Una mentira piadosa que tiene consecuencias.

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Sakura estaba encantada con todo lo que veía a su alrededor, los aviones. Tanto era su entusiasmo, que para poder entrar al colegio superior de pilotos tenía que reunír un carnet impresionante. Sus esfuerzos eran sobrehumanos, pero su mayor deseo era volverse una prestigiosa piloto de aviones y helicópteros.

Una de sus tantas clases extracurriculares era la de defensa personal, su padre la llevaba a todas sus clases y en uno de tantos días, conoció a Indra, un hombre de 22 años que deslumbró a la jovencita, de apenas 16 años.

Indra era guapo, imponente y de carácter duro. Por donde caminaba robaba suspiros y Sakura no era la excepción, pero decidió mantener su distancia, admirandolo en silencio, concluía que alguien como él nunca se fijaría en una niña.

Los meses pasaron y Sakura estaba cada vez más encantada con Indra, pero su timidez le impedía acercarse. Hasta que un día uno de sus entrenamientos salió mal y se lesionó su tobillo. Indra acudió en su ayuda y la cuido hasta que su padre pudo ir por ella.

Recordaba el intercambio banal de palabras que habían tenido... Y lo atesoraba en su corazón.

-¿Cómo te sientes? ¿Aún duele?-

-No ya no duele, muchas gracias ammm...-

-Indra, me llamo indra. ¿Tu como te llamas?-

-Soy Sakura.-

-Es un nombre muy bonito, combina con tu cabello.-

-Gracias Indra.-

A los pocos minutos su padre hizo acto de presencia y su conversación terminó.

Pasaron los meses y Sakura e Indra se acercaron un poco más, de vez en cuando intercambiaban miradas y se sonreían. Y ella sentía esa emoción enorme cada vez que Indra le dedicaba una mirada.

Indra era muy misterioso, siempre callado, siempre distante. Pero cuando se trataba de Sakura le brotaba la sonrisa más natural posible, sabía que era muy bonita y se sentía estúpido por sentir ese tipo de interés por alguien mucho menor que él.

Sakura un día llegó a la clase con su pelo recortado, hasta los hombros, tuvo un incidente en el colegio y tuvo que recortar su adorada cabellera. Indra la miró sorprendido el adoraba su cabello, era un gran distintivo, pero esa nueva imagen le daba cierto toque de madurez.

-Saku, ¿porque recortaste tu cabello?-

-Bueno ammm... Tuve un accidente con mi chicle, y me lo tuvieron que cortar. Aunque me gusta como luce.-

-Me gustaba mucho tu pelo largo, pero aun así te sigues viendo igual de linda.-

-Indra... ¿Acaso tu...?-

-Me gustas mucho, Saku y se que soy mucho mayor que tu, pero quisiera intentar algo contigo si me lo permites... ¿Quisieras ser mi novia?-

-Si, si, si, ¡SI!-

Indra no esperó demasiado para besarla, esos labios eran inocencia pura, una que el probó hasta saciarse. Satisfecho de sus labios, ambos se dedicaron una sonrisa, que confirmaba lo que su corazón gritaba. Habían encontrado a alguien muy especial.

Los meses pasaron y su relación iba muy bien, aunque en secreto ya que ella aún era demasiado menor, así que nunca pasó de ser una relación inocente. Solo eran besos y sus manos tomadas. Indra estaba complacido con cada detalle que Saku le daba, sus cartas y las canciones que le dedicaba. Nunca se había sentido tan feliz. Pero sentía esa presión del tiempo que se tomaba de sus estudios para ir a verla, sus notas nunca bajaron, pero ya no podía con el estrés.

Sakura, en silencio, notó todas las presiones de su novio y se sentía muy mal por el, sentía tristeza por no poder ayudarlo, así que decidió hacer algo de lo que posiblemente se arrepentiria el resto de su vida. Le daría la libertad que necesitaba, a costa de romperle el corazón.

Una tarde, Indra fue a buscarla al colegio, no podía con el tiempo que lo asfixiaba y le iba a pedir tomarse una pausa a su relación, se sentía miserable porque sabía que iba a lastimarla, pero era injusto que sus presiones descargaran también sobre ella.

Saku, aquí estoy...!

-¿Cómo estás, Indra? ¿Hoy acabaron los exámenes, no?-

-Si, y como te había prometido te llevaré por un helado.-

-Sobre eso, Indra... ¿Crees que podamos hablar? Es importante.-

-Seguro.-

Mientras caminaban al parque, Sakura estaba incómoda, tenía un nudo en la garganta y sentía tanta ansiedad que hasta respirar le resultaba imposible. No tardaron en llegar y sentarse en una banca, tuvo que armarse de valor para poder enfrentarlo.

-¿Te sucede algo, Saku? Estás muy tensa...-

-Indra... Yo... Creo que debemos terminar.-

-¿Tu padre lo sabe? Si es así permite que valla y hable con él para que no sea tan duro contigo...-

-No, él no sabe nada. Soy yo, Indra. Lo medite este tiempo que no nos vimos y estoy enamorada de otra persona, es de mi edad por lo que no nos esconderiamos de nadie. Espero lo entiendas y que puedas ser ser feliz.-

Indra sentía que le clavaban una daga en el pecho, sentía rabia e impotencia. Porque amaba a la pelirrosa, pero al ser dominado por la ira, dijo lo primero que sintió, aunque sabía que las palabras eran falsas, vacías y estaban dirigidas a lastimar a la chica.

-¿Sabes, Saku? Yo solo quería un tiempo para después alejarme de ti, me resultó sencillo enrollarme con una nilita que ni siquiera sabe lo que quiere.-

-¿Todo este tiempo estuviste fingiendo?- Sakura quería creer que se trataba de una mentira. Pero su mirada era furia y soberbia pura.

-Debes hacer caso a lo que te dicen... ¿Como crees que alguien de mi edad tomaría en serio al alguien que ni siquiera ha terminado de crecer? Madura, Sakura, o el mundo va comerte viva.- Él sabía que la estaba hiriendo, pero ya no había vuelta atrás.

-Todo esto lo dices simplemente porque estás molesto. Ya no quiero escucharte, adiós Indra.-
Y así, Indra la miró huir con el corazón mientras los pedazos del suyo rogaban por ir tras ella.

Ambos se querían y se habían lastimado, creyendo las mentiras que el otro había dicho. Indra, herido en su orgullo y Sakura, herida del corazón.

Ella terminó la escuela con notas sobresalientes y su padre la inscribió a ese colegio de aviación que tanto deseaba, y se fue a Estados Unidos sin mirar atrás, terminaría la preparatoria y la universidad, poniendo su empeño en olvidar a Indra y todo el romance que vivieron en corto tiempo, aunque tuviera que arrancarse el corazón en el proceso.

Indra, por su parte, se seguía preparando para graduarse de abogado, ya no supo más de la niñita de pelo rosado que tantos suspiros le había robado. Un día supo que se fue de la ciudad, su casa estaba en venta y no había rastro de que fuese a volver, no le importó, estaba empeñado en olvidarla, y lo lograría, de eso estaba seguro.

Aunque el corazón de ambos opinara en contrario...

¿Siempre hay final feliz? Where stories live. Discover now