¿Aquello en el cielo?

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—Cuéntame qué es lo que te viene a la mente luego de eso. —Comentó el analista con aquel permanente tono profesional y monótono que usaban al momento de diagnosticar alguna locura en alguien.

Eirian se encontraba recostado sobre un sofá de forma ridícula para cualquier persona común, pero que a pesar del aspecto cuadrado y sin vida, era muy cómodo. Con la cabeza recargada en un pequeño cojín que servía de soporte y los ojos cerrados para concentrarse con mayor facilidad, se dispuso a retroceder en su memoria; en busca de más datos que pudieran servirle para entender lo que tenía ya días persiguiéndolo.

A medida que escarbaba en su mente podía recordar muy pocas cosas, por ejemplo, que; mientras estaba en la universidad con su compañero de habitación, específicamente en la biblioteca, de pronto pudo leer una inscripción grabada en la cubierta de piel de un libro antiguo. De esos que los jóvenes de su edad nunca tocan ni por error porque no hay romance en ellos o cosas por el estilo.

En realidad, lo encontró por coincidencia porque estaba buscando algo que le ayudara con el proyecto de biología para la siguiente semana. La inscripción estaba escrita en alguna lengua extranjera porque no recordaba haberla visto anteriormente. Lo curioso es que pudo leer sin problema su significado: "Los ojos del universo".

Cuando se lo mostró al otro chico se alejó de la biblioteca muy contrariado de pronto, pues al parecer había divisado a la chica que le gustaba caminar aquel domingo tan solitario por el campus. "No puedo desaprovechar las oportunidades que la vida me da" había sido su argumento antes de abandonarlo e ir en pos de la fémina.

Eirian regresó a su habitación, llevando consigo aquel curioso libro. Y sin perder más tiempo, arrojó la mochila hacia el otro lado de su cama, al piso. Cerró la puerta del lugar y colocó el seguro para no ser interrumpido por nadie; la curiosidad estaba acabando con él.

Lo que le provocaba tanto era que él era consciente de no conocer aquella lengua extraña en que se encontraba ese titular tan enigmático, muy a pesar de ese pequeño detalle, él entendió perfectamente lo que ahí decía.

Debía admitir que sentía un poco de miedo de abrirlo y que su curiosidad no fuera satisfecha con el resultado, pues Eirian al tener un misterio delante activaba su imaginación al máximo nivel y se imaginaba respuestas tan locas que, de otra manera, no hubiera tomado en cuenta siquiera.

Calmando un poco los nervios con respiraciones profundas y aquella pizca de frialdad que aún le quedaba, abrió la primera página. No había nada en ella, salvo algunos números romanos, o letras mayúsculas al azar escritas en los bordes. Sin dar importancia prosiguió a la segunda. Nada.

La tercera y cuarta mostraron lo mismo que la anterior, nada.

— ¿Qué demonios se supone que es esto entonces? — había reclamado el muchacho tras no encontrar aquello que satisficiera su curiosidad loca.

Así siguió hojeando el libro página por página con la esperanza de encontrar al menos algo con sentido. O, mejor dicho, algo. Y así pasó.

Fue en la página 257 en que encontró aquel mismo idioma de la portada, o eso creía ya que fue capaz de leer el contenido ahí plasmado. Éste rezaba:

"Eso que ves en el cielo no son estrellas precisamente".

—Eso es todo— replicó ya cansado de repetir lo mismo tantas veces y ser juzgado por el supuesto profesional diciendo que él mismo quería engañarse.

Si fuera así no estaría pidiéndole a un desconocido que le ayude con su trauma por los seres de otro mundo.

La parte perdida en su memoria esperaba latente a hacerse presente:

— ¿Qué? — cuestionó en voz alta, como si alguien fuera a responderle desde las páginas muertas del libro.

Dio vuelta a las paginas casi con hambre hasta que encontró más texto un poco más adelante.

