•MEMORIAS DE ANNA 03•

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3 de marzo del 2016.

A mis 17 años, luego de unos 3 años repletos de aburrimiento, conocí a las personas que harían que la vida de esta familia tomara otro rumbo: a Nicholas y Rose Frost, socios de mis padres, quienes los habían invitado a una cena en nuestra casa. Y yo, como siempre, rogaba porque no vieran a mi hermana, o algo malo podría salir de esto.

—No sé realmente qué haremos con ese muchacho —oí decir al rechoncho señor mientras yo disfrutaba del espagueti—. Es un adulto sin control.

—Puedo creerlo —comentó mi padre—. Deberías hacer que tenga algo por lo que tenga porque responsabilizarse.

—¿Hablas de...? —levanté la vista cuando escuché como alguien se caía. Oh no...

—¿Quién es? —el señor se levantó para ayudar a mi hermana a levantarse cuando, a mi lado, oí a mi madre susurrar:

—La voy a matar.

—Es... Elsa —pudo decir mi padre, tan tenso que no pude evitar darme cuenta que la Sra. Rose frunció el ceño con extrañeza—. Mi hija mayor.

Mi hermana temblaba del susto, yo tuve que tomar jugo para ignorarla lo mejor que podía.

"los sentimientos no te llevarán a nada bueno"

—¡Ah! Un gusto, querida —sonrió la mujer mientras mi padre se levantaba para tomar del brazo a la platinada—. Soy Rose y él es mi marido Nicholas Frost.

No oí respuesta por parte de mi hermana, pero supe que aquel gesto no pasó desapercibido por parte de los Frost. Mis padres, amantes del dinero, tan ambiciosos, resultaban no ser tan inteligentes en estos momentos, no cuando Elsa estaba allí con una ropa de lo más cutre y actitud de conejito asustado, ¿y cómo no? Si la muy estúpida salió del cuarto cuando se le había exigido que no saliera, aunque tuviera ganas de ir al baño, es obvio que mis padres la castigaran luego...

Diablos, Elsa, ¿por qué no te quedaste encerrada como te lo ordené?

Mis padres adoptaron la actitud de unos padres preocupados por su hija "resfriada", invitándola a comer con los demás. De inmediato, noté como el comportamiento de los Frost se volvía cada vez más helado hacia mi familia, dedicándole toda su atención a la pobre platinada que se encontraba sentada junto a la Sra. Frost, quién no paraba de halagar los bonitos ojos que esta tenía.

—Eres muy tierna, querida —comentó por enésima vez la vieja esa.

—G-gracias... —susurró Elsa, sin tocar la comida que tenía al frente, más bien no dejaba de observar su regazo. Y hasta acá yo sentía su miedo.

—... Edward —miré al gordito hablarle a mi padre—, me gustaría conversar contigo sobre algo en privado.

Papá le dirigió una para nada disimulada mirada a mamá, antes de asentir, disculpándose para levantarse junto al hombre e ir directo a su despacho. Ahora sólo quedábamos las cuatro.

Escuché como mi madre golpeteaba la mesa con sus uñas, como si midiera su paciencia. Sin quitarle la mirada de encima a su hija mayor, que seguía jugueteando con sus dedos como si fuese una niña. Resoplé, terminando de cenar, temiendo en el interior que algo malo pasara apenas los Frost se retiraran.

—Me gustaría saber de qué estarán hablando esos dos —comentó la mujer antes de beber de su copa.

—A mi también —respondió mi madre con una fingida sonrisa, fue cuando Elsa levantó un poco la mirada para toparse con la mía, la cual desvié para no olvidar lo que toda la vida se me inculcó.

"Elsa no merece compasión"

"Elsa no merece compasión" me repetí en lo que jugaba con el último fideo.

Flechazo de amor |Jelsa| |TERMINADA|Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα