Misa

26.9K 107 0
                                    

Era un domingo, me había quedado a dormir a tu casa y tus padres nos habían "invitado" a ir a misa con ellos.

Nos sentamos en la sexta fila, más o menos en medio, cerca de la salida. No nos habían dejado casi descansar y encima habían llamado a la puerta justo antes de poder despertarte con una buena comida de coño nada más despertar, así que estábamos bastante cachondos. Estaban empezando a cantar mientras entraba el cura, nos levantamos hasta que nos dejo sentarnos otra vez. Estábamos en el medio, pero no había mucha gente así que estábamos en la última fila de bancos con gente solos los dos, tus padres se habían sentado en primera fila, y ya por ahí no pasábamos.  Vi que todos estaban muy concentrados en sus cánticos, y tus padres estaban muy lejos, así que disimuladamente acerque mi mano a tu entre pierna, venías en vestido, como te había pedido tu madre, así que notaste en seguida mi mano caliente sobre tu pierna desnuda.
- ¿Qué haces? - preguntaste
- Jugar - Respondí con una sonrisa pícara y un beso en la mejilla.
Entonces empecé a meterte mano por encima del tanga que te habías puesto, ese negro de encaje que me enseñaste antes de salir de casa. Te presionaba sobre el clítoris haciendo pequeños círculos y luego te llevaba los dedos hasta el coño para meterte el tanga y mojarlo.
Estabas aguantando muy bien el tipo, mientras escuchábamos las oraciones de los allí presentes, así que decidí ir a por todas. Tocaba levantarse y cuando lo hiciste sujeté tu tanga con mis dedos de forma que te lo bajé al levantarte del asiento dejándotelo por los tobillos para que nadie lo viese, tu cara de sorpresa y excitación fueron toda una motivación para seguir adelante.
Antes de que nos tocase sentarnos, y aprovechando que no había nadie detrás, me chupé dos dedos cuando nadie miraba y te levanté el vestido por detrás para metertelos por el coño y, así, al sentarte te los metiste tú solita hasta el fondo, ahí no pudiste contener un pequeño gemido que disimulé tosiendo.
Comencé a mover mis dedos dentro de tí y tú cara no pudo evitar expresar lo que sentía y entonces empezaste a mover la cadera, te agarraste con fuerza al banco y empezaste a ir de alante hacia atrás con la fuerza justa para no hacer ruido, pero con la intensidad suficiente como para hacerte sentir un gran placer.
Ahí fue cuando noté que el cura nos había visto, me echó miradas disimuladas para no parar la misa y que nos fuésemos, pero yo seguí un poco más para retarle mientras tú me mirabas con una mezcla de morbo y ganas y de salir de allí. Su cara cambio a una que me hizo querer hacerle caso, así que nos levantamos silenciosamente, recogí tu tanga del suelo y nos fuimos hacia la entrada. Cerré la puerta con cuidado de no hacer mucho ruido y ahí, en el pasillo que separaba la calle del Interior de la iglesia te comí la boca y empecé a masturbarte contra la pared.
En una de las veces que abrí los ojos para ver tu cara de excitación me acordé de que había unos baños entrando en la sala de catequesis, así que fuimos directos. Te cogí de la mano y te llevé hasta una habitación oscura, encendí la luz para que vieses el baño, cerré la puerta, te puse sobre el lavabo, te abrí de piernas, me bajé los pantalones, me saqué la polla, me acerqué a besar tu coño y aproveché el momento. Agarré tus piernas con mis manos y saqué la lengua para recorrer tu coño entero, para saborearlo, para disfrutar de lo mojado que estaba después de haber jugando mientras el cura había estado dando la misa y para terminar lo que había empezado ésta mañana. Después de recorrer tu coño entero con mi lengua llegué a tu clítoris, lo chupé despacio, apenas rozándole con la puntita, dejándote con esas ganas de más y, de vez en cuando, aumentando la intensidad y presionando sobre él... Sabía que no teníamos mucho tiempo, así que decidí parar, te miré a la cara, estabas triste porque hubiese parado, pero entonces me escupí en la mano, te miré sonriendo y te pasé la mano por el coño, ahora sí que lo había empapado, me sonreíste y ahí, justo en ese momento, te la metí, bien hasta el fondo y trayendo tu cuerpo hacia mí una y otra vez mientras salía y entraba de tu coño. Te agarré del cuello poniéndote contra el espejo del lavabo, muy fuerte para evitar que gritases muy alto. Al mismo tiempo usé mi otra mano para estimular tú clítoris mientras follabamos, y ahí estabas tú subida en el lavabo de una iglesia mientras te follaba contra el espejo agarrandote del cuello y masturbándote al mismo tiempo, sí eso no era el cielo que Dios no lo hubiese dicho porque usaste su nombre en vano muchas veces mientras te seguía follando, podía notar cada mm de tu coño al entrar y tú cada cm de mi polla al salir de tí.
Entonces escuchamos cómo acababa la misa, me miraste y me dijiste
- Correte ya -
- ¿Dónde? - pregunté entre jadeos.
- Aquí - dijiste señalando tu clítoris.
Te miré sonriendo y empecé a subir la velocidad, mi respiración iba a mil por hora, tú notabas el calor que estábamos creando por la fricción que producía la velocidad a la que te estaba follando. Y entonces, me besaste, justo en el momento preciso, saqué la polla de dentro de tí y la puse sobre tu clítoris. Empezaste a notar mi corrida saliendo de mí y cayendo desde tu clítoris hasta tu coño. Te besé con fuerza mientras me seguía corriendo. Me separé un segundo y dije
- ¿Seguimos en casa?-

Relatos eróticos Where stories live. Discover now