"Los estudiosos del 'cielo' afirman que esos destellos brillantes que se pueden ver cuando el astro rey se oculta al otro lado de la vida llevan por nombre 'Estrellas'. Incluso algunos les llaman 'Constelaciones' y se sabe que han puesto nombres a ellas. También les han dividido en 'Fugaces'. Pero lo que nadie les ha dicho es que esa especie es completamente ciega a pesar de poseer orificios por donde pueden captar el movimiento. La mayoría son inservibles porque nunca llegan a detectar algo sin ayuda de las tecnologías que han creado. Y aun cuando logran tomar algo lo confunden con otras cosas.

En tanto tiempo nadie nos había llamado de una manera tan poco inteligente. Son peor que esos seres raros que llaman con tanto desprecio 'animales'. Esas criaturas pueden vernos, olfatearnos y escucharnos incluso a distancias considerables. Pero los humanos los mandan callar.

Algunos estudiosos de los humanos dicen que es su naturaleza tener miedo y negar la realidad."

Fin del texto. Eirian estaba perdiendo la cabeza con tanta información. Claramente aquello no había sido escrito por personas. Al menos eso creía él. Pero, si no era un ser humano ¿entonces qué? con esa nueva duda batió las hojas hasta encontrar la aparente continuación del tema.

"Yo creo que es una teoría acertada. Además, me gustaría agregar que sus cuerpos materiales son útiles para un solo uso, pues se descomponen rápido. Sufren infecciones y enfermedades, muchas veces mueren por ello mismo a pesar de utilizar esas cosas llamadas 'Medicina'.

Sus memorias no funcionan para nada. Hemos estado frente a tantos y no lo pueden recordar. Hemos tenido a tantos bajo nuestro poder, pero siempre encierran su cerebro y no sale más información de ahí..."

El texto continuaba explicando cosas de aquella naturaleza, pero llegado a ese punto las manos de Eirian estaban temblando aún antes de que se diera cuenta de ello. Su rostro estaba perlado en sudor y un miedo irracional estaba cruzando por su cabeza y provocaba temblores en su espina dorsal. Y así, en cuestión de un suspiro su cerebro trabajo como anteriormente no habría hecho y desenterró precisamente aquella información que él había olvidado a propósito hacía tiempo. ¿O no? ¿Hacía poco? ¿En verdad sucedió siquiera?

Estaba caminando por la orilla de la carretera cuando a lo lejos se vislumbraban cegadores rayos y relámpagos que alcanzaban a proyectar su luz incluso a esas largas distancias. Eirian nunca había presenciado una tormenta eléctrica estando fuera de la seguridad de su hogar. Así que esperaba que estuviera sucediendo muy lejos de él. Al menos en lo que llegaba a su casa.

Sin embargo, no era su momento de volver. No aún.

La cegadora luz golpeó sin previo aviso su cabeza, haciéndole caer inconsciente sobre el asfalto. O al menos eso es lo que dijeron los paramédicos cuando encontraron el cuerpo abandonado del chico. Parecía haber sido alcanzado por un rayo al menos un par de veces, pues había señales inequívocas de quemaduras en muchas partes del cuerpo, aunque extrañamente ninguna tan grave como las que deja una descarga de ese tipo. Sin embargo, sí que eran evidentes. También algunas manchas extrañas que no supieron valorar correctamente. Pero además de ello el joven llevaba inconsciente ya unas 12 horas. Desde el momento de la tormenta, hasta que lo llevaron al hospital para encargarse de él no había despertado más que una única vez y aun así no estaba en su juicio pues murmuró un fatigado "no me hagan lo mismo que a él".

El color blanco de los hospitales estaba ahí, era inconfundible, terrible como siempre. Había alguien tocando su cuerpo. Podía sentir dedos enormes conectados a algunas partes de su piel como el cuello, pecho, tobillos, manos y pies. El frío estaba pasando factura pues su cuerpo estaba ya adolorido. Tal vez estaba sedado porque no salía sonido alguno de su boca a pesar de estar pidiendo a gritos que le dejaran en paz.

