ojos, con el agua fría recorriendo cada parte de su cuerpo.

Tratando de olvidar lo que pasó en la habitación, tratando de no recordar los gemidos de la ardiente chica, tratando de evitar las sensaciones que ella le provocaba.

Por supuesto que lo que había hecho no era algo que estuviera moralmente bien, al momento que sus labios estuvieron en contacto con los de ella, no pudo evitar dejarse llevar por las sensaciones producidas.

Zabdiel resoplo y cerro los ojos, negándose rotundamente a volver a la habitación de Malexa, a dirigirle la palabra, a tan siquiera hablarle.

¡Había caído en sus garras muy rápido!

Por supuesto, en menos de unos meses ella ya lo tuvo en su cama, se adueñó de su virginidad y se metió en su cabeza. Claramente esa chica tenía algo, algo más que ser jodidamente ardiente.

Algo con lo que el rubio no podía luchar.

—Zabdiel...—la voz de Malexa del otro lado de la puerta hizo que el rubio tenga ganas de llorar.

El rubio no respondió, obviamente no lo haría, no quería tener más contacto con ella, ni verbal, ni físico, ningún tipo de contacto en lo absoluto. Debía ignorarla lo máximo posible.

—Largo—espeto el rubio en un tono elevado.

—Solo quiero hablar, Zabdiel—la súplica en el tono de voz de Malexa era palpable.

—Largo—repitió en el mismo tono.

—¡Zabdiel solo quiero que hables conmigo! ¡No haré nada que no quieras!

—No quiero hablar contigo, Malexa, vete, ya has logrado lo que querías, ahora puedes ir y ofrecerte a cuánto hombre quieras, total, ya has conseguido lo que querías de mi—dijo el rubio con los ojos cerrados.

Estaba siendo muy duro con ella, demasiado duro, por algo que ambos hicieron por gusto, no solamente Malexa, ambos.

—¿Disculpa? ¿Me has llamado ofrecida? —el reproche de Malexa hizo que Zabdiel abriera los ojos, ella estaba frente a él con los brazos como jarras y el ceño fruncido.

Ahí Zabdiel cayó en cuenta de que no había cerrado la puerta con llave. Miro a Malexa por unos segundos, ella estaba completamente desnuda, así que Zabdiel se limitó a mirarle a los ojos.

—Eso es lo que eres, ¿quien fue la que se desnudo frente a mi? ¿quien fue la que me chupo mi parte íntima? ¿quien fue la que se me insinuó? Dime, si eso no es andar de ofrecida, entonces, ¿qué es? —pregunto el rubio con la voz frívola.

Ni una pizca de simpatía en su voz. Estaba enojado, bastante, a decir verdad. Malexa se quedó callada frente a él, sin ánimos de decir otra cosa.

—¿Ahora no tienes qué decir? Por supuesto, porque sabes que tengo razón.

—¿No que tan cristiano? Un hijo de dios, como dices, no trataría así a una mujer, debería sacarse los ojos para no caer en la tentación de una sexy mujer, tienes un instinto de hombre después de todo, te gustan las mujeres, pero quieres vivir en una burbuja. La lujuria no es mala, el deseo tampoco, es algo completamente normal en la actualidad; que tú no quieras aceptar la realidad no es mi culpa, tu me deseas de la misma forma que yo a ti, Zabdiel, pero no quieres aceptarlo —dijo ella mirándolo fijamente.

Él soltó una risa.

—Sal de aquí, Malexa —ordenó, ella le dedicó una sonrisa de deficiencia. 

Se aproximó a Zabdiel, a paso lento, provocando que el rubio se pase las manos por el cabello con frustración.

—¿No quieres cogerme nuevamente? —pregunto ella colocando sus manos sobre sus senos. —, ¿chupar mis pechos como ya lo habías hecho?

—¡No! ¡Vete de aquí! ¡No quiero que te me vuelvas a acercar! ¡Hay muchos hombres en este mundo para que quieras ofrecerte a mi! ¡Largo! —exclamó Zabdiel con frustración.

La rubia pego sus labios entre sí y asintió con la cabeza con rendición. Por supuesto, para ella ya estaba claro, el rubio no admitiría que la desea y su forma de evitar a Malexa sería negandose a sus instintos de hombre.

Ella camino fuera del baño con los ojos de Zabdiel pegados en su trasero, por supuesto, disimuladamente.

Cuando la rubia estuvo fuera, cerro la puerta, dejando al boricua solo, al borde de la locura. Él se sentó en el piso frío de la ducha y coloco sus manos sobre su rostro.

—¿Qué estás haciendo conmigo, Malexa?

(•••)

Por la mañana del día siguiente, Zabdiel no se había comunicado con nadie, es más, ni había asistido a sus clases. Porque le dolía el hecho de haber pecado de tal forma, de haber caído tan bajo.

No pudo mirar a Malexa.

Ni le había dirigido la palabra, más ella no había insistido, lo había evitado de la misma forma, porque no quería agobiarlo o hacer que se enoje y pida mudarse de habitación.

Después de todo, a la rubia le gustaba Zabdiel como compañero y no quería que se fuera de ahí.

Zabdiel recostó su espalda contra la pared, se encontraba observando la ventana pensando en el lío que se había metido desde que ella llegó a su vida.

Su cabeza no paraba de repetir lo que había pasado la noche anterior, los gemidos de la rubia, sus súplicas, la forma en que la tomo, pero debia hacer su mayor esfuerzo para no pensar en esas cosas.

—¿Sigues vivo? —la voz de Hayes lo saco de su trance.

Hayes vestía una playera blanca junto con un short playero de estilo hawaiano, su cabello bien peinado y unas zapatillas negras.

—¿Y esa carita? ¿La bruja sexy volvió a hacer de las suyas?

—No quiero hablar de ello, Hayes—dijo el rubio sin una pizca de dulzura.

—¿Por qué? ¿Sucedió algo con tu familia? ¿Estás bien, hermano? —le pregunto frunciendo las cejas.

Zabdiel suspiro y se acercó a una silla para tomar asiento, su amigo le observaba con una ceja alzada. El rubio no pudo evitar sentirse ignorado, al ver como Zabdiel creaba una especie de armadura contra él.

No le iba a comentar nada de aquella noche, por supuesto que no, su amigo lo tacharía de pecador.

—Hayes no quiero hablar de nada de esto—murmuro por última vez. Hayes se sentó en el suelo frente a Zabdiel y asintió con la cabeza.

—¿Puedo quedarme por lo menos? Es para que no te sientas solo y hagas alguna locura, no quiero que te pase nada.

—Vale, hazlo, quédate, pero solamente cállate, no quiero tener que lidiar contigo.

El rubio acepto los términos y condiciones de Zabdiel, como si de un juego se tratase. Ambos se miraban fijamente, esperando que uno hable primero.

Pero claro, ninguno lo haría porque, Hayes no quería incomodar y Zabdiel no quería comentar nada acerca de lo que pasó con Malexa.

ZabdisusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora