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Días había transcurrido luego de que fueron castigados por su padre, pero no dudaron más de dos días cuando ya le estaban rogando al pobre hombre que desistiera de tal reprimenda y los dejara salir como los niños libres que debían ser, tal magnitud fue de su insistencia que Arlette se apiadó y les quitó el castigo meramente por lástima. Tener a unos niños encerrados con una energía rebosante y un espíritu aventurero era un horrible pecado, ellos se portaban bien, aunque cuando se les metía una idea loca en su inocentes mentes, podían volverse los tres diablillos que lo atormentaban. Que estuvieran minutos afuera del refugio no sería malo, ¿cierto?

—No deberíamos traer a Qate otra vez cuando vayamos de caza —sugirió la pelo rojo oscuro a su hermano mayor.

Los tres diablillos yacían en un acantilado como si nada viendo el paisaje que la proporcionada la altura, no le temían a nada, era cierto, pero esos chiquillos era bien descuidados.

—¿¡Qué?! A ver, ¿por qué yo? —reclamó respuesta indignado.

—Porque casi perdíamos a nuestra presa si no fuera porque tus gritos provocaron la estampida, ¡nunca eres silencioso!

Tenía un punto a su favor, después de todo Qate fue quien dio ese alarido de sus fauces tan fuerte que asustó a la manada que observaban. El niño tenía unas cuerdas vocales muy notables y estando en su forma lobuna lo hacían más poderoso.

—Pero yo no fui el que culpó a Roselle cuando las cosas se pusieron tensas. ¡Tú eres una chismosa! —sacó a lucir sin miedo, ya lo tenía cansado porque siempre se la pasaba culpándolo y nunca asumía alguna culpa pese a que siquiera iniciara el asunto.

—¿No estás de acuerdo conmigo, Roselle? —se dirigió al pelirrojo que no encontraba una salida de la inicial pelea de los mellizos.

De acuerdo, Eito tenía razón con respecto a que Qate era un escandaloso a la hora de cazar, pero de resto era un niño obediente que siempre estaba dispuesto para sus hermanos —aún sí Eito lo sacara de sus casillas—. Nunca delataba como la mencionada a su lado.

—Bueno… esto fue culpa de los tres, no veo por qué te empeñas en alejar a Qate, Eito.

—¡Es un estorbo!

—¡Oye, al menos no soy una chismosa como tú!

La niña tenía un carácter pésimo y casi no aguantaba nada de lo que dijeran, se ofendía muy fácilmente y la mayor parte de las veces reaccionaba agresivamente, su padre intentaba quitarle esa manía de querer morder en vez de hablar, pero todavía no lo lograba.

—Cállate, soy la mayor, tú debes hacerme caso.

—Te haré caso cuando aceptes alguna culpa en tu vida, fresita —se cruzó de brazos dando por zanjada la discusión.

—¿¡Cómo me dijiste?! —odiaba y odiaba que le pusieran apodos con relación al color rojo, muy bien que lo sabía Qate y este no se tardaba en hacerlo cuando lo hacía molestar.

Fresita, ¿quieres que te lo deletree? Efe, ere, e, ese, i, te, a, ¡Fresita!—deletreó orgulloso con una sonrisa, pero aquella se le borró cuando Eito se le lanzó encima como cuál depredador a su presa transformada en lobo, a lo que Qate también lo hizo y ambos cachorros comenzaron a pelear como única alternativa de resolver su discusión.

—¡PAREN LOS DOS! —gritó su hermano mayor en un desespero porque ambos lobeznos se arrastraban por el suelo muy cerca del precipicio y temía que alguno cayera o peor, que los dos lo hicieran.

Y sí, pasó lo que Roselle temía.

En un mal paso, la loba se dobló el tobillo de su pata muy cerca del peligro y la gravedad la terminó por empujar, se intentó sostener con las garras en la orilla rápidamente, Qate quiso sostenerla, pero cuando siquiera rozó las patas, la niña se había resbalado a una caída mortal.

Vínculos finales. Libro#03. Final.Where stories live. Discover now