10. Agarrando el toro por los cuernos

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El ascensor ya estaba llegando al noveno piso y las muchachas iban en silencio, como habían estado desde que salieron de la gelatería

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El ascensor ya estaba llegando al noveno piso y las muchachas iban en silencio, como habían estado desde que salieron de la gelatería. Las gemelas estaban preocupadas por que Camila perdiera otra vez el buen ánimo que había tenido los últimos días, y regresara a encerrarse en el baño por largas horas, pero tendrían que esperar para ver qué pasaba. 

Luna sacó las llaves del apartamento y al abrir la puerta, gritó del susto al ver a Sebastián en la cocina.

—Hola, niñas —las saludo de buen humor. 

—¿Qué hacés aquí a esta hora? —preguntó Luna.

—¡Hola, papi! —A Camila le dio alegría verlo, aunque luego se preocupó pues faltaban varias horas para que su papá saliera del trabajo. —¿Está todo bien?

—Sí, y de hecho te tengo una sorpresa.

Tomó a su hija de los hombros y la giró para que viera quién estaba parada en el pasillo que llevaba a las habitaciones.

La muchacha sintió una felicidad genuina que se expandió por todo su cuerpo y borró los recuerdos de hacía un par de horas.

—¡Tía! —Dio unos cuantos pasos y le dio un abrazo a Alicia—. ¡¿Qué haces aquí?!

—Adelanté mis vacaciones unos meses para venir a visitarlos —contestó la mujer sonriendo.

Camila había sido siempre como una hija para ella, y durante el tiempo que vivió en Colombia pasaba más tiempo con la niña que su propia madre.

—¡Qué bueno! —Volvió a abrazarla—. Ay, perdón. Mira, te presento a Luna y Lina, mis primas.

Alicia se acercó a cada una y le dio un beso en la mejilla para presentarse. A las muchachas les cayó bien de inmediato.

—¡Qué bonitas! Ya veo que es de familia —dijo Alicia yendo de Lina a Luna, lo que hizo que les cayera aún mejor—. Bueno, pero sentémonos acá y te muestro lo que te traje. —Regresó a hablar con su sobrina.

Camila dio unos cuantos brinquitos emocionada, su tía siempre le traía regalos hermosos. Pasaron toda la tarde charlando, riendo y contando historias, poco a poco fueron llegando los demás miembros de la familia y la cena de esa noche fue la más divertida de todas. A todos les agradó Alicia, lo que no era para sorprenderse. Era una mujer alegre y amable que no había dejado que su estatus o dinero la volvieran arrogante. 

A Sebastián le encantaba tenerla en la ciudad, a pesar de que su presencia lo ponía un poco nervioso. Sin embargo, no era algo malo, era como volver a sentir las mariposas que hace mucho no sentía. Además era la influencia positiva que le hacía falta a su hija para que siguiera mejorando y adaptándose a su nueva vida. Y con su ayuda sería mucho más fácil darle la noticia que tenía que darle.

—Muchas gracias por la comida, estuvo deliciosa —agradeció Alicia.

—Ay, mija, y eso que si hubieras llegado un fin de semana habríamos preparado algo más especial —dijo Cecilia con sinceridad.

El infierno tiene un solo baño - ONCWhere stories live. Discover now