Alguien hurgaba en su cerebro. Literalmente. No podía ver nada, tampoco sentía el dolor de haber sido perforado en innumerables partes de su anatomía, pero de alguna manera logró darse cuenta.

El terror que lo recorría provocó gran jubilo en los doctores pues pronto empezaron a moverse a su alrededor y a conectar más cosas en su cabeza. Las luces dejaron de cegarle lo suficiente como para observar tal imagen.

Esas monstruosidades de un color extraño ¿verde? ¿gris? ¿amarillo? no estaba seguro ya de lo que veía. Su cerebro estaba ocupado dejándose examinar aún. El terror no disminuía, pero su cuerpo tampoco reaccionaba. Estuvo deseando morir y no verlos ni escucharlos de nuevo. Jadeaban. Jadeaban a su alrededor haciendo ruidos extraños. Se comunicaban.

—Más sangre.

—Ya tengo los huesos. Y el semen.

—Ahora la piel.

—Los sesos están asegurados ya. Es menos peligroso que antes.

—No podía hacer nada desde que los tenía. ¿Para que los tienen ahí? Dijeron que servían para crear. Pero él no hizo nada.

—No podemos descartarlos aún. Podrían funcionar como comida si algo sale mal.

Las lágrimas resbalaban de sus ojos y por sus sienes hacia la plancha de mercurio en que se encontraba. El resto del cuerpo estaba húmedo también, pero ardía. Consiente de todo el dolor que provocaba la investigación que se realizaba con él resultaba aún más aterrador no sentirlo.

Era como si se lo imaginara en el cuerpo de algún desconocido.

Necesitaba salir de ahí, así que reunió toda la fuerza de supervivencia que un ser humano posee y movió la única parte de su cuerpo que permanecía casi intacta. La cabeza.

Pudo girarla sólo un poco, escasos centímetros. A su lado, a unos dos metros de él había un chico. Un niño hermoso de tez oscura pero impecable. Parecía un ángel o algo que no había visto antes. Totalmente distinto a las bestias que se cernían sobre ellos.

—Ya puedes enviarlo de nuevo. Hemos terminado con él.

Escuchó a alguien más hablar en aquella lengua de miedo. Como un animal sin sentido, pero te helaba la sangre y provocaba que el estómago diera un vuelco por el asco. Sin necesidad de verle.

Lo sabía. Ese chico había pasado lo mismo que él, o algo peor. Parecía feliz, esa era su expresión, pero estaba vacío. Podía sentir su dolor. Era tan pesado que hasta sus propias entrañas no pudieron con ello. Lo vaciaron a tal grado que de su cuerpo original quedaba una mínima parte.

Esa belleza fue construida por manos alienígenas a la perfección. Sin entender aún la inutilidad del ser humano.

Su cuerpo fue elevado, las extremidades pendían en el vacío y finalmente desapareció dejando un rastro de luces brillantes.

—No me hagan lo mismo que a él

Pidió en su mente. Lo pidió cientos de veces hasta que el dolor desapareció de su consciencia. Los dedos y demás cosas que irrumpían su cuerpo se fueron. Las sombras de sus rostros se esfumaron al igual que cualquier otra sensación que provocaron en el chico. Del encuentro solo habían marcas en su cuerpo.

Recuperó de golpe la autonomía de su cuerpo y despertó exaltado. Sudando y temblando sentado sobre la suave cama del hospital.

Su compañero de habitación estaba dormido en el sofá al otro lado de la habitación donde no estorbara a los doctores y enfermeros. Cuidaba de él por las noches.

Semanas después del 'accidente' (donde un joven de 25 años, de descendencia afroamericana había muerto debido a circunstancias no presentadas por los forenses); Eirian fue dado de alta de cuidados especiales y trasladado al psiquiatra del hospital a petición del chico una semana después de ello.

Insistiendo que había algo extraño con el accidente y que alguien le había hecho 'algo' que no recordaba ya.

AbducciónTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon