Misión

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Solo personas de mi más estricta confianza saben lo que voy a decirte ahora.

Kakashi había escuchado esas palabras antes. Muchas personas, muchos de sus clientes, llegaban con una paráfrasis de ese mismo sentimiento. La discreción era necesaria para su trabajo, para su vida, para todo aquello que implicaba la existencia de un shinobi. Arcano, secreto, intriga. Era una frase que había escuchado mucho pero, no por ello, perdía su peso y significado. En boca de Sarutobi Hiruzen, especialmente, no podía ser menos de lo que indicaba. Era más una demanda a guardar silencio de lo que era una llamada a la atención, era la prueba de una confidencia y, quizá, una manera de probar al destinatario de la misma.

Kakashi se enderezó por instinto.

Había secretos en Konoha que podían mantenerse por muchos años, intocables, escondidos en lo profundo, y, al mismo tiempo, había secretos que no llegaban a darle honor a su estatus y circulaban rápidamente entre las personas, ninjas y civiles por igual, como un incendio desatado. Kakashi podía pensar en un ejemplo paradoja perfecto, una verdad que se mantenía secreta bajo la luz de otra, pero pensar en el hijo de su maestro siempre llegaba acompañado por una punzada de vergüenza y culpa; él prefería no concentrarse en ello. No era como si pensar en ello fuese a cambiar algo, después de todo.

La culpa era una compañera igual de insistente que la miseria.

El Hokage lo estudió detenidamente. No era la primera vez en la que se veía sometido al examen de Sarutobi Hiruzen, pero había pasado mucho tiempo desde la última vez. Sandaime había hecho mucho por Kakashi, por ayudarle a encontrar un lugar para él después de lo que ocurrió con su equipo. Estaba agradecido por ello, agradecido por el ancla que le había dado y por su paciencia.

El día del festival Tsukimi, en octubre, se cumplieron diez años del Incidente del Kyuubi —recitó el Tercero, como si Kakashi no fuese consciente exactamente de la cantidad del tiempo transcurrido—. E hicimos una conmemoración para las pérdidas-

Kakashi asintió tentativamente, no muy feliz con el rumbo de la conversación. Había estado en una misión entonces, una muy lejos de Konoha, y más que contento por la distracción que le había brindado la distancia en aquel momento. No necesitaba ningún recordatorio.

Aunque las cicatrices de Kakashi eran más viejas que el diez de octubre, ya que llegaban hasta el día de su misión en el puente Kannabi y algunas, inclusive, eran aún más antiguas, él todavía sentía que la memoria de la muerte de su maestro era una nube sobre Konoha en los meses del otoño. Nunca le gustaba estar en la aldea para el aniversario de la muerte de su sensei. No solo porque la fecha había sido pública —los memoriales de Obito y Rin eran sólo suyos— sino porque no había escapatoria de la memoria en esa conmemoración. Toda la aldea solía pintarse de luto por el Hokage que dio su vida por ellos.

Minato-sensei había sido tan... tan brillante. Era natural que su pérdida dejase una estela pintada de negro.

Uno de nuestros ninjas sensores detectó tu chakra.

Kakashi frunció el ceño. —¿El mio?

El Tercero asintió. Se llevó su pipa a la boca con la calma que acostumbraba. Kakashi se encontró pensando que Asuma se parecía más a su padre de lo que le gustaba admitir.

Naturalmente, me lo informó de inmediato. Dijo que había otra presencia que le resultaba familiar en la zona, pero que no podía decir a quién pertenecía. Sabía que tu misión te tomaría un par de días debido al viaje así que tuve que cerciorarme que todo estuviera bien. En efecto, había alguien con una energía muy similar a la tuya en la aldea. Me tomó un poco más de tiempo descubrir a quién le pertenecía la otra.

Kintsukuroi - MisiónWhere stories live. Discover now