Capítulo 9 : Tío

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El aeropuerto de barajas esta lleno. Gente con prisas, azafatas corriendo de una puerta a otra, niños que se aburren y juegan con las maletas de sus padres. No parece que sean solo las siete de la mañana.

El avión no sale hasta las ocho y media, pero he decidido venir con tiempo. A Sonia le cuesta un poco caminar y se cansa con mucha facilidad. Por más que intenté convencerla para que usara una silla de ruedas hasta que estuviera más recuperada, no hubo manera de hacerla entrar en razón.

- Aitor, necesito ir al baño.

- Si claro - le cojo el bolso que trae colgado de su hombro y me siento con el equipaje a esperarla en las butacas que están justo enfrente de los servicios.


Estoy nervioso y no solo por conocer al pequeñajo de la familia. Sonia se viene conmigo, le acaban de dar el alta y no podía dejarla sola tanto tiempo en Madrid. Esta muy débil y no tiene a nadie. Pero por otra parte la situación me incomoda. Ha pasado mucho tiempo y, después del accidente, todo ha cambiado mucho, y no sé por qué, pero siento que voy a salir escaldado de todo esto.

- Aitor, parece que estás ausente. Ya estoy. Anda dame el bolso y vayamos a buscar la puerta de embarque.

Los dos caminamos en silencio hacia la puerta numero siete. Después del control de equipaje y de seguridad, por fin nos acomodamos en el avión de Iberia que nos llevará hacia Asturias.


- ¿Estás bien?

- Que sí pesado... ya es la tercera vez que me lo preguntas. Me encuentro un poco cansada, pero estoy bien.

- De acuerdo, pues intenta dormir un rato, en nada llegaremos a Asturias.


Sonia me hace caso y se acomoda en el asiento. Cierra los ojos y coge mi mano. Yo me quedo quieto, todos mis músculos se tensan. No retiro la mano pero no me siento cómodo. Creo que en cuanto llegue a Asturias tengo que hablar con Sonia. Necesito aclarar esta situación cuanto antes.


Cuando llegamos al aeropuerto cogemos un taxi. Decido pasar primero por casa. Aunque el viaje ha sido corto, Sonia esta todavía muy débil, y creo que lo mejor es que se quede descansando en casa un rato. Me cuesta más de media hora convencerla de que se acueste y se quede allí. Estaba empeñada en acompañarme al hospital pero después de mucho insistir consigo que me haga caso.


Un nerviosismo mezclado con ilusión me inundan. Soy tío, sí tío, y tengo unas ganas enormes de conocer esa carita, que estoy seguro que será el orgullo de la familia.


Cuando llego a la habitación veo a mi hermana, rodeada de ramos de flores, sentada en el sillón junto a la cama. Mi cuñado, Fran, está apoyado en el pollo de la ventana con el recién nacido en brazos. En ese momento, mi semblante se relaja. Mi madre me mira y me sonríe con emoción, eso hace que por fin me sienta bien, estoy en casa.


- ¡ Aitor hijo! Que alegría, mira ven, ya verás es precioso...


Mi madre me coge de la mano y nos acercamos hasta donde esta mi cuñado con el bebé. Verla tan sonriente y emocionada me llena de alegría. Desde la muerte de papá parecía un alama en pena.

- Pero hijo, acércate, mira que sobrino más guapo tienes. Es cómo un cromo mi niño... - dice mientras le coge esa diminuta manita que parece de juguete.

- ¿Puedo cogerlo?

Mi cuñado me mira y sonriendo, me entrega a el bebé bajo los atentos ojos de su orgullosa abuela. Mi madre me recuerda cuarenta veces como sujetarle la cabecita, me dice otras cien que tenga cuidado para que no me caiga.... y al fin se relaja al ver cómo no se me dan tan mal los niños.

Mi sobrino es precioso, tiene unos bracitos y unas piernas largas y es tremendamente tranquilo. Durante más de media hora pasa de brazo en brazo y ni se inmuta.

Me parece imposible lo mucho que puedes querer a un ser tan chiquito, en apenas unos minutos. Esto me hace pensar cómo será el día en el que sea padre, y el bebé que tenga en mis brazos no sea mi sobrino, sino mi hijo.

- Bueno, tantas atenciones al peque ¿y yo qué?

Mi hermana me sonríe y sin perder un segundo me agacho y la abrazo con fuerza. Siempre hemos estado muy unidos.

- Es precioso Rosa...¿y tú ...cómo estás?

- Bien, todo ha merecido la pena por verle la carita. Julia estaba conmigo cuando me puse de parto. Pobre... se asustó un montón pero no se separó de mi hasta que mamá y Fran llegaron.

- Ya lo sé, he hablado con ella por teléfono.

- Aitor...- mi hermana se acerca a mi oreja y me dice susurrando- a mi no me engañas. Sé que hay algo en ella que te llama la atención. Es una chica estupenda. No la dejes escapar y lo más importante... no le hagas daño.

- Rosa... no le voy a hacer daño, tranquila. Pero entre Julia y yo no hay ni habrá nada. Sonia ha venido conmigo, la he dejado en casa descansando.

- Aitor mi niño. Solo te voy a decir una cosa. A veces hay que tapar los oídos y no escuchar a la razón para escuchar al corazón. Quizás ahora te parece una tontería, pero estoy segura que en un futuro, no muy lejano, te acordarás de esta frase.

- Creo que la maternidad te ha afectado más de lo que me temía. No se puede ser más pastelosa hermanita.

Los dos nos reímos y nuestra atención se vuelve a centrar en el pequeño de la familia. Tanto ajetreo parece haberle molestado ya más de la cuenta. Por primera vez escucho a mi sobrino llorar y sin poderlo evitar no puedo dejar de sonreír.

Todo pero NadaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora