10. Agarrando el toro por los cuernos

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Alejandra se dio cuenta, claro, y al ver que quien estaba sentada con las gemelas que la miraban con ojos de tarsero era Camila, le rogó a Thiago para que se fueran de ahí. 

Lento como él solo, el muchacho no entendió que era lo que su nueva novia le pedía, pero tuvo el impulso de mirar al rededor y encontrarse de frente con la mirada fija de Camila, que tenía tanta rabia que no fue capaz de apartar la mirada.

 —¡Ya nos vieron! ¡Y se pusieron nerviosos! —afirmó Luna, conteniendo su voz para no levantarla demasiado por la emoción.

—Pues ¿cómo no nos van a ver? Si ustedes están viéndolos como si hubieran comprado tickets VIP para el show... —dijo Camila nerviosa y algo molesta.

—Se están levantando... La mesera se acerca... Seguro van a cancelar el pedido y se van a ir... —interrumpió Lina.

—¡Deja de narrar todo! 

—¿Vas a dejar que se vayan así no más? ¿Ni si quiera vas a ir a ponerlos incómodos?

—¿Incómodos? Morados, es que les voy a poner los ojos de la rabia que tengo...

Las gemelas rieron, aunque no mucho pues la mirada de Camila tenía toda la pinta de comprobar que sí sería capaz de ir a pegarles.

Alejandra y Thiago empezaron a alejarse de la mesa y Camila se levantó de golpe de su asiento, aunque no se movió. Sabía que era su única oportunidad para ir a enfrentarlos y estaba decidiendo si valía la pena hacerlo. 

Sí, claro que valía la pena. 

—Mi mejor amiga y mi ex... sí debí suponerlo —dijo en voz alta cuando se acercó a la pareja.

—¡Cami, hola! No te habíamos visto... —se disculpó Alejandra separándose inconscientemente del muchacho.

—Me imagino que es difícil ver a quien se volvió invisible para ti ¿no?

—¿De qué hablas, amiga?

—Yo ya no soy tu amiga. Y ni siquiera les preguntaré si andan juntos porque es evidente. ¿Después de decirle idiota, amiga? ¿No que se le notaba lo perro desde lejos y que se metería con cualquiera? Sí, ya veo que tenías razón, sí se metería con cualquiera —dijo Camila recordando lo que habían hablado en el salón de clases, cuando su amiga habló pestes de Thiago.

Alejandra se puso visiblemente nerviosa, volteó a mirar a Thiago a ver si la defendía o por lo menos la apoyaba, pero el muchacho ya estaba a veinte metros de ellas, subiéndose en su carro.

—Ay, amiga... Cálmate... Veo que vivir con los pobres te ha vuelto muy agresiva.

A Camila le hirvió la sangre. Apretó los dientes con fuerza y se clavó las uñas dentro de su puño. 

—Agradece que ser pobre me ha abierto los ojos y me ha enseñado que la gente como tú no vale la pena. Gracias a ti y gracias a ellas, —Señaló a sus primas quienes la miraban estupefactas—, ahora puedo diferenciar qué personas valen la pena y quienes no. Suerte en la solitaria vida que te espera. 

Alejandra quedó petrificada viendo cómo su antigua amiga regresaba a su mesa. Se disculpó con la mesera por cancelar el pedido y salió corriendo para subirse al carro de Thiago. 

Camila se sentó con sus primas y se dio cuenta de que su frappé se había derretido, y eso sí la hizo llorar.

Sus primas la consolaron, abrazaron y pidieron otro frappé que pagarían ellas. Aunque no dijeron nada, ambas pensaron que lo que le había dicho a la otra muchacha era lo más bonito que le habían escuchado decir desde que la conocieron, y se alegraron un poquito por eso. 

El infierno tiene un solo baño - ONCWhere stories live. Discover now