9. El que es agradecido se gana lo que está escondido

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El hombre la ignoró y contestó la llamada.

—Buenos días, ¿hablo con el señor Sebastián Pardo? —preguntó una voz profunda al otro lado de la línea.

—Sí, soy yo. ¿Con quién hablo?

—Mi nombre es José Luis López, soy abogado y represento a la señora Fabiana Angarita.

A Sebastián se le pusieron los pelos de punta. Era la primera vez en meses que iba a tener noticias de su mujer, y si era un abogado quien lo contactaba, las noticias no serían muy buenas.

—¿Quién es? ¿Qué pasó? —le preguntó Camila al verle la expresión en el rostro.

—Nadie... Ve pagando y ya te digo. —Puso unos cuantos billetes en la mano de su hija y le hizo un gesto para que pagara los champús. Se alejó un poco de ella y volvió a prestar atención a la llamada.

Mientras tanto, Camila lo veía preocupada. El hombre era capaz de cambiar la expresión de su rostro con una facilidad pasmosa. La llamada no debía ser nada buena. 

—Bu... buenos días —tartamudeó un muchacho al acercarse a ella. 

Camila volteó a mirarlo pero no lo reconoció al principio. Lo saludó de vuelta y unos segundos después cayó en cuenta de que su rostro era bastante familiar. 

Por supuesto. Era el crush de Lina. O su traga, como diría ella. 

—Soy Luis... Vivo en el mismo edificio que las gemelas.

—Ah, sí. Hola —respondió sin mucho entusiasmo, quería seguir prestando atención a las expresiones de su padre, aunque él se la puso difícil pues se giró para quedar de espaldas a ella.

Camila suspiró y pensó que lo mejor sería prestarle atención al muchacho para pasar el tiempo y esperar a que su papá le contara de qué se trataba esa llamada. 

—¿Sos algo de las gemelas? —preguntó el joven, aún con nervios evidentes.

—Su prima.

—Ah, entonces ¿viniste de vacaciones? 

—Estoy viviendo ahí por un tiempo.

El corazón de Luis brincó emocionado. Se había animado a hablarle por consejo de su hermanita, que los miraba desde lejos y que lo obligó a ir a saludarla bajo la amenaza de que si él no se presentaba por su cuenta, ella iría a decirle que si quería conocer a su hermano. 

Luis vio toda la escena en su cabeza; su hermana hablando con la muchacha, ella mirándolo como si fuera un niño y él queriendo que la tierra se lo tragara. No. Era mejor portarse como un hombre e ir él mismo a presentarse. 

—¿Venís de otra ciudad?

—No... Bueno, sí. De otro mundo, en realidad —dijo irónicamente.

El muchacho no entendió pero estaba muy nervioso para tratar de pensar en otra cosa que no fuera articular bien las palabras.

—Ah... sí se nota porque no hablás caleño. —Dios. ¿Para eso había reunido tanta valentía? Solo podía decir estupideces. Hubiera dejado mejor que su hermanita cumpliera su amenaza.

Camila no agregó nada más y notó que su papá había colgado la llamada pero no se había movido de su lugar.

—Me tengo que ir. Mucho gusto en conocerlo. Adiós.

Y así no más se alejó de Luis quien seguía regañándose mentalmente por ser un niñito nervioso a sus diecisiete años. 

 

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El infierno tiene un solo baño - ONCOnde as histórias ganham vida. Descobre agora