La borracha:

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Una

Dos

Tres

¿Que sigue después del tres...? ¡Ah, sí, diez!

¿Diez, Dove? Sí que estás mal.

No tenía ni una idea de todo el alcohol que había estado bebido. Era obvio que me quedaría en casa de Lorena, no podía llegar así y mucho menos mi cabeza iba a aguantar un discurso de mi madre. Realmente no estaría orgullosa de cómo me veo, de hecho, me gritaría diciéndome las consecuencias de beber compulsivamente.

¿Y que hice?

Beber hasta que no pudiera ni siquiera hablar. ¿Por qué? No lo sé y ni me importa. Solo quería pasármela bien. Esta semana había sido demasiado estresada como para poder lidiar con eso en una fiesta. Sé que no era la manera perfecta ni mucho menos ideal de cómo lidiar con una situación, pero en ese momento no me importo nada.

Creo, que la razón por la cual estaba así era claramente porque estaba así y tenía nombre y apellido: Azael Dowland. Literalmente estaba opacando a todos a su alrededor con su manera de estar en una fiesta, estaba besándose a todas las que se le cruzaban, ligaba hasta con una mosca y porque una que otra vez, había tenido una que otra mirada dirigida hacia mí.

Lorena estaba con nosotras, y mucho mejor que yo. Traía un vestido rojo sangre con un labial igual, unos tacones negros y el cabello amarrado. Perfecta. Así era ella.

—¿Dove, estas bien? — Jenny me mira preocupada.

—¡Sipisipi!— hipo— ¿Qué te hace pensar lo contra-trario?

Ella me miró extrañada y luego niega con la cabeza. Ni yo me creía que estaba bien, ¡Dios! Beber en exceso hace daño, porque no escuché a mamá.

—Por ejemplo: Estás borracha ¡Jamás creí verte así! — me dijo, poniendo una mano en mi espalda.

La miré riendo y me empecé a reír de mí misma cuándo mi celular se cayó. Luego me imitó Antonella, Emilia y Amanda, que estaban mucho peor que yo. Jenny volvió a negar con la cabeza otra vez, mientras Sabrina y Lorena se aguantaban las risas.

—Iré al jardín a tomar aire fresco, ya regreso —Les comenté después de recoger el celular y dejarlo en la barra.

Caminé a trompicones hasta llegar a la puerta de la casa y salir de allí. ¡Oh, terrible error! Todos estaban incluso peores que yo y que mis queridas amigas borrachas. Lo positivo era que tenía un poco de conciencia -no borracha- en mí. Me dirigí entonces, hacía la parte atrás de la casa, donde estaba una piscina y sorprendentemente nadie estaba allí. Agradecía al cielo para eso.

Me quité los zapatos, me senté en la orilla de la piscina y puse mis pies en ella. Me relajé un poco cuándo el agua fría tocó mi piel y poco a poco la erizó.

Entonces paso...

—Hace mucho frío como que estes aquí, ¿no crees? —dijo esa voz que conocía muy bien.

Me voltee hacía Azael y reí.

—¿Es producto me mi imaginación o enserio te estas preocupando por mí? —carcajeé con la tontería que dije.

Mamá, me llegas a ver y me das mandas a Plutón, me reí de eso también.

—¿Estas borracha?

—¿Yo? ¡Para nada! ¡Solo me fume un hada y tengo miles de efectos secundario! — carcajee más— ¿Qué crees, idiota?

Él se sorprendió tanto como yo cuándo dije eso. Estaba a punto de disculparme cuándo se río conmigo. Esa risa, esa risa horriblemente contagiosa.

—¡Vaya! No sabía que tenías sentido del humor— dijo sentándose a mi lado, pero al contrario de mí, no tenía los pies en la piscina.

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