—Tu padre suele decir que ella nunca lo amó. —Arrugó la nariz, pensativa. Rebeca podía recordar las incontables ocasiones donde él mencionaba que a su esposa solo le importaba el dinero—. Y no creo que mienta.

—Mi madre jamás fue una mujer interesada —dije a la defensiva.

—Todos somos interesados, Dominik. Buscamos personas que nos sirvan para llenar vacíos, ya sean afectivos o económicos —murmuró apartando la vista—. No trato de insultar a Elizabeth, quiero analizar los hechos: Patrick, por muy bastardo que sea, se siente traicionado.

Mi estómago casi dio un vuelco ante las palabras pronunciadas gentilmente, sin intenciones de herirme. Comprendí, aunque fuese doloroso, que ella tenía razón. Esos escasos momentos donde lo he visto ser sincero, al menos públicamente, estaban vinculados con mamá. Algo ocurrió entre ellos que debió lastimarlo profundamente, sin embargo nada podría justificar sus agresiones.

—Continuar indagando sobre esto es irrelevante para lo que necesitamos, nuestro punto de enfoque se encuentra en Ravenna Selwyn —prosiguió.

—¿La mujer desaparecida? —Tragué saliva, percibiendo cómo mi piel comenzaba a erizarse. Rebeca asintió inquisitiva, apoyándose contra la pared del silencioso pasillo.

—Hace doce años, el día que tu madre falleció, Patrick despidió a cada empleada doméstica bajo su mando —suspiró—. Pocas horas después, Ravenna abandonó los perímetros de la antigua mansión Evans y nadie volvió a verla. Wilson relata que él, durante aquella mañana fría, parecía inestable —¿Mañana fría? No es verdad, era cálida—: tenía comportamientos sospechosos, caminaba sin rumbo fijo, perdió cualquier ápice de moderación; rompió muebles, golpeó paredes, bebió como nunca lo había hecho.

—No consigo recordarlo. —Mi cabeza palpitaba, reacia.

—Wilson me dijo que el bastardo te encerró en tu habitación, no le bastó con utilizar la llave. —Sonreía amargamente—. ¿Quién pondría un candado para evitar que su hijo escapara? Él, por primera vez, fue irracional e impredecible ante la mirada de todos.

—Vulnerable... —susurré.

—Exacto —afirmó—. Su debilidad está relacionada con Ravenna Selwyn, tanto Wilson como yo llegamos a la misma conclusión: el estimado señor Evans la hizo desaparecer.

—Debemos averiguar por qué, ¿cierto? —Mi mente estaba repleta de teorías, una peor que la anterior. No lograba formular oraciones, sentía absoluto terror cuanto más analizaba esa nueva situación que se me presentaba.

Vivía con un femicida.

—Patrick tiene un congreso en Francia, se irá el próximo mes. —Siguió caminando hasta el final del pasillo—. Aprovecharé para localizar a las otras empleadas, necesito descubrir si sufrieron abusos mientras trabajaban allí. —Noté cómo las piernas le temblaban, lucía cansada.

—¿Puedo acompañarte? —pregunté al instante.

—No, tú tienes una misión más difícil: hallar pruebas tangibles que lo comprometan —sentenció—. Los psicópatas suelen conservar algún recuerdo de su crimen, tal vez Patrick cedió a ese impulso narcisista —fueron las últimas palabras que dijo antes de marcharse, cojeando ligeramente.

Ahora faltan siete días para que él se vaya y no sé por dónde empezar a buscar, ni siquiera me siento capaz de enfrentar lo que pueda llegar a encontrar. Sin embargo deseo hacerlo, prefiero asumir la realidad antes que permitirle continuar dañando a más personas. Será nefasto descubrir cuántas mierdas ha hecho, pero valdrá la pena cuando esté suplicando piedad.

—Llegamos —comunica Aaron, alejándome de aquellos pensamientos corrosivos. No necesito verlo para saber que está desanimado, su voz suena triste.

Odio Profundo |BL| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora