𝗖𝗔𝗣. 𝗖𝗜𝗡𝗖𝗢

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—Fue horrible, como el tuyo, como el de todas las que vivimos maltrato, pero ahora estoy rehabilitada y lo mismo harás tú de ahora en adelante: sanar y seguir tu vida. La vida no se acaba aquí.

—Fue mi primer amor, jamás me interesó conocer a nadie antes de él y ahora… ahora lo desconozco.

Solté un suspiro. Diez años no se podían olvidar tan fácilmente. Era una pesadilla.

—Voy a intentarlo, pero en otra ciudad —agregué cabizbaja—, pediré mi cambio y me iré de aquí.

—Donde tú quieras iniciar de nuevo está bien.

Me levanté de la cama un poco optimista. Quería descubrir nuevas cosas fuera de todo lo que me abrumaba y mi tiempo había llegado. Aunque era aterrador saber que ya no habría nadie que me tomara de la mano.

—Me gustaría ir por todo lo que tengo en casa, aún hay documentos del hospital ahí.

—Te acompañaré.

—Gracias.

Me dolía todo el cuerpo. Había estado tanto tiempo tirada que tenía los músculos hechos trizas. Me dirigí al baño para darme una ducha con agua caliente; mi adoración. Mi uniforme aún estaba en la maleta y tenía que buscarlo.

«¿Te casarías conmigo, Loren? Prometo hacerte la mujer más feliz del mundo».

Aún podía recordar el momento exacto en que dijo esas palabras. Era el mejor día de mi vida. En ese momento, ya no necesitaba más tiempo para darme cuenta de que lo amaba y que quería estar para siempre a su lado. Pero ahora, era todo lo que odiaba: una persona totalmente diferente a la que me había propuesto matrimonio, un extraño, el extraño que mejor conocía.

Las lágrimas que caían por mis mejillas se mezclaban con la corriente del agua que se deslizaba por mi cuerpo desnudo. Cada recuerdo que pasaba por mi mente era tan doloroso que no podía entender por qué.

«Eres la mujer que siempre amaré, sin importar qué pase».

Había un sinfín de preguntas, pero no había quién pudiera responderlas.

Terminé de enjuagar mi cabello y cerré la llave del agua. No sabía cómo despejar mi mente, pero lo necesitaba antes de que mis lágrimas volvieran a desatarse y me hicieran volver a la cama.

—Loren, ya es hora —era la voz de Mariana detrás de la puerta—. Sé que es difícil, querida, pero no te dejaremos sola.

Me coloqué una toalla seca alrededor de mi cuerpo para cubrirme y abrí la puerta:

—¿De verdad? No me conoces lo suficiente como para haberme tomado aprecio…

—Te conozco lo suficiente como para saber que eres una mujer extraordinaria. Has avanzado mucho y eso habla muy bien de tu grandeza interior.

De nuevo me hacía sentir cómoda. Incluso sin conocerme durante años, confiaba más en mí que yo misma. Quería abrazarla, pero la iba a empapar toda, así que me limité a decir:

—Gracias, no sé qué haría sin ustedes.

—Ponte más hermosa; hoy será un buen día para que demuestres tu fortaleza.

Y eso hice; salí por completo del baño y me dirigí hacia la habitación donde había estado durmiendo durante una semana entera. Mis cosas personales estaban allí. Hoy era mi día, nadie iba a arruinar ese increíble sentimiento que Mariana había dejado en mí.

«¿Cuánto tardará el taxi en llegar al hospital? No quiero ser impuntual».

—Oye, Loren —Madison abrió la puerta de golpe, sacándome un pequeño grito—. Lo siento, solo quería decirte que Chispita hizo… chispitas.

RESPUESTAS SIN SALIDA [NUEVA VERSIÓN]Where stories live. Discover now