VII. Canciones de cuna y pajaritos de papel.

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Disclaimer: Este capítulo contiene una escena de abuso sexual. No es muy explícita ni larga, pero está ahí. También hay una escena donde uno de los personajes se autolesiona. De nuevo, no es algo excesivamente descriptivo, pero si son temas que los afecten, pues ya lo saben. Espero haberlos abordado con la sensibilidad debida. 

***

"Soy una homúnculo, soy una mujer, y me llamo Antar. Yo soy, y estoy aquí"

Así empezaba el diario que Compás le había legado. Tiza se enfrentó nuevamente a esas palabras que en su momento lo aterraron hasta lo indecible. De nuevo el corazón le retumbaba en el pecho y el miedo lo atenazaba. Pero ya no era el mismo que en ese entonces. Respiró varias veces de forma profunda mientras miraba la letra enmarañada de aquella persona desconocida que le hablaba desde el otro lado de todo un siglo: Antar.

Por fin, Tiza se decidió a bajar la vista para leer el próximo renglón. El párrafo que seguía a aquella primera declaración era también demoledor.

"Lo que estoy haciendo aquí no lo ha hecho nadie antes. Ninguno de los míos al menos" expresaba. "Me maravillan quienes escriben sobre los mares inabarcables y las altas montañas. sobre el hielo del sur y los espejismos dorados del norte. Pero yo no conozco la vastedad del mundo, solo conozco la piedra negra y desnuda de estas paredes. Por eso, solo puedo hablar de esto, de lo que ocurre entre mis costillas. Puedo decir que estoy aquí, que me llamo Antar, y que hace veintidós años que existo en este lugar. También puedo decir que amé a un hombre. Entre estas mismas paredes. De forma desenfrenada y sincera lo amé, y lo perdí.

Eso es lo que soy, eso es lo que tengo, y es sobre eso que voy a escribir."

Tiza sintió que un escalofrío le recorría la espalda, y al mirar su mano se dio cuenta de que temblaba. Respiró profundo otra vez, cerrando los ojos un momento, y luego volvió a fijar la vista en las palabras que tenía delante. Había algo amenazante en ellas, y sin embargo, una vez siguió con su lectura, no pudo despegarse de las páginas. Era igual que tantear en la oscuridad por una habitación desconocida, con el miedo trepando en la garganta, pero incapaz de retroceder.

Las anotaciones de Antar no eran un relato contínuo, sino la huella de experiencias y reflexiones fragmentadas. No podía saber lo que le había pasado mientras escribía, pero sí podía saber como se había sentido durante ese tiempo. El amor, la desolación, el duelo, la rabia, el deseo truncado y la soledad golpearon a Tiza frase a frase. A veces las líneas eran en especial temblorosas y costaba descifrarlas, otras estaban emborronadas, como si la autora hubiera llorado sobre la tinta. En general era una letra enmarañada y difícil, lo mismo que los sentimientos que plasmaba en el papel.

Tiza pensó en cómo habría sido Antar, en su aspecto. Como todos los homúnculos debía de ser bonita, pequeña y andrógina, pero no podía concebirla como otra cosa que desbordante, tal cual sus palabras. Pensó que debía tener unos ojos como los de Hanú, llenos de chispas. Su piel, sin duda, tenía que ser de un color cálido. Quizás naranja. Una criatura de aire y fuego, totalmente fuera de lugar en medio de ese mundo blanco, negro y gris.

"¿Cómo se llena el agujero de su ausencia, en mi cama, en mi abrazo, en mis horas? ¿Cómo derrito la escarcha con que me cubre esta falta atroz? Me he quedado atrás, como un despojo. Como las sobras de un banquete una vez que la fiesta ha terminado.

Pero, a decir verdad, nunca he estado en un banquete, ni en una fiesta. Nunca he bailado ni escuchado la música o los cantos de un pueblo alegre. No sé cómo se siente esa felicidad y su posterior pérdida. Solo he leído sobre ello. Soy tan pequeña que tomo los recuerdos que otros contuvieron en sus libros para explicar mi dolor. Un dolor de palabras prestadas.

Camino de TizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora