Capítulo 1

1.1K 36 11
                                    

Buenas! Os adjunto además el primer capítulo de esta nueva versión de Adonis que tanto me enorgullece presentaros. Para vosotros:


El pitido me estaba dejando sorda por momentos, ¿acaso nadie más podía oírlo? Quería levantarme y arrancar el enchufe. O arrancarme los oídos. 

O poder moverme. 

Mis manos estaban atadas a ambos lados de la cama, una cama que parecía tener barrotes. Sentía que mi cuerpo estaba lleno de cables de colores que pesaban demasiado. El pitido aumentaba su frecuencia por momentos, y en mis oídos aumentó también esaintensidad. 

 Abrí los ojos y solo había luz blanca, esa que te recomiendan los expertos para no tener la vista cansada mientras estudias. Esa que hay en los supermercados de barrio, en las farmacias, y en los hospitales. 

En los hospitales con su olor a gel desinfectante, ropa limpia, guantes de látex y enfermedad. Si el oído y la vista no me habían dado una respuesta, la cánula de oxígeno que me molestaba en la nariz, si me la dio. 

—¿Shaila? —Era la voz de mi padre, y eso me tranquilizó al instante—. Tranquila cariño, todo está bien. Todo está bien. 

Mi padre, Josh, no paraba de repetir sus últimas tres palabras mientras la habitación se llenaba de gente a la que no conocía, todos vestidos de verde y blanco. Me recolocaron el oxígeno, me cegaron las pupilas y dejaron caer un par de gotas de un líquido sobre mi antebrazo que no tardó en deslizarse por mis venas. 

Después, todo volvió a ser negro. 

Tenues voces volvieron a alertarme. Ya no había pitidos, no sentía la presión de los cables y el oxígeno de la punta de la nariz había desaparecido. Podía moverme, levantar las manos y llevármelas al pelo. 

—Shaila. —Mi padre dijo mi nombre de nuevo, ésta vez parecía más tranquilo—. Voy a avisar a un médico, no te muevas. 

Creo que asentí despacio, pero no le hice caso. 

 Traté de levantarme, pero algo me pinchaba. La pequeña aguja estaba clavada en mi mano, y no dudé en dar un buen tirón. Mucho mejor. Apoyé los pies descalzos en el suelo, estaban igual de pálidos que siempre, seguramente también fríos. Llené mis pulmones de aire y me apoyé con firmeza sobre ellos. Todo parecía estar bien. 

—Te dije que no te levantases. —Había demasiada preocupación en sus ojos como para parecer enfadado conmigo. 

Levanté la cabeza y le tendí la mano. La suya siempre más caliente que la mía, y más firme. Su otra mano me apartó el pelo de la cara mientras sonreía. Sabía que mi voz saldría entrecortada, pero no quería callarme la pregunta. 

—¿Qué ha pasado? 

—¿No recuerdas nada? —Preguntó mi padre con cautela. Josh abrió los ojos como si le hubiese dado una sorpresa, pero una de las malas—. ¿nada de nada? 

—Nada. —Negaba con la cabeza. 

—¿Qué es lo último que recuerdas? 

Los ojos de una enfermera a mi lado miraban con tristeza, quizás con lástima. Los de mi padre, me estudiaban sin perder detalle. Los míos se entrecerraron. 

Lo último que recordaba era el instituto. A mi amiga Mina le habían pedido ir al baile de primavera tres chicos distintos y ella me hacía una lista de pros y contras. Había aprobado el examen de matemáticas con un notable y la profesora de biología me había echado la bronca por llegar tarde. Tenía poca gasolina en el depósito del coche y mi padre me había prestado dinero para llenarlo a la salida, pero yo ya me había gastado una pequeña parte en unos pendientes azules que vendían en el mercadillo solidario y que quedarían de escándalo con mi vestido color nude. Llevaba un jersey fino rosa y unos pantalones vaqueros, aquel día de primeros de verano parecía que iba a refrescar y yo iba preparada para ello. 

Adonis (YA EN PAPEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora